Capítulo XVIII: ¿Tenemos un trato?

794 78 18
                                    

Un respiro jasjajs. 

—Entonces, si yo gano, tú y yo nunca más nos hablaremos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Entonces, si yo gano, tú y yo nunca más nos hablaremos.

La sonrisa que sale en mi boca socarrona, casi chusca, pero verdaderamente oculta todos mis sentimientos. Estoy frito si Sebastián gana la apuesta, aunque puedo ver en su mirada cómo es que no quiere ganar, no quiere que le deje de hablar. Lo sé, puedo leerlo. Deseo poder leerlo por completo, saber si lo que me está dando es real.

Aún sigo sin poder descifrarlo.

—Está bien, tenemos una apuesta —le tiendo mi mano, para cerrar el trato de manera más formal, y burlona. Sebas la toma desconfiado, pero suspirando como si no tuviera más opción.

—Que los juegos comiencen —suelta en medio del suspiro.

No soltamos nuestras manos hasta que él desvía su mirada de la mía, y se da cuenta de que estamos tocándonos sin pudor alguno en medio de una sala de videojuegos, donde varios chicos de nuestra escuela están distraídos. Sebastián es el primero en quitarla, aclarándose la garganta, y mirándome de forma nerviosa con sus ojos verdes.

Qué tierno.

Mierda. La apuesta, claro.

—Ehhh, ¿por dónde quieres empezar? —Pregunto de forma casual, con la mano que toqué a Sebas despeinando mi cabello negro, con incomodidad. El rubio se encoge de hombros.

—No lo sé. No suelo pasar mucho tiempo aquí, sólo cuando mis hermanos vienen de visita —se muerde el labio, y nos miramos otra vez, casi burlándonos de nuestra manera tan humillante de estar hablando y haciendo apuestas, ni siquiera parecemos nosotros mismos.

— ¡Chicos! —Exclama Esmi, haciéndonos un ademán para que nos acerquemos.

Los dos caminamos hacia nuestro pequeño grupo de amigos, donde Lev está girando una rueda para ganar varios tickets, con una sonrisa triunfadora, agarrando con la mano izquierda de su novia Natalia, mientras la máquina escupe más de cincuenta boletitos que al menos ha ganado.

— ¿Qué pasó? —Cuestiono frunciendo el ceño.

—Lev pasó. —Comenta Esmi, gruñendo—. Está traumado con el juego... A este paso, nos dejará sin puntos para jugar.

Este gilipollas lo voy a calcinar.

—Leandro —llamo con voz grave. Mi amigo Lev me voltea a ver con una sonrisa juguetona, sus dientes blancos alineados para mostrarme una sonrisa inocente que para nada va con él. Sólo lo hace ver más imbécil de lo que es.

—Ag, ya voy. Déjame girarle una vez más, es que... ¡Es muy fácil ganar tickets! —Exclama como niño pequeño—. ¡Mira! —Señala a la máquina—. ¡Ya gané más de doscientos boletos!

Tanto Sebastián como yo nos volteamos a ver, y antes de que pudiera pensarlo, nos aventamos hacia la máquina, bautizándola como nuestra primera víctima de la tarde. Empujamos a Lev fuera del juego, y Sebastián me da un codazo para poder quedarse con el puesto, y bajarle a la palanca para ver cuántos tickets gana.

Destruyendo a Bruno (Desamores #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora