Capítulo XIX: Atándome a ti.

926 84 58
                                    

—Él lo sabe —musita Sebastián, parados en la acera, despidiéndonos de Lev quien se lleva mi motocicleta junto con Esmeralda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Él lo sabe —musita Sebastián, parados en la acera, despidiéndonos de Lev quien se lleva mi motocicleta junto con Esmeralda. Natalia la vino a buscar su padre hace un rato, despidiéndose de nosotros con una sonrisa y un ademán. Son apenas las diez de la noche, pero ya siento mis brazos y piernas doliendo de lo intenso que estuvo la partida.

— ¿Hablas de Lev? —Pregunto parpadeando varias veces.

— ¿No era muy obvio? —Sebastián me voltea a ver, con la luz de la farola alumbrando su rostro, brillando contra mí.

—Lo sospechaba. —Suspiro profundamente, sin apartar mis ojos de los suyos—. ¿Por qué actuaste extraño hoy?

— ¿Por qué lo hiciste tú? —Cuestiona de vuelta.

—Sólo te seguí la corriente —me encojo de hombros.

Pero, verdaderamente esa no es la razón. Simplemente salió de mí ser así, frente a él, tratar de amigarme, pero, no es propio de mí ser amable, nunca lo ha sido. Sebastián sólo ha conocido una parte de mí, no sabe nada. No sabe que por un momento fui yo mismo allá adentro, riéndome como nunca lo había hecho en años. Si bien, Esmi y Lev me arrastran demasiado a Regem, nunca lo había disfrutado como hoy.

— ¿Alguna vez hablaremos de ese día? —La pregunta sale fluida de mi boca, demasiado directo para mi gusto, y por ello mismo, Sebastián desvía la mirada de la mía.

—No pasó ese día. —Espeta Sebas, cruzándose de brazos.

— ¿Ahora mágicamente tu culo vuelve a ser virgen? —Ironizo cruelmente.

Sebastián me agarra del cuello de la camiseta, acercándose a mi rostro, sorprendiéndome por el repentino movimiento. Sus ojos verdes se ven más intensos aún más cerca, lo he podido notar pocas veces, y esta es una de esas veces. Parece contener el enojo, apretando sus labios, que tiemblan. De verdad me he pasado, ya que pocas veces puedo controlar mi boca.

—Este mes, Bruno, tú y yo seremos compañeros. Seré amigable contigo, te sonreiré, te presentaré a mis amigos, y después de ello, nosotros nunca más nos hablaremos, ni te voltearé a ver, ¿bien? —Concreta, dejándome atónito. Fácil podría voltearle la jugada, pero no lo hago porque es interesante la manera en cómo se desenvuelve para defender su dignidad.

—Sebastián —pronuncio su nombre mientras pongo mis manos sobre las suyas, las cuales siguen agarrando el cuello de mi camiseta; su mirada se desvía de mis ojos para ver hacia el movimiento debajo de mi rostro—. No tienes por qué amenazarme. Después de este mes, te aseguro que no seremos ni compañeros.

Porque planeo seducirte.

Aún más.

Nuestras manos caen unidas, sin percatarme de ello hasta que bajo la mirada, sintiendo una presión en mis dedos. Sebastián Ríos aprieta mis dedos con fuerza, controlando su enojo, y no puede ser más gracioso, como tierno la manera en cómo siempre lo termino sacando de sus casillas.

Destruyendo a Bruno (Desamores #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora