1. Amargada

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Lucy

-Lucy levántate. -escuché mientras tocaban, o más bien dicho, azotaban la puerta. No quería levantarme, pero tenía que hacerlo, porque si no quien sea que estuviera tras la puerta no dejaría de molestar hasta que yo diera señales de vida. Además, tenía colegio y era mi obligación asistir.

-Ya voy. -me quejé y me levanté perezosamente de la cama. Ayer fue una noche muy larga. Apenas y si dormí por culpa del ruido en el piso de abajo. ¿A quién en esta vida se le ocurre hacer un partido de fútbol un domingo en la noche? Apuesto que a un idiota, porque de verdad que los gritos de los chicos con cada gol y los quejidos cuando habían faltas o cualquier otra cosa, no eran muy agradables. Ni siquiera la música a todo volumen en mis audífonos pudo callar un poco todo el ruido, sí, cuando terminó el partido pude dormir tranquila, pero aun así fue un infierno antes de eso.

Me dolía la cabeza y eso me causaba tener un humor del demonio. Esto era lo que quería evitar para hoy, pero con mis hermanos es casi imposible. Además, era lunes ¿quién no odiaba los lunes? Creo que la mayoría sí lo hacemos. Y si no los odias es porque nunca viste Garfield.

Me dirigí al baño, que por suerte es privado. Mi habitación era la única con baño privado y bueno... la de mis padres también, pero esa habitación siempre está cerrada con seguro. Bueno, volviendo a lo de mi baño, es una de las ventajas de ser la única mujer en casa: tengo mi propia habitación con baño, así tengo la privacidad que necesito. Obtuve esto hasta los once años cuando mi mamá lo creyó necesario ya que iba a empezar con eso de la pubertad, cambios en mi cuerpo y blah, blah, blah.

El punto es que dividieron una habitación y la remodelaron para mí, eso sí, es bastante pequeña. Una cama individual, un armario y una mesita con espejo era todo lo que entraba aquí. Mi baño es prácticamente nada también, es aún más minúsculo que la habitación, pero no me quejo ya que al menos no lo tengo que compartir con nadie.

Antes de la remodelación, era horrible tener que pasarla con Rubén, Derek y Tomás en la misma habitación, por Rubén no tanto, pero sí por los otros dos, siempre perdían mis cosas o me las escondían para mofarse de mí. Ahora no tenían acceso a tan siquiera mirar lo que hago o lo que tengo.

-¡Lucy! -volvieron a gritar. Ahora sí identifiqué la voz; era Tomás. Antes no sabía quién era porque mi cerebro aún estaba dormido al modo zombie y no entendía mí alrededor. Aunque, tampoco es que esté completamente despierto, está medio funcionando, pero al menos ya podía razonar un poco.

-¡que ya voy! –grité de vuelta y me despojé de mi ropa. Anudé mi cabello en un moño alto para meterme a bañar, no quería lavarlo porque ayer lo había hecho de todas formas y no solía lavarlo todos los días. Además, quería apurarme antes que Tomás siguiera molestando. Me metí bajo el agua tibia que caía desde arriba para relajarme un poco y eliminar mi mal humor.

No lo logré hacer.

Salí del baño y sequé mi cuerpo para empezar a vestirme. Tomé una camiseta celeste y pantalones negros. Me coloqué mis converse blancos y peiné mi cabello en una coleta alta para ocultar el desastre de mi cabeza. Tampoco quería llevarlo suelto. Me maquillé para ocultar mis ojeras, hubiese querido que existiera maquillaje que quitara la cara de culo que siempre se tiene, pero no, eso era lo único que no podía lograr. Finalmente terminé de arreglarme y tomé mi mochila de mi cama. Observé mi desordenada habitación antes de salir. Ya era hora de arreglarla, pero me daba mucha flojera hacerlo, tal vez en la tarde o el próximo fin de semana. No lo sé, cuando me desespere de ver zapatos y ropa tirada por todas partes, lo haré.

Abrí la puerta y pude apreciar el rostro de mi hermano quien al parecer estaba a punto de venirme a llamar nuevamente.

-ya estoy, deja de molestar. -rodé los ojos mientras pasaba a su lado.

Vida Entre Chicos (SC Libro #1) Where stories live. Discover now