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«I will never be embarrassed about love again» —


Llegaron a la enfermería en unos pocos minutos, pasando por todo el campo de juego. Graham se sentía mejor, pero no le dijo a Damon que lo soltara. De alguna manera se sentía protegido de lo avergonzado que estaba. Todos lo habían visto desmayarse, y como si no fuera poco, tampoco pasó la evaluación. ¿Acaso no podía correr más de dos minutos sin cansarse?

Damon golpeó la puerta del lugar, soltando a Graham pero no sin antes darle una mirada para ver si estaba estable. Ambos estaban parados, esperando a que abran, pero no había señales de que alguien esté dentro.

—Al parecer no hay nadie— dijo Damon, mientras abría la puerta. —Ven— tomó la mano de Graham, que se soltó de inmediato y lo miró frunciendo el ceño, entrando "por su cuenta". El rubio entró detrás de él.

Era una habitación muy pequeña, blanca y gris, con una silla y una camilla de hospital algo vieja. Había un estante con un botiquín y otras utilerías. Una pequeña ventana que daba al patio recreativo, ahora vacío. Un lavabo en el que apenas cabían dos manos, y unas toallas.

Graham se sentó en la camilla, mientras Damon se ponía un poco en puntas de pie y tomaba el botiquín de primeros auxilios.

— ¿Qué haces? — le dijo Graham, casi sin ánimos. Era la primera vez en mucho tiempo que le dirigía la palabra.

—Pues creo que el enfermero no está— le dijo, sentándose en la silla que estaba a su lado e interiormente feliz de que le haya hablado.

En sus manos tenía un botellín de alcohol casi acabado, y algunos pedazos de algodón. Volcó el líquido en un pedacito de algodón, y con cuidado, lo apoyó en el lado izquierdo de la frente de Graham el cual, aunque le parecía algo exagerado estar allí por un pequeño rasguño, hizo una mueca. Damon quitó el objeto de su cabeza rápidamente al oír a Graham soltar un quejido, pero pronto volvió a su tarea. Así continuó hasta que Graham, rodando los ojos, le dijo:

—Basta, Damon, no es nada. Creo que mi rodilla está peor— dijo, subiendo su pierna a donde estaba sentando, y levantando el lado izquierdo de su pantalón.

— ¿También te lastimaste allí? — dijo Damon, abriendo los ojos en asombro al videar el hematoma y la sangre, aunque no mucha, que se encontraban en su rodilla.

—Sólo es un raspón, pero no quiero que se infecte— dijo Graham, tomando otro pedazo de algodón y vertiendo alcohol en este.

—Déjame hacerlo— le dijo Damon, quitándole despacio el algodón de las manos. Comenzó a limpiar su herida. Graham miró hacia la ventana para no mostrar que le dolía.

Cuando Damon terminó, colocó una bandita en ambos lugares heridos. Graham lo observaba, harto y enojado. Era como si el rubio se hubiese olvidado de todo aquello que le había dicho.

— ¿Por qué me ayudas, Damon? Sabes que he estado evitándote. No deberías aprovecharte así. Cualquier otro me podría haber ayudado— dijo, a la vez que se dio cuenta de que no era tan cierto lo que decía. ¿Qué otro lo habría auxiliado? A pesar de esto, continuó: —¿O es que piensas que volveré a revolcarme contigo sólo porque hoy me tratas bien?

Damon no dijo nada, sólo porque no sabía qué. Graham tenía razón. Que Damon haya meditado sobre lo que le había dicho no significaba que Graham lo supiera.

—No, no... Graham, necesito que me escuches...

—¿No te parece que ya oí suficientes mentiras de tu boca? En serio, Damon. No puedo creer que te hayas aprovechado así. ¿No puedes simplemente aceptarte primero a ti? Entérate de que puedes lastimar gente con tus indecisiones. Lo que para ti fue una diversión, o un simple polvo, para mí sí significó algo— la voz de Graham se volvió temblorosa, casi cortada y dolorosa por un nudo en la garganta que también se había apoderado de Damon—. Y ahora vienes... vienes así, como si nada, pretendiendo que nada pasó, que nada terminó.

monday; gramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora