Treinta; Luke

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Lía tiene todo el cuello lleno de hematomas y puedo ver algún que otro dedo de Nick señalado en él. No ha salido de casa y luce pálida. Dudo que haya podido dormir y la entiendo.

Está preocupada por él, yo también. Nick es muy cabezota y pedir ayuda no es lo suyo. Nick Dahms jamás pide ayuda, aunque esté al borde de un acantilado.

Lía no ha probado bocado del desayuno y James la mira desde la pequeña cocina con los brazos cruzados.

Hago una mueca y suspiro pesadamente. — Si no te lo comes tú me lo voy a comer yo.

Ella me acerca el plato y ruedo los ojos.

— ¿Y si llamamos a su madre? —Sugiere.

— No creo que sea una buena idea. Nick no habrá recurrido a ella y llamarla sería preocuparla.

— Está mal.

— Lo sé, y pronto dará señales de vida. Ten fe.

— ¿Fe? —Alza una de sus cejas y apoya la espalda en el sofá— Me voy a España pasado mañana.

— Lo sé, y él también lo sabe.

Me he llevado toda la noche buscándolo, llamando a nuestros conocidos y yendo a bares en los que podría estar.

Nada.

Es como si se lo hubiera tragado la tierra.

— Estará bien, es Nick, sabe cuidarse solo.

— Nick no está muy bien de la cabeza, Luke. Necesita ayuda.

— Lo sé, pero tiene que darse cuenta.

Lía cierra los ojos y mi móvil vibra. Han visto a Nick en un bar. Me levanto a la velocidad del rayo y ella me mira.

Me gustaba. No sabía que tenía pero me atraía. Quizás era su acento, su cuerpo, su sonrisa o el brillo en su mirada.

O porque es tímida, como yo, porque es un desastre y yo también lo soy.

Pero a ella le gusta Nick y debí aceptarlo porque él ha sido mi mejor amigo durante años, desde que entré en el ejército para que mi padre me aceptara, para que viera que soy un hombre, porque profesor de música no le convencía.

Era mejor dar tu vida por el país.

— ¿Dónde vas? —Pregunta.

— Tengo que irme, te llamaré luego para preguntarte cómo va tu cuello.

— Va a seguir igual por días.

— Entonces te preguntaré por tu estado de ánimo.

— ¿Sabes dónde está?

— Aún no. Te lo diré en cuánto lo sepa, ¿vale? Dame un poco de tiempo, incluso a él.

Lía hace una mueca y asiente.

— Lo mejor es dejarle espacio —dice James.

Sé que Lía se debate entre verlo o no porque no tiene que ser muy agradable ser atacada por el chico que te gusta.

Salgo de allí y saco las llaves del pequeño coche de segunda mano que he conseguido a un módico precio. Aguanto la respiración cuando entro en el coche y suelto el aire con los ojos cerrados.

Estaba jodido.

Y no solo porque mi amigo lo estaba, sino porque aún no había sido capaz de decirle a mamá que papá está acostándose con la vecina.

Es una situación que me supera porque no soy capaz de romperle el corazón a mi madre de esa manera.

Cada vez que me llama, mi corazón late con fuerza y las palabras se me atragantan porque quiero decírselo pero no puedo. Ni siquiera sé el cómo.

De cualquier manera le hará daño.

Conduzco hacia el bar el cual Hugo me ha dicho y cuando entro, lo veo allí, sentado en una mesa. Su compañía es un vaso de cristal medio vacío.

Me acerco y me siento en frente. No me mira, pero no hace falta porque sabe que soy yo.

Espero que hable, que me diga que está jodido y que necesita ayuda, pero no lo hace.

— Te he llamado cien veces.

— He apagado el móvil. Al parecer no has entendido que no quiero hablar con nadie.

— Lía me llamó.

Él hace una mueca de disgusto y se bebe lo que le queda del vaso. Tiene ojeras bajo sus ojos y los frota con pesadez.

— Necesitas ayuda.

— No necesito ayuda.

— Lía tiene tus dedos marcados en el cuello y cada vez que se queda dormida se despierta sobresaltada.

Sus hombros se sacuden y pone sus dedos en sus ojos porque no quiere llorar, pero lo hace. Murieron todos, menos él y todo porque no apretó el gatillo a tiempo.

No puedo ponerme en su lugar porque yo no sabría que hubiera hecho, tampoco puedo sentir el dolor y la desesperación que él siente.

— Hiciste lo que pensaste que fue correcto en ese momento.

Él niega con la cabeza pero no habla. No digo más y me levanto cuando él se tranquiliza. Su coche está allí aparcado, pero no es buena idea que lo deje a sus anchas porque ni siquiera puede caminar bien.

Lo sostengo después de dejar un billete sobre la mesa y salgo del bar con él. El cielo está encapotado y cada vez está más negro. No tardará en llover.

Lo dejo en el asiento del copiloto y él pone las manos en sus ojos.

Cierro la puerta y me monto en el coche para llevarlo a su casa. Apesta a alcohol, así que cuando llegamos, le quito los zapatos y lo ayudo a quitarse la ropa.

Cae redondo en la cama y suspiro pesadamente. Voy al salón y me siento en el sofá viéndome reflejado en la televisión apagada.

Cojo mi móvil y le envío un mensaje a Lía diciéndole que Nick ya está bien y en casa. "Okay, gracias" es su contestación.

Gracias...

Nick es como mi hermano mayor y verlo así de jodido me tiene con un nudo en el pecho. Miro la foto de pantalla. Una foto con mi hermana y con mi madre. Cierro los ojos con fuerza y la llamo.

Su dulce voz no tarda en escucharse al otro lado y suelto un suspiro.

— ¿Estás bien? —Pregunta.

— ¿Quieres a papá? —Le pregunto.

— Sí —se ríe— ¿Qué pregunta es esa?

— Él no te merece, mamá.

— ¿Qué dices? Cariño, estás muy raro.

Aprieto los labios y miro hacia la punta de mis zapatos. Decírselo por teléfono no es una buena idea.

— Tengo que colgar, iré a verte en cuanto pueda.

Cuelgo y me levanto del sofá. Voy a la habitación para asegurarme que Nick está bien y salgo de allí.

Goodnight and go (Disponible en Dreame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora