1.1 (comienzo alternativo)

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Nota: esta era la idea original. Sólo lo habían leído JaneeKim y -TheCure- antes de que lo borrara por vergüenza sjhdjdhd

here's some gramon proletario for U 

esta parte se llamaba: "1.1: morning soup can be avoided"

1988. Lunes, 14 de marzo.

7:30 a.m. Levantarse a ese horario era una verdadera tortura. Graham despertó demasiado tarde como para apresurarse: llegaría a destiempo de todos modos.

Cada lunes era la misma historia: no lograba llegar a tiempo, ni aunque se durmiese temprano la noche anterior. Quizá era porque odiaba la rutina, y odiaba tener que trabajar. A sus 19 años recién cumplidos, debía hacer una jornada de 8 horas en un trabajo que odiaba para poder costear sus necesidades básicas y vivienda.

No, su apartamento no era un lujo. De hecho, muchas noches de insomnio se las debía al miedo que tenía de encontrarse con alguna rata dentro de su habitación, perteneciente a esas plagas que prometen fumigar, pero nunca lo hacen. Pero estaba bien para alguien que recién empezaba a vivir y estaba casi todo el día fuera. Y era algo temporal, hasta que pudiera encontrar algo mejor, o dedicarse a ser el guitarrista de alguna banda.

Se levantó de la cama y fue directamente a la ducha. Debía hacer todo rápido si quería llegar a tiempo a la panadería. Sí, no era un trabajo del cual estuviera orgulloso. Pero fue literalmente lo primero que encontró. Lo aceptó un tanto desesperado, avergonzado de tener que depender de sus padres, y apresurado por querer marcharse a Londres, a dedicarse a lo que verdaderamente amaba: la música.

Su turno duraba unas 8 hs: desde las 8 a.m. hasta las 12 p.m. trabaja en la panadería. Luego, volvía a su apartamento, comía lo primero que encontraba y partía hasta el centro de Londres, donde tomaba sus clases de guitarra. Allí estaba hasta las 4 de la tarde, luego volvía, daba alguna vuelta por el parque, tratando de evadir la contaminación urbana, y luego volvía al trabajo, hasta las 8 de la noche. Llegaba a su casa sucio, acalorado y cansado, pensando sólo en apoyar su cabeza en la almohada.

Graham salió de la ducha y miró su reflejo en el espejo, pasando su mano por el empañado vidrio para que se vea menos borroso, sin conseguirlo. Se colocó los anteojos, algo empañados también, y aunque el vidrio del espejo seguía sucio, pudo ver en él a un joven de 19 años que lo miraba con ojos cansados y ojerosos. ¿Así de miserable debía ser su vida todos los días? Si tan sólo pudiera alejarse de la monótona y rutinaria vida moderna. Principalmente de los lunes, que se le hacían interminables.

Dejó de vagar mentalmente y se vistió. Odiaba la sensación de la ropa sobre su cuerpo aún húmedo. Ni siquiera se preocupó en peinarse o en desayunar, y salió, casi corriendo y con su mochila negra al hombro. En el camino al ascensor se topó con la misma vecina de siempre, que sacaba a pasear a su perro.

Rutina, rutina, rutina.

Era un día soleado de temprana primavera, y su camiseta rayada comenzaba a molestar. Se dirigió hasta la parada de autobuses, y esperó bajo los rayos matutinos del sol. Rogaba porque en la panadería haya algo con lo que ventilarse, ya que él trabajaba en la parte de "atrás" -era quien hacía el pan y lo horneaba-. Prefería eso antes de estar en el mostrador y tener que mostrar una sonrisa hipócrita a cualquier cliente insoportable.

Bueno, Graham siempre había sido algo tímido. Siempre le había costado mirar a las personas a los ojos sin sonrojarse. Sentía que descubrirían su "secreto". Y es que Graham era homosexual. Lo había sido desde siempre, pero uno reprimido, claro. En el pueblo en el que vivía, consideraban estas cosas como tabúes y... bueno, no creía que alguien se haya dado cuenta hasta el momento. Había intentado salir con varias chicas, pero no funcionó. Simplemente no le gustaban. Y cada vez que ellas lo miraban a los ojos, sentía que podían ver que algo en él estaba "mal". Es por eso que siempre que hablaba con alguien, intentaba ocultarse tras sus grandes lentes y bajar la mirada.

Bajó del autobús, y finalmente y luego de correr como loco, llegó a la panadería, más cansado de lo normal, pues no había pronosticado un día repentinamente caluroso. Era una muy pintoresca, llamada "Monday", irónicamente.

Saludó con un casi inaudible "hola" a Justine, la empleada que atendía detrás del mostrador, que le sonrió amablemente; y fue a la parte de atrás: la cocina. Era un lugar bastante aseado y agradable para estar cuando todavía no se ponían manos a la obra. Grandes y pesadas bolsas de harina sin abrir descansaban junto a la puerta y el gran horno. Saludó a dos de sus compañeros, que ya estaban preparando la masa, y se disculpó por llegar tarde. Dejó su mochila sobre una silla, y tomó su delantal y gorro del perchero y se los puso torpemente atando las tiras de la tela alrededor de su espalda.

Apenas terminó de lavarse las manos para comenzar con su trabajo, se oyó un golpe que provenía de la parte delantera del lugar. Cuando él y sus compañeros fueron a ver qué había sido, se encontraron con Justine en el suelo. Se había desmayado.

Rápidamente la sujetaron e intentaron reanimarla, consiguiendo que a los pocos minutos segundos abra los ojos, confundida.

-Siéntate aquí, Jus- le dijo Jamie, cuando llevó una silla hasta donde se encontraba. Justine había perdido la palidez y pronto estuvo mejor. Pero no podían dejarla trabajar así, por eso la enviaron a casa.

-Alguien tendrá que reemplazarla- dijo Jamie-. No podemos dejar que trabaje así, arriesgaríamos su salud.

-Bien... ¿pero quién?- dijo Dave, el pelirrojo que también trabajaba en la cocina.

-Graham, hazlo tú. Todos aquí ya hemos comenzado con nuestra labor. Además, has llegado tarde- dijo Jamie-. Hazte cargo, sólo por hoy, por favor.

-Bien- dijo Graham, no muy convencido. No quería hacerlo, pero sus compañeros tenían razón. Le tocaba a él por ser un irresponsable y haber llegado tarde. Se quitó el delantal y el gorro, y se posicionó detrás del mostrador, que era ancho y lo bastante bajo como para que se le vea casi la mitad del cuerpo. Definitivamente había sido un cambio drástico en su rutina. Se puso nervioso, y esperó a que llegaran los clientes.

Unos minutos después, vio a un joven, quizás de su misma edad, bajarse de un camión blanco con una gran bolsa de harina, pararse junto a la vidriera del negocio y mirar el pequeño cartel rojo de la puerta, en el que se leía "abierto". El rubio abrió la puerta, y se quedó un poco desconcertado al ver a Graham detrás del mostrador.

Graham se puso algo nervioso, al ver a un chico tan... ¿deslumbrante? No sabía definir bien qué le llamó la atención. Definitivamente era el chico más lindo que había visto jamás, pero cuando el rubio se acercó más, tan cerca como para poder ver sus azules ojos, se dio cuenta de que había algo más en él.

-Hola... soy Damon. 

monday; gramonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora