21.- Venezuela - Sambil motorizado.

852K 65.6K 53K
                                    

—Nate, José nos invita a comer, ¿vienes?

—No tengo ganas —habló echado mirando al techo, no se había levantado en toda la mañana y extrañamente empezaba a preocuparme. Así que toné su chaqueta y me acerqué.

—Vamos Nate, no voy a tocar el tema de ayer. Deja tu temperamento de un lado y ven con nosotros —sonreí tocando su brazo, pero Nate se soltó bruscamente y se paró.

—¡No quiero, Abril! No quiero salir, no tengo ganas, vete tú. ¡Vete! —se giró enojado y me dio la espalda.

—Bien, quédate solo con tus problemas. Como siempre —tiré su chaqueta al piso y salí cerrando la puerta con fuerza.

«¿Y tu amigo?» —preguntó José guardando su celular en el bolsillo, yo negué con la cabeza.

«Él no se siente bien, dice que vayamos nosotros».

Entonces salí con José y sus amigos, fuimos a un lugar del que no recuerdo el nombre, pero vendían arepas, algo delicioso que había provocado que pida al menos unas seis solo para mí, así que le compré unas cuantas a Nate.

Porque era un tonto pero no podía dejarlo sin comer.

E hice lo mismo con las cachapas y hallacas. O eso es lo que dijo José.

Pero era delicioso, yo estaba encantada con comer.

«Marico, mira a la chamita» —dijo un joven de altura promedia hacia su amigo, yo miré a Jose y se río encogiendo los hombros.

Yo caminaba con un tupper de polietileno dentro de una bolsa, con mucha comida para Nate, así que a penas llegamos al departamento, mandé a José a que le diera la comida obligándolo a que le dijera que era de parte de él.

Yo no quería que sepa que le había llevado conmigo luego de contestar me así.

Siendo las cinco de la tarde, decidí que quería conocer un poco la ciudad, José había hablado de un gran centro comercial y quería ir.

Entonces caminé a la habitación decidida a cambiarme, obviamente ignorando la existencia del energúmeno que estaba ahí.

—Abby.

Se paró mirándome, y como pasé de largo, me siguió.

—Abby, lo siento —habló jugando con sus dedos inconscientemente como si fuera un niño pequeño.

Yo tomé la ropa que iba a usar para caminar hacia el baño.

—Abby, sabes que me cuesta disculparme —me detuvo tomando mi brazo, yo suspiré y me quedé parada mirando a otro lado— Ya sé que estuvo mal contestar de esa forma, pero estoy un poco... No sé como llamarlo.

—Sensible —murmuré mirándolo, él asintió sonriendo de lado.

—No estoy preparado para contar esta "larga historia", ¿bien? Pero te prometo que lo haré.

—No tienes porqué, no soy nadie para...

—Quiero hacerlo. Quiero contarte, eres de las pocas personas que puedo considerar de confianza. Si bien eres un poco impulsiva y torpe, y a veces pareces un toro en una cristalería...

—Ya entendí.

—Te estás convirtiendo en alguien... Cercana.

—Eres un idiota —sonreí de lado golpeando su brazo y él asintió sonriendo.

—Lo sé, pero soy un idiota que merece ser disculpado. Y que merece conocer los verdaderos colores de la vida, ¿no? —alzó una ceja haciendo que suspiré riendo.

True ColorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora