Capítulo XXVIII: Rindiéndome ante él.

811 71 14
                                    

Me relamo mis labios viendo el techo, escuchando la apaciguada respiración de Sebastián a un lado de mí, ya más calmado después de su descarga de lágrimas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me relamo mis labios viendo el techo, escuchando la apaciguada respiración de Sebastián a un lado de mí, ya más calmado después de su descarga de lágrimas. La lluvia no me tomó por sorpresa, más nos quedamos unos minutos para que el rubio pudiera llorar de frustración y tristeza todo lo que quisiera. La verdad es que estoy tratando de entenderlo por completo, pero no lo culpo por desmoronarse por perder a su mejor amiga, quien se supone que lo quería pese a todo.

Aún tengo mis dudas sobre su relación, más no diré nada.

Ahora nos metimos en una ducha, yo terminé antes, y unos minutos después salió Sebastián con una toalla en su mano secándose su cabello, vistiendo una camiseta azul marino para dormir, y unos pants grises de tela suave y acolchonada; se acostó al lado de mí y desde hace más de veinte minutos que no ha dicho algo, o me ha mirado a los ojos.

—Uhm —me aclaro la garganta de manera incómoda—. ¿Hablamos sobre ello o...?

— ¿Podríamos olvidar las últimas dos horas, por favor? —Sebastián habla por fin, interrumpiendo mi pregunta. Aprieto mis labios, asintiendo lentamente.

—Como quieras —digo entre dientes, pero no me atrevo a contradecirlo. Sí, e vergonzoso, aunque no para mí. Es genial por fin haberlo visto tan débil y sufriendo... hasta que me di cuenta de que ese sufrimiento también me dolía de igual manera.

¡Es jodidamente exasperante todo esto!

—Espero que nada de rumores raros empiecen a circular por la escuela después de esto, Bruno.

—Puedo apostar a que te humillaron en público, así que yo no seré quién circule aquellos rumores —me encojo de hombros, suspirando mientras sacudo mi cabello húmedo—. Además, no creo que hagan demasiado. Los chicos se acercarán a ti para invitarte a varias fiestas..., las chicas se te insinuarán, y claro que te seguirán amando por igual, pese a que has arruinado tu amistad con Clara.

—Gracias por tu apoyo emocional —refunfuña Sebastián, aventando la toalla a algún lado de la habitación, luciendo una mirada triste.

—Sólo digo la verdad. —Pongo mis brazos bajo mi cabeza, mirándole por el rabillo de mi ojo—. Si le hubieras tenido la suficiente confianza a tu amiga, tal vez las cosas serían diferentes. Lamento sonar duro, pero, fuiste cobarde y utilizaste a Clara. Todo lo de hoy, es lo menos que te mereces por aquello. Su noviazgo duró años.

No quiero echarme también la culpa, porque sé que fue así... que yo también fui aún peor que Sebastián, pero él lo hacía por miedo, y yo por maldad. La verdad es que no sé por qué puedo sentir que su dolor es parecido al mío, puede que tenga miedo de que su familia y sociedad no lo acepte. Y yo tengo miedo de lo que pueda ocasionar el hecho de que mi familia lo sepa.

—Sé que soy un imbécil, ¿está bien? No tienes que estármelo repitiéndolo cada minuto. Sé que hice mal, y que me lo merezco. Además, yo no soy el único cobarde aquí —se empieza a levantar de la cama, con las mejillas sonrojadas del enojo que crece en su interior. Antes de que se pare, tomo su muñeca, jalándolo hacia la cama, haciéndolo caer, y acomodándome encima de él.

Destruyendo a Bruno (Desamores #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora