Capítulo XXVI: Destruirme en el camino.

780 75 14
                                    

En la azotea con una que otra gota de lluvia cayendo sobre nosotros, me inclino sobre el barandal, para ver a la gente caminar de un lado hacia el otro mientras fumo mi cigarrillo, sosteniendo una sombrilla por encima de mi cabeza

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En la azotea con una que otra gota de lluvia cayendo sobre nosotros, me inclino sobre el barandal, para ver a la gente caminar de un lado hacia el otro mientras fumo mi cigarrillo, sosteniendo una sombrilla por encima de mi cabeza. Rara vez nos quedamos sin clases, más no nos dejan salir de la escuela hasta que hayamos terminado con el horario completo, pese a que una profesora o dos profesores no asistan por problemas personales, dejándonos con cuatro horas seguidas sin clase.

— ¿Desde cuándo conoces a la familia Ríos? —Cuestiono escuchando los pasos ligeros de mi mejor amigo, quien cierra la puerta detrás de sí, escuchándose el chirrido del metal.

No veo su expresión, pero puedo adivinarla: ceño fruncido, brazos cruzados, sonrisa de lado. No es que sea predecible, pero lo conozco desde hace años. No es tonto, puede que en las materias le vaya de la patada, pero es demasiado bueno leyendo a las personas, y algunas veces guardando secretos, como fingiendo una personalidad completamente diferente frente a personas que no confía plenamente. Lev es alguien en quien confío completamente, pero también sé que cuando se le mete algo en la cabeza, no lo suelta hasta que vea que es imposible.

— ¿Tanto te interesa? —Ríe, caminando hacia mí. Por el rabillo de mi ojo veo cómo se acerca con paso lento, dudando de cada avance hacia mí—. ¿Dónde está Sebastián? Pensé que teníamos un trato.

— ¿Cómo te enteraste? ¿Por qué tanto afán con el trato? ¿Desde cuándo conoces a la familia Ríos?

Sonrío cínico, volteándolo a ver de una vez. Su cara tiene una expresión seria, y también desinteresada. Me tiende una mano, dándome a entender que le regale parte de mi cigarro.

—Si desde el principio no querías que nadie se enterara, no debiste de besarlo en un lugar tan concurrido —agarra mi cigarro entre sus dedos, dándole una calada. Sus ojos cafés me miran bailando llenos de diversión—. No sabía que Sebastián Ríos también era gay.

— ¿Eso siquiera es importante?

Sus ojos no dejan de analizar cada expresión y comentario mío. Me conoce demasiado bien, que da miedo.

—Conozco a su familia de casi toda mi vida. Mi papá es gerente del hotel Ríos aquí en C. —se encoge de hombros. Yo parpadeo varias veces, sorprendido ante aquello—. Caleb y Sergio Ríos nunca en su vida me hablaron, hasta hace apenas unos años, no parecían las mismas personas egocéntricas. Mientras que Sebastián ignoraba a todos a su alrededor, como si perteneciera a otro nivel. Aún lo sigue haciendo.

— ¿Quieres decir que te cae mal...?

—Quiero decir que Sebastián Ríos no es estúpido, Bruno. Él nunca se enamorará de ti, sólo eres un juguete —mientras habla, el humo sale de su boca. Lev parece alguien completamente diferente, sino lo conociera, me tomaría desprevenido, pero ya me ha tocado verlo tan serio antes.

— ¿Y si te digo que Sebastián Ríos esperó por mí en el aeropuerto y confesó su amor por mí justo antes de abordar? —Lev parpadea varias veces, dándome una mirada confusa.

Destruyendo a Bruno (Desamores #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora