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-Cuando desperté? – asintió – me encontraba en el hospital, mi hermana estaba a mi lado. Los médicos después de revisarme, dijeron que no volvería a caminar nunca. Esa misma noche escribí la carta que leíste. No hay mucho que contar, para mi fueron dos días solo. El día que llegué y el que morí.

-Ahí estás muerta? – asentí

-Mi hermana también leyó la carta y me ayudó a hacerlo. Me proporcionó los somníferos que me tomé para morir. Era la única manera de volver.

-Es decir que si aquí mueres ahora – terminé la frase por él

-Me puedes enterrar porque no volveré, esta vez no.

Se detuvo y me abrazó, dejándome prácticamente sin respiración alguna.

-Todos los días iba a verte – nos sentamos debajo de la sombra de un árbol y comencé a escuchar su relato – te comentaba como había sido mi día y que es lo que Connor había descubierto, aunque parece que no, nuestro hijo ha hecho de las suyas en un año y pocos meses – sonreí – había veces que agarraba tu mano y lloraba sin parar hasta que mi abuela me obligaba a salir de ahí y había otras que te miraba y me enfadaba por no recibir contestación, por no escuchar tu voz, tus gritos, lo que fuera. Te prometí mil veces dejarte hacer lo que te plazca sin decirte nada con tal de que volvieras pero no me hacías caso – seguía escuchando en silencio – sabía que estabas en algún lugar pero no sabía donde ni como traerte de vuelta, estaba perdido.

-Bueno – acaricié su mejilla – piensa que estoy de vuelta y que iré a montar a Rayo.

Me puse de pie y comencé a correr, pero él era más rápido y me alcanzó, tirándonos al suelo.

-Donde va My Lady? – comenzó a hacerme cosquillas.

-A montar.

-No puede, lo tiene prohibido desde el embarazo – siguió con las cosquillas – y ahora más todavía.

-Dijiste que podía hacer lo que quisiera – contesté cuando se detuvo.

-Shhhhhhh – puso el dedo en mi boca haciéndome callar – vienen caballos, no te muevas de aquí.

Me quedé sentada, escondida detrás del arbusto mientras él se movía y desenfundaba su espada.

-Connor, My Lady – alguien nos llamaba – soy Patricio.

Entonces Connor salió de su escondite.

-Qué sucede? Sofia, puedes salir.

Miré a los dos hombres y a los tres caballos.

-Ha llegado un mensajero, están invadiendo Sky.

-Vamos, no hay tiempo. Vete antes y que preparen todo, saldremos ahora.

Me subí al caballo y seguí a Connor. Cuando llegamos al castillo vi a Eva.

-Da órden de que preparen mis maletas, nos vamos a Sky.

-No, tú no te vienes – Connor estaba en la entrada, con su faceta de guerrero temido, esa que nunca había visto.

-Como vas a ir solo?

-Como voy a llevar a mi mujer a la batalla? Te has vuelto loca?

-Pero ....

-Ni un pero en esto Sofia, te quedas. – se dirigió a su despacho y yo me quedé ahí plantada en medio de la entrada viendo como mujeres y hombres pasaban con comida y armas esquivándome.

No recuerdo lo que pensé en aquel momento, si lo hice siquiera, solo sabía que mi marido se iba a una batalla.

-Ven niña – la abuela tiró de mi y me llevó a los sillones al lado del fuego – sabes como actuar ahora? – negué con la cabeza – antes de que tú marido se marche, debes salir con el pequeño a despedirlo a él y a los hombres que se van – asentí – nada de lágrimas, nada de lloros, nada de llévame contigo – volví a asentir – tus palabras deben ser, que Dios os proteja mi señor, a ti y a nuestro clan. – volví a asentir – luego te explico el porque cariño – me acarició la cabeza y una doncella me puso al bebé en brazos.

Poco después mi marido se acercó a mi. Cogió al bebé, lo abrazó lo besó y le dijo algo, pero vuelvo a repetir,no recuerdo el qué.

-Sofia – lo miré a los ojos y acaricie su mejilla – siento haber sido tan duro antes – tragué en seco el nudo que se formaba en mi garganta.

-No pasa nada, vete tranquilo.

-Volveré, te lo prometo.

