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Hace un mes

-Sabes hermana? – miré a aquella chica derrumbada, miré a mi hermana, de rodillas en el suelo de mi piso, vestida de novia y decidí escucharla a pesar de mi cabreo – nada es comparado con el dolor que sentí cuando papá y mamá nos abandonaron.

-No sufras por ese imbécil, no sabe lo que se ha perdido Alicia.

-Pero no es el sufrimiento por que se haya ido, es la humillación de dejarme plantada así – señaló su vestido de novia – joder podía haber dicho algo antes – se limpió las lágrimas y se levantó volviendo a ser la mujer fuerte que yo conocía, volviendo a ser la mujer que una vez caída, se levantaba y seguía como si nada, esa era mi hermana, esa fue mi madre desde que tenía 18 años.

Jorge, un inútil que conoció en la universidad, un inútil que nunca me gustó por ser poco hombre, por tener pocas ambiciones, por no hacer nada en la vida y dejarlo todo de lado en cuanto se le complicaban un poco las cosas. Un hombre al que mi hermana manejaba como quería y me extrañaba que ella fuera a soportar eso, pero no era mi vida, sino la suya.

-Que se joda – volvió a hablar – que nos iremos tú, Ariadne y yo a Escocia, era mi luna de miel pero se convertirá en un viaje de amigas.

Un mes después.

-Sal ya Alicia – Ariadne, mi amiga, nuestra amiga, le gritaba a mi hermana – nos vamos ya que el coche ya está en la puerta.

-Vooooooy – se escuchó un golpe, varios insultos y por la puerta salía mi hermana – joder me he golpeado con el sillón en la pierna.

Las dos nos empezamos a reír y ella tan digna pero cojeando subía al ascensor.

-Que vamos a ver hoy? Que prisas tenéis?

-No sé Alicia. Ariadne es la que hizo la ruta.

-Iremos a ver un castillo que hay aquí en Edimburgo y después toca emborracharse.

-Deberías mirártelo.

-El qué? – preguntó Ariadne a Alicia

-Tu problema con la bebida – yo comencé a reír mientras ellas se retaban con la mirada.

-Tú – ahora me tocaba a mi la bronca de mi hermana – te has puesto cuñas, vas a pasarlo muy mal hoy.

-No podrías decirme lo mona que voy con este vestido? – ella giró los ojos y suspiró.

Me llevaba 10 años, es decir que ella en este instante tenía 34 años pero aún así yo siempre fui la loca, la menos responsable.

Subimos al coche y ellas decidieron que yo debía conducir, por lo tanto nos fuimos alejando del hotel donde nos quedábamos y mientras yo iba mirando las calles y las carreteras ellas iban admirando el bonito paisaje de Escocia.

Una vez llegados frente al bonito castillo del siglo 15 que todavía se seguía manteniendo en pie. Vimos a un señor frente a la puerta, con unas ropas muy antiguas.

-Hemos llegado – suspiró Ariadne mirando lo bonito que era aquel castillo.

Nos acercamos a la entrada cuando el hombre que estaba ahí se puso delante mia impidiéndome el paso.

-Ya ha llegado mi señora.

-Perdón? – pregunté impresionada

-Está en su casa mi señora, hace mucho tiempo que la esperábamos.

-Vale, gracias.

Decidí ignorarlo y seguir junto a mi hermana y Ariadne. Había más gente ahí esperando ya que contratamos el guía.

Dos horas nos tuvo paseando de habitación en habitación explicándonos la historia de aquel lugar. El último dueño que vivió ahí fue en el siglo 19. En el siglo 20 pasó a formar parte del patrimonio de la humanidad de Escocia y formar parte de todas las propiedades que la Reina Isabel tenía, pero nunca residían ahí. El castillo fue dejado para las visitas al público.

Una vez terminada la visita nos acercamos al guía.

-Perdona – conseguí su atención – quién es el hombre que hay ahí fuera?

-Qué hombre? – describimos al hombre y lo que me dijo y él se quedó sorprendido – hay una leyenda, que habla sobre un fantasma.

-Venga si, claro – habló mi hermana.

-No sé si es verdad – la miró el guía – nunca nadie lo ha visto pero dicen que en el siglo 15, existía una mujer, la mujer del laird que fue muy querida por todos los empleados del castillo. Dicen que esta mujer desapareció y que después de mucho tiempo de búsqueda sin resultados el laird se volvió loco, el castillo se volvió triste, apagado y el mayordomo, el fiel amigo y empleado del laird la esperaba todas las noches fuera, deseando, rezando para que esa mujer volviera y alegrara otra vez sus días. Según cuentan los vecinos, por las noches, si pasas cerca de la puerta del castillo escuchas a alguien de rezar pero nunca nadie ve quien. Dicen que es el mayordomo que sigue esperando que su señora vuelva.

-Entonces por qué le ha dicho a mi hermana eso? Es que mi hermana es su señora?

-No lo sé.

Nos despedimos del guía y dejamos ese momento en el recuerdo como una anécdota más del viaje. Paramos en la primera taberna que encontramos y mientras Alicia y Ariadne pedían yo contestaba la llamada de Francisco, mi novio. Ahora mismo él llevaba más de un año en Italia trabajando y eran pocas las veces que nos veíamos y esta vez fue una de las veces que lo dejé plantado, mi hermana era más importante que él.

-Hemos pedido un camión de cerveza. Qué tal tu churri?

-Bien, va a trabajar ahora.

-Hace tiempo que no lo vez no? – me volvió a preguntar Ariadne

-Si. La última vez tuve que cancelar el viaje, él no podía.

Mi hermana cambió de tema y comimos algo, mientras seguíamos bebiendo cerveza. Llegado el momento yo había parado y me había pedido agua, nunca me había emborrachado y esta no sería la primera vez.

-Sabes – Ariadne que iba borracha comenzó a hablar – tu novio es un bomboncito y no veas como – se quedó callada.

-Como qué? – Alicia estaba pendiente de la conversación y yo estaba deseando saber que tenía que decir mi amiga.

-Sofia, cuando tu novio anuló tu viaje, era porque yo iba a verle. Hace mucho tiempo que nos vemos a escondidas.

-Pero que cojones? – intervino mi hermana – quieres decir que Francisco está engañando a mi hermana? – Ariadne borracha, asintiendo con la cabeza, comenzó a reir.

Me quedé en shock, no me dolía él, desde luego esta relación seguía por costumbre. Me dolía ella, ella que era mi amiga del instituto, mi compañera en la universidad, ella que era como una hermana más para mi.

Cogí las llaves del coche ignorando los gritos de mi hermana. Una vez el coche arrancado lo puse en marcha, sin mirar los espejos, sin darme cuenta de que de frente venía un camión.

Solo escuché gritos, y comencé a dormir. Nada me dolía, nada me importaba. No vi una luz, pero si a dos personas frente mia.

Me encontraba al lado del coche, viendo como mi cuerpo estaba dentro, aplastado por el camión.

-Mamá, papá?

-No es tu momento hija, no todavía.

Mi alma volvió a entrar en mi cuerpo y después del último suspiró y la última lágrima que salió de mis ojos morí.

Lo que jamás te he dichoWhere stories live. Discover now