Capítulo 1

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Tomó lentamente toda el agua que había en la vasija, antes de comer hambriento el trozo de carne y verduras que la castaña le había dejado en un plato, frente a él.

Llevaba días caminando en el desierto, días desde que había comido por última vez y bebido agua. Y estaba tan agradecido con esa joven de que lo ayudara.

—¿Mi mamá tuvo más hijos?

—¿Hace cuántos años te secuestraron? ¿Y como llegaste aquí nuevamente? —le inquirió la joven, evadiendo su pregunta.

—Tenía ochos años cuando pasó, hace más de veinte me llevaron de aquí. Creí durante mucho tiempo que no era posible, los médicos decían que era una historia que yo me había inventado, incluso el idioma, para escapar de mi realidad cómo niño huérfano, viviendo en la calle. Y lo creí, hasta que en las noticias escuché de este lugar y su gente. Ahí supe que era verdad, que todo lo que tenía como recuerdo, era cierto.

Lo observó unos segundos, y luego le respondió.

—Tu madre tuvo dos hijos más, varones. Uno tiene veintiuno, y el otro diez.

—Eso es fantástico, ya quiero conocerlos —sonrió—. ¿Y mi padre como se encuentra?

—Bien, como siempre.

—¿Y Sula?

Desvió la mirada al escuchar aquello, y respiró profundo, intentando aparentar que no le molestaba. Pero su cola moviéndose de un lado a otro, y sus orejas hacia atrás, no decían lo mismo.

—Ella está perfecta.

—Ya quiero verla también —sonrió—. La he extrañado tanto, ella-

Boit dejó de hablar al escuchar a la muchacha gruñir. ¿Había hecho o dicho algo malo?

—Lo siento.

—Sí, mejor come y cierra la boca —le dijo antes de ponerse de pie.

El muchacho la miró confundido. Era una de ellos, de eso no había dudas, pero era muy bajita. Recordaba muy bien a las mujeres y hombres, y jamás había visto antes a alguien de su tamaño.

Todos eran altos y fuertes, pero aquella joven castaña, era de estatura baja, parecía más a una humana, de rasgos suaves y delicados.

Luego de terminarse su comida, salió de la especie de carpa dónde ella lo había llevado, mirando sorprendido el lugar. Era un oasis, muy hermoso, con palmeras a su alrededor, y mucha vegetación.

Kiha estaba sentada junto a una laguna, mojando sus pies, de espalda a él. Se acercó a ella, y se sentó a su lado, mirando sorprendido todo.

—Este lugar es maravilloso ¿Cómo puede ser que no haya llegado aquí antes?

—Porque sólo estabas dando vueltas en círculos.

—Oh, bueno, eso explica todo —sonrió—. ¿Vives con alguien más aquí?

—No, vivo sola.

—¿En serio? ¿Tú sola? Pero eres muy pequeña para vivir sola en un lugar tan hostil como éste.

Apretó sus dientes y puños, y respiró profundo.

—Pequeña o no, salvé tu miserable vida.

—¿Tú me trajiste aquí? ¿Sola? —preguntó sorprendido.

—¿Puedas dejar de insultarme? —le dijo con fastidio—. No te guíes por mi estatura o contextura física, soy más fuerte de lo que parezco.

—Lo siento, no quise que sonara de eso modo, sólo que me sorprende —sonrió suavemente, al ver sus orejitas hacia atrás, y cola rígida—... ¿Cuántos años tienes, Kiha?

—Veinte.

—Déjame decirte entonces que eres una jovencita muy fuerte y audaz.

Ella lo miró por un momento, y luego desvió la mirada hacia el lago. Por supuesto que lo era.

***

Era de noche ya cuando Kiha volvió a su campamento, y se encontró con Boit junto a la fogata, acurrucado entre mantas.

—¿Por qué estás mojado?

—Creí que sería buena idea tomar un baño en el lago, pero cuando me di cuenta, ya el cielo se había oscurecido, y la temperatura bajado —sonrió.

—Sí que eres estúpido, llevas días viviendo el desierto ¿Y recién notas que la temperatura baja al atardecer y la noche?

—No, pero no sé en qué momento el tiempo se pasó tan rápido.

—Pues a este paso, morirás antes de que puedas llegar a Eritma —le dijo acercándose a la fogata, con dos liebres que había cazado.

—Ay no.

—¿Qué te pasa? —le preguntó con el ceño fruncido, al ver la expresión afligida en el rostro del castaño.

—¿Tu cazaste esos conejos?

—¿Conejos?

—Sí, conejos —le dijo señalándolos.

—Sí, es para comerlos ¿Por qué?

—Es que... Pobrecitos.

—¿Hablas en serio? Eso comiste hoy cuando te traje aquí, y no pareció importante.

—Pues no es lo mismo comerlos cocidos, a tener que verlos así... Muertos.

Kiha rodó los ojos, y se dispuso a quitarles la piel. Para ser un hombre, era bastante blando por lo que parecía ser.

—¿Qué haces aquí para no aburrirte?

—Antes tenía una mascota —le dijo mientras tomaba a la segunda liebre—. Luego me aburrí de él, y me lo comí.

Boit la observó aturdido, y la muchacha río bajo, divertida.

—Sólo bromeo, no soy tan malvada. Y para no aburrirme, salgo a dar paseos, recorrer las demás aldeas. Así te encontré a ti.

—Gracias al cielo que lo hiciste, seguramente habría muerto si no fuera por tu ayuda.

—Lo sé —pronunció dejando ambas liebres en una cacerola de ardilla, para luego cocerlas—. Creo que buscaré algo de ropa para ti, eso que tienes puesto no se secará hasta el amanecer.

—Gracias Kiha —sonrió al ver como ella entraba a la tienda.

No creyó que alguien de la isla fuera a recibirlo tan amablemente, pero aquella castaña se estaba portando muy bien con él. Quizás porque conocía a su familia... Aunque había notado que se ponía tensa cuando le nombraba a Sula.

Es por eso que había dejado de hacerlo.

La observó volver, y la miró detenidamente. A pesar de ser primas, no sé parecía a Sula. Ella era castaña, y Sula tenía el cabello negro como el carbón, y ojos verdes azulados. En cambio Kiha, tenía el cabello castaño, y los ojos del mismo color.

—¿Qué te pasa? —le preguntó extrañada, al ver como él la observaba.

—Nada —sonrió—. Creo que eres muy tierna y bonita.

La jovencita lo miró aturdida. ¿Bonita? ¿Qué demonios le pasaba a ese tipo? A penas y se conocían, y le decía algo así de la nada. De seguro tantas horas deshidratado, había afectado su cabeza.

—Ten, ponte esto —le dijo entregándole unas especies de batas—. Son de hombre, estoy segura que te entrarán.

—¿Por qué tienes esto? ¿Tenías pareja? —le inquirió curioso.

—No, son de idiotas que llegaron aquí intentando propasarse —gruñó.

La observó a los ojos, y más que temor, le causó ternura. Era tan linda ¿Cómo iba a creer que ella se había enfrentando a grandes y musculosos machos? De seguro aquellas ropas pertenecían a su padre o algún hermano, y sólo estaba intentando sonar fuerte y ruda frente a él.

...

Hasta aquí por hoy ❤️❤️💕

KihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora