Capítulo 18

6 0 0
                                    

—Lo siento, lo siento, lo siento —no sé cansaba de pedirme disculpa al oído, pero aún seguía sin poder enfocar mi mirada en ella

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Lo siento, lo siento, lo siento —no sé cansaba de pedirme disculpa al oído, pero aún seguía sin poder enfocar mi mirada en ella. Mis ojos se hallaban tan nublados como cataratas. No veía absolutamente nada.

—Oh por Dios, por favor déjame ayudarte —me rogó y la sentí moverse a mi lado, pero la aparte antes de si quiera intentara algo. Ya había hecho demasiado por hoy, muchas gracias.

—Aleja tus manos —dije con una voz ronca que jamás había escuchado salir de mis labios.

Putísima madre de Dios.

Nunca jamás había sentido un dolor tal. Me sentía como Gollum sin poderme encorvar más sobre mí. No había punto de comparación. Vía estrellas de colores en el fondo de mis ojos. Ni siquiera podía ser capaz de gritar, todos mis sentidos se encontraban centrados en mi entrepierna.

Se sentía cómo si me hubiesen presionado sobre el pene una antorcha de fuego. Cada misero nervio ardía en dolor. Lo único que parecía poder repetir en mi cabeza era ¿por qué carajos se me ocurrió que sería buena idea no utilizar bóxer justo hoy?

—Necesitamos ir al médico —me indicó caminando lejos de mí y por primera vez pude enfocar mi mirada en ella y verla cómo buscaba algo desenfrenada por la sala.

Y una mierda.

—No se te ocurra.

No había chance de que fuese a un hospital por agarrarme el pene con el cierre. Ni una misera posibilidad. Ir a un hospital, en especial en este estado, implicaba que algún imbécil en busca de dos pesos vendiera la historia a los medios. No pensaba empapelar la ciudad con mi imagen siendo la burla del fútbol.

La cara de arrepentimiento de Mila casi me daba pena, obviamente si no sintiera que mi pene se estaba partiendo en dos podría quizá importarme. Ni siquiera iba a intentar hacerla sentir mejor, esta mierda dolía cómo nada en comparación.

Evalué la situación meditando las posibilidades. No veía ninguna a la vista. Mi pobre amigo no se veía bien. Una simple mirada y me quitó la respiración. Un nudo atiborró mi garganta llenándome de miedo. No volvería a ser el de antes, me sentía decapitado. Unas gotas de sangre me aterraron por completo haciéndome palidecer. Estaba tan enganchado que la piel se veía extraña a su alrededor, incluso había una pequeña telita colgando que casi me hacía vomitar.

Vi a Mila caminar hacia las escaleras por el rabillo del ojo y salté, metafóricamente hablando obviamente, no había chance de que volviese a mover de ese sillón, cualquier movimiento podría solo empeorarlo. Me quedaría aquí por la eternidad. Quizás un poco de vaselina y hielo podrían ayudar a quitarlo. Montones de hielos. Quizás también litros de alcohol... para beber, obvio.

—¿A dónde carajos mierdas se supone que vas? ¿Me dejas solo así?

Estaba aterrado cómo nunca antes. No tenía una puta idea de qué hacer al respecto. Volver el cierre a su lugar o abrirlo del todo parecía mala idea, la simple hipótesis de que pudiese volverse peor me daba escalofríos.

OffSideDonde viven las historias. Descúbrelo ahora