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Lunes, 9 de septiembre de 1985

Damon había pasado toda esa semana preguntándose porqué Graham no había regresado de comprar la botella de agua la semana anterior. Así que ese lunes lo esperó más nervioso que cualquier otro. No entendía bien porqué, pero Graham se había vuelto una parte esencial en su vida y rutina. El pasar una clase sin él, y peor, el no tener ningún tipo de comunicación para saber si estaba bien, hizo que su rendimiento en la escuela y curso de la universidad bajara notablemente toda esa semana. No podía concentrarse ni dormir bien, y maldecía el lento paso del tiempo.

El lunes anterior esperó a Graham hasta 15 minutos después del horario de entrada, pero no apareció. En todo ese tiempo, y sentado en uno de los escalones de entrada del instituto, se puso a reflexionar sobre lo que le había dicho Alex. ¿Graham... gay? Seguro era un poco amanerado, pero eso era justo lo que a Damon le gustaba de él: que no era rudo y no le importaba demostrar afecto (excepto por ruborizarse cuando lo hacía).

Pero si algo era cierto, es que Damon nunca había pensado o dudado sobre su sexualidad hasta que Graham llegó a su vida. De alguna manera, ese chico había despertado algo dentro de él. Lo sentía profundo, y así quería dejarlo: enterrado, oculto. Era un sentimiento, un impulso que lo avergonzaba.

La ansiedad de Damon llegó a tal estado que no pudo esperar más a que las agujas del reloj llegaran a dar las 10 en punto. Tomó su mochila y salió a las 9:15 a.m. de su casa.
Cuando estaba cerca, decidió quedarse en un parque por el que sabía que Graham pasaba para llegar al instituto.

Mientras tanto, se dedicó a olvidar sus nervios por un rato y mirar su alrededor. Era un parque viejo y que no ocupaba mucho espacio, con dos entradas, y un pequeño espacio con juegos para niños, ya descoloridos y gastados. Algunos de los árboles comenzaban a ganar una tonalidad rojiza, y otros incluso ya perdían sus hojas. Era un día extrañamente soleado y templado.

Damon fijó su mirada en tres chicos sentados en un banco cercano, y trató de encontrar esa 'atracción' automática que sentía por cualquier chica a primera vista, o el nerviosismo que se apoderaba de él cuando una muchacha guapa estaba cerca. Pero no pudo encontrar ninguno de esos sentimientos. Sí, no había duda de que los tres chicos eran lindos, pero no le causaban nada. No como Graham.

Cuando media hora pasó finalmente, comenzó a mirar nervioso hacia una de las entradas del parque y los lados laterales del mismo, tratando de identificar en todos los jóvenes que pasaban por allí la tímida mirada de Graham.

Graham aún seguía dolido por lo que había oído días atrás. No le molestó que Alex y sus amigos se rieran, sino que fue la carcajada de Damon la que lo hizo sentir que ya no podía confiar en nadie. Se supone que tus amigos te defienden a tus espaldas, ¿no?. O quizás se lo estaba tomando muy a pecho y debería aprender a reírse de sí mismo, como Damon le dijo cuando se conocieron. Después de todo, Damon sólo se rió, y no había dicho nada.

Sin embargo, no podía dejar de sentirse algo... defraudado. Graham nunca había vuelto a besar a un chico como cuando lo hizo con Alex de niño, y al ver el rechazo que esto le causó, decidió no volver a mostrar sus sentimientos hacia chicos, tratando de mantenerse distante—obviamente que esto dejaba de ser así en las altas horas de la noche, cuando todo estaba en silencio y, dormido, sus frustraciones sexuales se manifestaban en el mundo onírico, haciendo que sueñe con cuanto chico había visto en el día, o con cualquier crush masculino del momento—. Pero había creído que Damon era diferente, que a él podía mostrarle de a poco su verdadero yo. Además, no podía evitar ser demostrativo con Damon, porque no sólo era uno de sus pocos amigos y con el que mejor se llevaba, sino que también sentía una atracción que simplemente no podía evitar. Sólo que él esperaba que no sea tan evidente.

Tenía miedo de volver a la clase. No quería cruzarse con Damon, porque sus sentimientos hacia él seguían indefinidos: ¿debía o no tomárselo en serio?. Y tampoco quería ignorarlo, porque él sabía como eso se sentía. Pero a la vez, fingir que no pasó nada haría que se guardara esos amargos sentimientos para sí mismo, y también conocía esa sensación. No sabía cómo encarar a Damon, y uno de sus muchos defectos era que no tenía un término medio: o estaba tranquilo, o estaba furioso.

Caminó las calles sin apresurarse. Al llegar a una de las esquinas de la última calle antes del instituto, vio a Damon sentado en uno de los bancos del parque, mirando hacia una de las entradas, y supo que lo estaba esperando. El saber que posiblemente estaba preocupado por él lo hizo sentir mejor, pero decidió dar la vuelta e ir a la escuela por el otro lado.

~

La clase ya había comenzado hacía 20 minutos cuando Damon llegó un poco angustiado al no haber encontrado a Graham cerca del parque. Pero eso cambió cuando vio a Graham corriendo casi sin ganas alrededor del campo de juego. Luego de dar el presente, Damon llegó agitado a su lado.

—¡Leslie! Estaba preocupado, ¿qué pasó? —dijo Damon, a quien no le costó pronto acostumbrarse a la velocidad de Graham, que apenas lo miró —. Me hiciste falta la clase anterior.

—Nada. Me sentí mal y volví a casa.

—Oh, ¿qué fue?. ¿Estás mejor?

—Sólo un dolor de cabeza. Sí, estoy mejor—. Al parecer, Damon no se había dado cuenta de que Graham estaba mintiendo, porque siguieron corriendo un buen rato sin que ninguno dijera nada.

monday; gramonWhere stories live. Discover now