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Despierto frente al castillo que había visto unas horas antes. Pero espera, yo no había muerto. Había visto hasta a mis padres. Miro a mi alrededor y sigo llevando puesto mi vestido blanco con florecillas y mis cuñas marrones. Miro alrededor y había mucha gente. Mujeres rodeadas de niños con bolsas de tela en las manos. Un montón de casas de madera con tejados de paja. Todo alrededor mio era verde, todo era hermoso, pero que vestimentas llevaban. Por qué me miraban así?

-Señora – me asusté viendo a un hombre aparecer, el mismo que en la puerta del castillo se me acercó – señora ha vuelto, que alegría señora – prácticamente se tiró encima mio en vez de abrazarme para luego disculparse un montón de veces – señora va usted en ropa interior.

Cogió su capa y me tapó ante mi asombro. Que ropa interior, si era un vestido muy mono que me había comprado con mi primer sueldo de maestra y no se veía nada, iba por encima de la rodilla y la falda hacia un poco de vuelo, solo eso.

-Vamos dentro señora, acompáñeme.

Lo sigo, más que nada porque las miradas de las personas comenzaban a darme un poco de miedo, en cualquier momento me tirarían tomates u huevos, segura estoy. Paso la puerta de madera del castillo y a conforme lo vi antes no tenía nada que ver ahora. Personas y no eran los visitantes sino gente del mismo castillo, con sus ropas antiguas. Haciendo sus labores diarias. Lo que también me llamaba la atención es el aire tan pesado, el ambiente tan cargado que había conforme íbamos llegando a las puertas del castillo. En cambio el señor que me acompañaba estaba tan contento que en ningún momento había parado de hablar, eso si, yo no le estaba escuchando.

-Laird – antes de subir las poquitas escaleras que había y entrar en una habitación a oscuras – laird, cuidado por donde camina mi señora.

Si, no veía un pijo, seguramente me fuera a matar por segunda vez hoy.

-Por que cojones gritas tanto Malcolm?

-Mi señora, mi señora está aquí laird. Ha vuelto.

Escuché el sonido de una silla arrastrar por el suelo, seguramente estuviera lleno de mierda. Madre mia, esta habitación llevaba sin ser aireada y limpiada mucho tiempo. Que asco.

Solo se escucharon pasos y de repente una luz me cegó. El hombre que estaba sentado, abrió una cortina dejando paso a la luz.

-Te puedes ir Malcolm – este asintió y dirigiéndome una última mirada, se marchó. – Dónde has estado Isabel? – se acercó cada vez más – te hice una pregunta.

-No me llamo Isabel – realmente no sé de donde saqué el coraje de contestarle ya que a su lado yo parecía una muñequita de feria.

-No te llamas Isabel? Y como se llama mi querida esposa?

-No soy tu esposa y mi nombre es Sofia.

-Claro. Ahora, supuesta Sofia, dime donde demonios has estado! – gritó y yo me asusté pero no me escondí detrás de la cortina.

-No lo sé. En que año estamos? – mi pregunta le dejó aturdido en un principio.

-1449.

-Mes?

-Agosto.

-Qué cojones ¿ - comencé a temblar y se vé que llamé bastante la atención del grandullón que se acercó a mi – como cojones he llegado a este año? Dime como? – me estaba poniendo histérica.

-Isabel, desapareciste hace 3 años, en 1446.

-Que no soy Isabel cabeza hueca – le grité todo lo que pude – mi nombre es Sofia y vivo en el año 2019, vivía. A ti no te conozco de nada tonto las narices, ni sé que pinto aquí.

-Pero ..... – lo interrumpí cuando empecé a caminar por la sala que seguía sin tener poca luz.

-Tu puñetero mayordomo se me presentó esta mañana, cuando entraba a visitar este castillo y me dijo que era su señora, pero que yo no soy la señora de nadie, yo soy una puñetera maestra que aguanta niños pequeños y que los educa y que fue atropellada hoy por un maldito camión cuando se enteró que el cabrón de su novio y la puta de su amiga estaban juntos. De que mierdas te ries?

