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-Connor? – mis ojos se abrieron y vi una habitación blanca.

-Sofia? – miré de donde provenía la voz y vi a la abuela. – niña – gritó de alegría – estás despierta.

-Eso espero. – sonreí – Connor?

-Aii hija, te puedes mover? – moví las piernas y me faltó gritar de alegría. Asentí – pues vamos, debemos interrumpir un Hadfasting.

-Un qué? – intenté quitarme el camisón pero ella me detuvo.

-Corre, no hay tiempo.

La mujer intentó seguirme el ritmo pero no pudo. Se cansó.

-Corre, vete al lado del rio, en la roca que hay, corre hija, corre.

Comencé a correr como si me fuera a dejar la vida en ello. Me encontraba bastante bien para tener una herida en el corazón. Llegué y había gente alrededor, pero se asombraron al primer empujón que di y me dejaron pasar.

-No puede ser – susurré antes de gritar su nombre – Connor – no solo me miró él sino un niño también.

Un niño rubio, con unas facciones delicadas pero la mirada de su padre. Estaba ahí, de la mano de Eva que asombrada se tapó la boca. Él me miró e inmediatamente quitó las manos que sujetaban las de Isabel. El señor que presidía la ceremonia se quedó a medias de poner una cuerda en las dos manos y atarlas. Ignoré eso y me acerqué a mi hijo.

-Hola Connor – el niño me miraba – soy mamá – abrí los brazos lentamente, para no asustarlo y dejé que él se fuera acercando.

-Ma..... ma – caminando, como él sabía, vino a mis brazos y se dejó caer.

Me emocioné, era la primera vez que yo veía a mi hijo caminar, y la primera palabra que escuchaba de su hermosa boquita. No entendía como pudo haber pasado el tiempo tan rápido, hace apenas dos días que yo me había ido pero había vuelto joder. Abracé a mi pequeño con todo mi corazón.

-Sofia? Estás bien?

-Si – hubo un silencio incómodo – pero no te voy a preguntar como tú estás porque ya veo que estás muy bien.

-Seguimos o porque haya resucitado no nos casaremos? – preguntó la impertinente y Connor se quedó en silencio – que si nos casamos? – volvió a preguntar ella

-Contéstale Connor – yo lo animé a que lo hiciera – contéstale a tú novia.

Mientras él se giraba para encarar a la furiosa novia yo me daba la vuelta para ir hacia el castillo. De camino, poco a poco me fue alcanzando gente, dándome la bienvenida. Supongo que a la vuelta y no a casa, a la que antes había considerado como casa.

Entré por las puertas y me senté al lado de la chimenea, en los sillones que tantas veces me senté. Ahí estaba la abuela.

-Siempre supe que volverías a la vida – sonreí mientras acariciaba la cabeza de mi hijo.

-Como ha pasado tanto tiempo? – ella solo alzó los hombros en señal de, no lo sé.

-Te ha reconocido – asentí pero no apartaba la mirada de mi hijo – algunas veces Connor y yo subíamos a llevártelo, siempre pensábamos que eso te haría volver y sobre todo que vuestro pequeño te reconocería al verte.

Lo seguí acariciando mientras se quedaba durmiendo en mis brazos y yo lo acunaba despacio.

-No se ha dormido nunca en los brazos de nadie – sonreí pensando que mi hijo era el único que se mantuvo fiel a mi, a su madre – igual que lleva tiempo arreglar estos asuntos.

Lo que jamás te he dichoWhere stories live. Discover now