🏳️‍🌈diez🏳️‍🌈

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Okay, debía admitirlo: quizá sí le gustaba Bakugō

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Okay, debía admitirlo: quizá sí le gustaba Bakugō.

¡Eh, pero nada de conclusiones apresuradas! Era un quizá, nada más que una simple posibilidad. El que lo estuviera considerando no significaba que efectivamente el chico le gustaba.

Bueno, a ver, que él no era ningún tonto, y desde lo acontecido el día anterior le venía dando vueltas y vueltas al tema, tanto así que estaba más concentrado en lo que por su cabeza pasaba que en lo que pudiera estar sucediendo fuera de su habitación, en la cual estaba recluido porque "estamos preparando tu fiesta sorpresa así que no sales de tu cuarto hasta que te lo digamos". Sonaba estúpido ya que en verdad la fiesta no era ya sorpresa, pero le habían dicho que aunque supiera que tenía una fiesta no sabía cómo sería (mira, qué inteligencia la de sus amigos). Así que, mientras esperaba, hacía rebotar la pelota de tenis contra el techo a su mano una y otra vez, pensando en aquella duda que permanecía en su mente y no tenía ganas de dejarlo en paz.

Se había dicho que era imposible, lo sabía, pero luego de más de veinticuatro horas pensándolo sin cesar se dio cuenta que no era tan imposible como lo había considerado.

Era verdad que últimamente andaba fijándose bastante en el físico del chico. No es que antes no se hubiera fijado en lo increíblemente guapo que era, de eso se dio cuenta desde el primer día que lo vio. La cosa era que le estaba pasando más seguido de lo necesario, además, ¿por qué tenía que fijarse justo en él? No era el único que era lindo, pero ni Todoroki ni Midoriya le llamaban tanto la atención como Bakugō lo hacía, y aunque al principio se dijo que eso se debía a que no pasaba tanto tiempo con ellos, se percató que con Kaminari también pasaba bastante tiempo pero aún así el chico jamás le llamó la atención de tal manera.

Por ello, el pelirrojo había llegado a una conclusión: físicamente, Bakugō tenía de rodillas al pobre Eijirō.

Y es que... Oh, decir que se había logrado aprender su rostro de memoria era menospreciar la exactitud que el chico tenía al recordar cada detalle de Katsuki. Su cabello tan rebelde, la arruga prematura entre sus cejas de tanto fruncirlas, sus pómulos y mandíbulas marcadas... Sus ojos, diablos, sus ojos, tan iguales y tan diferentes a los suyos al mismo tiempo.

Pero, eh, que gustar no era solo "ay, me parece guapo", claro que no. También entraba el factor en el que más complicaciones tenía Katsuki: la personalidad.

La personalidad de Bakugō era una aventura total, una montaña rusa impredecible y peligrosa. Acostumbrarse a la brusquedad de ella era algo que a Kirishima le costó pero que con esmero lo logró, y no fue mucho después que empezó a ver las virtudes del rubio, que aunque ocultas estaban, eran muchas más que los defectos.

Sí, Bakugō podía ser algo, irónicamente, explosivo. Reaccionaba mal y de forma agresiva ante la más mínima provocación. Pero más allá de ese chico brusco, había un ambicioso joven que luchaba por sus sueños. Rendirse no estaba en su vocabulario, y aunque a la mayoría le chocase su arrogancia, el chico tenía todo el derecho de presumir sus increíbles capacidades. Katsuki era digno de admirar, ni su mayor enemigo podía negarlo. Cabía destacar que no era exactamente el mismo chico que hace más de un año entró a la UA. Había cambiado para mejor, y él había tenido la suerte de presenciar cada vez que estos cambios se manifestaban.

¡Sí, soy gay! 🌈kiribaku/bakushimaWhere stories live. Discover now