-Ni yo mismo, que soy el guerrero más temido de las highlands, tengo ese vocabulario – seguía riendo – eso sí, como te escuche el cura de hablar, aparte del infarto que le va a dar, entrará aquí con un barril lleno de agua bendita solo para eliminar al demonio que llevas dentro. Ahora, siéntate y dime, si no eres Isabel.

-No, no soy Isabel. Mi nombre es Sofia, tengo 24 años y vivo en España. Me encontraba de viaje en Escocia, visitando este castillo cuando me maté en un accidente de coche.

-Qué es un coche? – antes de hablar dos guardias entraron gritando detrás de una mujer.

-Jefe, no pudimos detener a la bruja.

-Tú – esta me señaló ignorando a todos – has roto las barreras del tiempo.

-Iros – les indicó el grandullón – dejad a la bruja tranquila. Habla mujer, estamos solos – le indicó a la señora cuando los guardias se fueron.

-Ella no es quien tu crees, es una viajera en el tiempo. – iba a preguntarle que significaba eso pero ella lo aclaró – son personas que viajan a través de los siglos. Qué te ha pasado a ti?

-Morí atropellada. – ella asintió.

-Tu alma es tan fuerte que puede traspasar barreras como la del tiempo. No sé que buscas aquí, normalmente todos los viajeros tienen un objetivo que cumplir pero parece ser que tú no tienes ninguno – negué con la cabeza – no tienes manera de volver y tampoco sé como hacerlo. En tu siglo estás muerta.

Me senté en el primer banco que encontré, respirando fuertemente. Joder, joder y joder. No pensé en mi en ningún momento. Realmente yo podría ser sustituida tanto en el trabajo como en las pocas amistades que tenía, pero había un sitio, una persona que nunca me podría reemplazar. Una persona que había perdido demasiado, igual que yo, pero que hoy en día me había perdido hasta a mi. Mí pobre hermana estaba ahí en otro siglo, otra dimensión pero estaba sola, por mi estupidez, por mi enfado, la había dejado sola.

-Respira – el grandullón me ordenó que respirase y solo entonces me di cuenta de que no lo estaba haciendo – si no tienes algún lugar al que ir te puedes quedar aquí.

-Que lugar voy a tener – ahora comencé a llorar, otra vez – estoy sola en el mundo, en este mundo.

-No llores más, te quedarás aquí.

-Puedo trabajar, puedo hacer lo que sea.

-Primero irás a quitarte el camisón y a bañarte y después bajarás a cenar.

-No es un camisón, es un puñetero vestido y esto – le señalé los zapatos – son unas cuñas.

-Eso es un vestido? – asentí – pues aquí ni las putas se visten así – dándose cuenta de su error, cerró la boca – lo siento, no quise decir eso.

Cuando me puse en pie, utilizando la poca dignidad que me quedaba después de eso, vi una mujer que estaba esperando en la puerta.

-Acompáñala, ella te dirá donde está tu habitación.

En silencio la acompañé y subimos unas escaleras de piedra, las mismas que unas horas, o unos siglos antes, estaba subiendo. Pasamos por un pasillo largo que tanto a la izquierda como a la derecha tenía puertas de madera y ella se detuvo en una. Dos puertas talladas de madera, abrió una y me dejó entrar. Había una cama con dosel, un armario, otro baúl a los pies de la cama, una chimenea y un aparador con un espejo.

En medio de la habitación había una bañera llena de agua caliente.

-Señora, este es el jabón y aquí están las toallas – señaló encima de la mesa – si quiere yo misma la puedo bañar.

-No, pero gracias – ella se fue caminando hacia la puerta – perdona – se detuvo y se giró para mirarme – mi nombre es Sofia, no me llame señora.

-No es usted la señora Isabel? – se sorprendió viéndome negar con la cabeza – pues – se detuvo – no se preocupe, yo la llamaré por su nombre.

Lo que jamás te he dichoWhere stories live. Discover now