Lo abracé, quise estar así el resto de mis días, porque abrazada a él sabía que no se iba, pero Patricio nos volvió a interrumpir avisando de que todos estaban listos. Esta vez, cogí a mi pequeño en brazos y salí detrás de él fuera donde todos los hombres estaban montados en sus caballos esperando al Laird. Donde todas las mujeres estaban llorando la partida de sus hijos y de sus maridos.

-Que Dios os proteja mi señor, a ti y a nuestro clan – dije alto y claro, tragando el nudo de la garganta.

Él, como todo caballero, besó mi mano y la frente de nuestro hijo.

-Volveré mi señora, mientras tanto recuerda que os quiero a ti y a nuestro hijo.

Tiene narices el gilipollas, me dice ahora que me quiere, cuando se va!!!!!!!!!!!

Madre mia, porque hay gente delante sino, como bien dice mi hermana, lo había puesto de vuelta y media. Ya no era el dolor solo, era la rabia, en mi caso una mezcla muy poderosa. Rezaba que se fuera antes de que mis labios se fueran a separar y a decir cualquier brutalidad y dejarlo en ridículo, porque en esto consistía todo, en no dejar en ridículo al Laird. Respira Sofia, respira. Eso es lo que me repetía en mi cabeza y bien me acuerdo de esa frase porque me acompañaría durante mucho tiempo.

Como si me hubiera leído el pensamiento, se alejó y se subió a su caballo. Una última mirada acompañada de un guiño de ojo y se marcharon todos. Me quedé ahí, pensando esta vez que me guiña el ojo y va directo a la muerte, si, este hombre es gilipollas. Acaricié la cabeza de mi pequeño y le quité la mano de la boca, que vaya manía tenía con chuparse el dedo. Da igual que fuera lleno de barro, el se lo chupaba. Enfin, volvía a ser yo, ahora si.

Me metí dentro del castillo y vi a la abuela sentada en el mismo sitio de antes. Dejé al niño en el suelo y me senté a su lado.

-Cuando me casé – comenzó a hablar – mi marido se tenía que ir. Recuerdo que la única noche que pasamos juntos fue la de bodas. Lloré igual que una magdalena al verle marchar hasta que mi madre me amenazó con darme una azotaina. Me casé muy enamorada sabes, de hecho prácticamente lo obligué a casarse conmigo – la miré ahora detenidamente aunque no me sorprendía para nada – otro día te lo explicaré cariño – asentí y ella siguió – Mi madre fue la que me explicó que con mis lloros aparte de dejar en ridículo a mi marido y que fuera la comidilla de todo el clan durante mucho tiempo, no inspiraba ninguna confianza a las personas que se quedaban conmigo. Con mis lloros demostraría que soy una blanda. Por lo tanto, hiciste muy bien en no llorar.

-A última hora me apetecía más estrangularlo que llorarle – solté sin darme cuenta de lo que decía pero oye, la abuela comenzó a reír.

-Te dijo que os quería a ti y al pequeño?

-Como lo sabes? – ella suspiró

-Porque mi nieto es de pocas palabras y solo las dice cuando se va a la guerra. A mi también me ha dicho que me quería hoy, y que era su abuela preferida, como si alguna vez hubiera tenido otra abuela – ahora nos reímos las dos – hija lo difícil no es ver a tu marido partir a la guerra, lo difícil es verlos a ellos – dirigió la mirada a Connor que estaba con el dedo en la boca – ahí si que se te parte el alma.

-Pero es muy pequeño para eso, queda mucho tiempo – le seguí mirando sin querer imaginarme el momento de verlo en esa misma situación que a su padre hace unos momentos.

-Todo llega mi niña, todo llega. Maridos hay muchos pero hijos muy pocos y ahí es cuando no aguantas las lágrimas, ahí es cuando miras al cielo noche y día y rezas para que te vuelvan sanos y salvos y conforme pasan los días rezas para que te vuelvan vivos.

-Ai abuela, no me digas todo eso – si, el nudo en la garganta se había colocado otra vez.

-Hija, hay que estar preparada para todo y yo no estaré siempre a vuestro lado, a mi no me queda mucho tiempo. Solo espero ver llegar a Connor de vuelta y luego me moriré tranquila.

-Venga – interrumpió Eva – la cena ya está servida, dejaros de habladurías.

-Ha vuelto el ogro – susurró la abuela al darse la vuelta Eva.

-Te he oído – le contestó esta haciéndonos reír

Lo que jamás te he dichoWhere stories live. Discover now