Capítulo 26: El pasado del inventor

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Juliet salió repuesta pero pensativa del baño. No podía quitarse de la mente el moretón de Jagger.

Después de casi una hora, todos los Máximos se habían tomado una ducha también y se veían mucho más relajados.

Lily despertó poco después y curó las heridas de Albert, Garret, Aquiles y de sus súbditos antes de atender las suyas. También entró a la casa y su baño duró mucho más que el de los demás.

Volvía a ser difícil saber la hora en el Submundo, pero Juliet esperaba que fuera lo suficientemente tarde para que descansaran ese día. Y no estaba equivocada.

—No me gusta, pero tendremos que pasar la noche aquí —dijo Jagger, observando los alrededores oscuros del lugar.

—Es muy peligroso, Jagger —aseguró Aquiles—. Los neybeinraws deben estar cerca si la ciudad está vacía.

—Está bien, yo haré guardia mientras se reponen —respondió el Caído.

—Pero no has dormido desde que llegamos —dijo Juliet, preocupada.

Jagger la miró con calma y sonrió levemente.

—Sabes que no necesito dormir, Juliet —dijo—. Daré unas cuantas vueltas para asegurarme que no hay nadie aquí —agregó el muchacho antes de irse.

Juliet lo observó alejarse y se acomodó sobre el saco de dormir que había sacado Ribal. Miró a su alrededor y vio que los Máximos también estaban poniéndose cómodos. A pesar de que sus heridas estaban curadas, se veían cansados; sobre todo Albert.

Eran demasiado valientes y Juliet los admiraba. Jamás creyó que conocería personas tan increíbles.

—Fue una buena paliza la que recibiste allá atrás, Albert —comentó Garret con un tono divertido. Albert sonrió.

—Se supone que el científico no pelea, esperaba que ustedes hicieran algo mejor —respondió con sarcasmo.

—A mí no me mires —dijo Aquiles riéndose—, ¡yo estaba volando a más fardianos que todos ustedes!

—¡Los rekios son los que cuentan! —exclamó Ribal.

—¿Lo dice el que venció a veinte? —se burló Lily.

—¡Oye, yo salvé a Juliet y a Albert! Eso debe contar mucho más —dijo Ribal, defendiéndose, pero con una sonrisa en la cara.

—Entonces yo gano —interrumpió Albert—, me cansé de sacar a Juliet de peligro.

—Pero ella te devolvió el favor, ¿lo olvidas? —comentó Garret soltando una carcajada.

—Eso fue suerte... —dijo Juliet tímidamente.

—Suerte de que estuvieras ahí —dijo Aquiles con una sonrisa.

—Es cierto, gracias, Juliet —admitió Albert—. Ni siquiera el Lenorbak podría haberme salvado de esa situación.

—¿Y qué ibas a hacer? ¿Activar tu cerebro para calcular la fuerza del golpe? —dijo Ribal y los demás se rieron al ver la cara de indignación del inventor.

Juliet también sonrió. Sin embargo, el comentario de Albert sobre el Lenorbak había hecho que su curiosidad se despertara.

—El Lenorbak... —empezó—. ¿Cómo lo utilizan?

Los Máximos dejaron de reír y miraron con solemnidad el fuego. Garret fue el primero en animarse a hablar.

—Es algo complicado, Juliet. Me temo que...

—Está bien —interrumpió Albert—. Yo te debo una y te la pagaré respondiendo tu pregunta, Juliet —agregó el muchacho mientras continuaba viendo la fogata enfrente de ellos.

JaggerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora