Capítulo 15

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Golpe

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Golpe. Golpe. Golpe.

El enorme saco se balancea de un lado a otro. Ningún golpe me hace sentir mejor, solo parece incrementar la adrenalina en mi cuerpo. Puño derecho al centro, puño izquierdo a un lado. Fuerte, duro, constante. El maldito saco no está reventando como me gustaría, solo mis nudillos parecer empezar a cuartearse. No podría importarme menos esto último.

Quería gritar para expulsar más rabia de mi sistema, pero ya estaba llamando suficientemente la atención. Volverme un loco solo me tendría fuera del gimnasio rumbo a la psicóloga del club, y lo menos que quería hacer en este momento era hablar de mi jodida vida de mierda.

Golpe. Golpe. Golpe.

Aspiro por la nariz tratando de controlarme un poco. Cada golpe parecía aferrarme más a la furia en vez de ayudar a sacarla de mi sistema. La jodida cosa tampoco estaba funcionando.

Ya había tratado de todo. correr como si fuese Usain Bolt antes de un Olímpico. Practicar como si estuviéramos a días de la final del mundo. Intentar meditar tampoco me llevo a ningún buen lugar; y una buena follada había terminado conmigo preocupado por una insipiente disfunción eréctil.

Odiaba mi vida en estos momentos.

Nada parecía diluir la testosterona en mi sistema. Ni una mierda ayudaba a traer a mi cabeza devuelta al juego. Me estaba convirtiendo en un maldito maníaco lleno de ira y no sabía que jodida mierda hacer.

Golpe. Golpe. Golpe.

Nunca me había presionado tanto en mi vida. No entiendo como mi cuerpo estaba aguantando todo a lo que lo someto. Ni en mis años más jóvenes me había esforzado tanto a punto límite, y nada parecía golpearme lo suficientemente fuerte. Hiciera lo que hiciera, en la noche volvería a mi cama y no habría un maldito segundo en el que mi mente se callara. Dormir al parecer se había vuelto una utopía. Tampoco que los sueños me llevaran a un buen lugar, solo parecía que cuando finalmente caía rendido terminaba despertándome aún más caliente, y en los dos sentimos de la palabra.

Golpe. Golpe. Golpe.

Mi malhumor no es algo que alguien haya pasado por alto. Cada maltada persona en el club sabía que no era bueno cruzarse en mi camino por estos días. No había hecho falta ni que dijera algo para que todos los chicos entendieran que estaba manejando mi mierda a mi manera. No es como si me estuviese llevando algún lado, pero en fin, era lo que era.

Al parecer Ezra había decido que siete días eran suficientes para dejarme por mi cuenta sin intervenir. Hace más de una hora que estaba rodeando mi área vigilando como águila, supongo que esperando el momento para interponerse. O quizás supervisando que no callera muerto en ningún momento próximo.

Y entonces el maldito saco se zafa y cae.

No fue como si ello me haya detenido demasiado, simplemente lo comencé a patear en el piso. Al parecer, esa era la señal de que había perdido mi mente por completo y Ezra lo tomo como el pie para inmiscuirse. ­­­

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