Capítulo XXVII: La luna siendo cómplice.

789 72 9
                                    

Hace casi una semana que Sebastián me dio su veredicto final, si podemos decirlo así, y aún sigo sin saber qué día es el cumpleaños de Clara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hace casi una semana que Sebastián me dio su veredicto final, si podemos decirlo así, y aún sigo sin saber qué día es el cumpleaños de Clara.

Es un sábado por la noche, Sebastián salió con sus amigos hacia algún lado de C., y claro a cenar con su novia, quien aún no sabe que me encuentro escondido en el hogar Ríos, y no creo que se entere hasta que no le dé tanta confianza a su novio, mucho menos a mí, pero de por sí, a mí ni siquiera me tiene confianza... Ella sigue creyendo que su novio es de una moral muy alta, que no se metería con su contrincante gay.

Clara me sigue tocando las pelotas.

Estoy tan aburrido, demasiado, que ni siquiera me importa estar apestando el cuarto de Sebastián con el humo de mi cigarrillo. La verdad, no sé por qué sigo durmiéndome en la misma habitación que el rubio, pese a que mi mochila sigue en la otra recámara de invitados. Lo más confuso de toda la situación, es que Sebastián ni siquiera me ha echado de aquí.

Su cama es cómoda, cálida y tiene un ligero olor a la colonia que Sebastián utiliza al salir de casa. Los muñecos de acción tiene los ojos puestos en mí, y la verdad es que me siento un poco intimidad, más trato de quitarle importancia dándole una nueva calada a mi cigarro. Tengo la ligera necesidad de acomodar sus libros, pero me contengo, estirando mi brazo izquierda, por arriba de mi cabeza, mi playera alzándose un poco mostrando mi abdomen marcado, sintiendo el frío del aire acondicionado, el cual está encima de la cama del rubio, topando contra mi cuerpo estirado en la cama gigantesca.

Apago mi cigarro después de casi consumirlo por completo, aventándolo al bote de basura a mis pies. El olor a tabaco ahora está esparcido por todo el cuarto, y sé que cuando Sebastián llegue, me mirará mal frunciendo su ceño ligeramente, después sus labios lo harán, y unos segundos más tarde, gruñirá como perro sarnoso.

Me divierten cada una de sus expresiones, hasta la manera en cómo habla en cada situación conmigo. Parece demasiado diferente en la escuela... Sé cuándo está enojado, pero los demás lo ven como si estuviera tranquilo y aceptando todo. Mentira, seguramente el rubio está insultando por dentro a quien sea que lo haga rabiar o exasperar, aún con su sonrisa amable y fría.

Cierro mis ojos, no sé cuánto tiempo pasa, pero el reloj en la mesita de noche de Sebastián suena y suena sin dejarme descansar. Es muy molestoso. Así que, cuando estoy dispuesto a desconectarlo, un ruido se escucha en la parte baja de la casa Ríos.

Me levanto de la cómoda cama de Sebastián, porque son apenas las doce la noche, y Sebastián había dicho que saldría a una fiesta, por lo que supongo que viene hasta las dos de la madrugada... ¿o tal vez tres? No lo sé, no soy su niñera para estarlo esperando, pero... estar solo en la casa... no debería sentir miedo... y aun así desearía que Sebastián estuviera a mi lado.

Determinado a investigar qué carajos es; valiéndome madres si soy el protagonista estúpido de una película de terror. Sigo escuchando pasos ligeros en la parte baja; temo por el ladrón, no por mí, pero aun así agarro la lámpara de la mesita de noche de Sebastián como arma. Tal vez logre distraerlo, o dejarlo un poco atontado para poder golpearlo directamente en el tabique, rompérselo, e inmovilizarlo.

Destruyendo a Bruno (Desamores #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora