Capítulo XLIII (final): Efímero.

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Ven al cementerio

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Ven al cementerio. Busca el kiosco. Ahí me encontrarás.

Ese fue el mensaje que me llegó a mí del móvil de Esmeralda, desde que salí de la casa de Natalia, e hice mi parte del trato. Mi corazón late a mil por hora, y mis manos no han dejado de temblar desde que le dije las palabras, que tanto había ensayado, a Bruno, quien me miró tan dolido... Tan destruido, que me asustó, y aún me tiene un poco afectado.

Tal vez... Debí ser un poco más sutil a la hora de romperle el corazón, pero todo fue tan poco natural para mí, y entré en pánico cuando vi el cuadro gigantesco detrás de él, siendo alumbrado por la tenue luz de luna.

Desvío mi mirada del móvil, una vez que llego al kiosco y veo una sombra recargada en un soporte del lugar. No le tengo miedo a Esmeralda, pero sí de lo que podría hacer si algo no salió como ella planeó... Cómo odio que ella sepa controlarme. Como si me importara lo que Bruno sintió...

Relamo mis labios, pensándomelo un poco más antes de llegar al encuentro. Es media noche, y el frío cala mis huesos, sin saber por qué, ya que aquí suele ser un poco caluroso. Tal vez sea por estar en el cementerio, y la falta de vida aquí. Ni siquiera sé por qué en un jodido cementerio. ¿No pudo haber sido en donde nos hemos reunido antes? Por ejemplo, Roi, o tal vez en la casa de su hermano mayor, Rubén.

Sacudo un poco mi cabello, de manera nerviosa antes de suspirar y armarme de valor, poniendo una cara inexpresiva y seria.

—Llegas tarde.

Mi corazón para cuando la voz ronca de Bruno llega a mis oídos. Sus ojos cafés oscuros me dan una mirada seria, dolida, y sobretodo, enfurecida. No sabía que él... ¿cómo carajo supo que Esmeralda y yo nos encontraríamos aquí?

Tengo que mantener la calma.

—Eso fue muy exacto —murmuro refiriéndome a sus palabras.

—Sí... lo practiqué como tres veces cada vez que escuchaba un ruido. Da un putazo de miedo estar aquí... —Se encoge de hombros, con una sonrisa pequeña formándose en sus labios, después niega con la cabeza, suspirando.

— ¿Cómo supiste que vendría aquí?

—Bueno... Hice un trato con Esmeralda. —Sonríe de lado, malicioso. Parpadeo varias veces, frunciendo el ceño sin entender ni una mierda cómo...

Pese a estar sonriendo, se ve... triste.

— ¿Qué es lo que quieres, Damián? —Voy directo al grano, frunciendo el ceño, como si no entendiera nada de lo que dice... y es la verdad, no entiendo ni una mierda.

—Te enamoraste de mí, no de Damián o Bruno. Así que no más confusión con mis malditos nombres. —Hace una mueca de inconformidad que me deja descolocado por un momento.

—No estoy ena...

Me tiende un sobre amarillo, roto de donde se abre, desgastado de las orillas, y yo con mucha curiosidad, lo tomo entre mis dedos de la mano derecha. Relamo mis labios por segunda vez en lo que va de la noche, sin verlo a los ojos. No quiero delatarme a mí mismo cuando su mano roza la mía. Es poco, pero lo siento... eso que antes nos embargaba cuando éramos aún pareja, y solíamos quedarnos en la cama hasta que dieran las cuatro de la mañana, a veces solo platicando y otras solo mirándonos, sin decir nada.

Destruyendo a Bruno (Desamores #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora