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Una de las cosas que Aziraphale no había considerado era que la imposibilidad de deshacerse del cuerpo que ahora ocupaba. Solo en sueños, podían desprenderse como espiritus, cuando ambos hombres estaban cerca, lo cual no sucedía a menudo.
La primera noche, ambos hombres fueron a casa por su cuenta. Aziraphale estaba algo preocupado por el tipo de consejero que ahora tenía el hombre de cabello rizado y tez pálida, pero el cuerpo donde ahora estaba él mismo, parecía dormir con tranquilidad y se preguntó con qué tanta frecuencia vería al otro hombre... O si volvería a verlo alguna vez, juzgar parecían cercanos y habían salvado una vida esa tarde, lo cual lo hizo sentirse bien. Para su sorpresa al día siguiente, muy temprano, el rubio que lo llevaba invisible sobre el hombro se había apresurado a salir del trabajo e ir a un lugar diferente, al que había entrado como si hubiera sido su propia casa algún tiempo atrás.
- ¿Sherlock?
Pero no había habido respuesta, así que avanzaron y llegaron a una habitación oscura que olía a tabaco y sustancias prohibidas.
- ¿Sherlock?- el hombre le había sacudido por el hombro y el otro que yacía sobre una cama sin mucho orden había abierto al fin, con mucha lentitud, sus azules ojos.
- ¡Hey, ángel!
- ¡Crowley!- El ángel sonrió con timidez y paz- al parecer el plan funcionó, ¿no es así?
- ¡John!- Sherlock se sentó en su lecho y enfocó en la media luz a su amigo.- ¿Es hora del ensayo?
John rio entre dientes.
- Dijiste que veríamos a Lestrade.
- Ah sí... eso, en realidad tenemos otros asuntos que atender, como el hecho de que no sabes bailar y tendrás que hacerlo en tu boda. - Sherlock asintió con un poco de pesar al pronunciar las últimas palabras y dirigió una mirada fugaz al traje colgado de su armario, envuelto en una bolsa especial de color negro.

- No sé si esto haya funcionado. ¿Cómo salimos de aquí?- dijo Crowley expectante.
- Ese es un pequeño detalle que debemos solucionar- respondió el ángel asustado, aunque saber el nombre del hombre que lo llevaba consigo le había traído algo de paz, ahora podría hablarle, aunque aún el apellido le faltaba, eventualmente lo conocería.

Sherlock se levantó súbitamente y entró al baño, donde solo tres minutos después salió completamente vestido tan formalmente como acostumbraba y con un batín sobre dicha ropa.
- ¿Desayuno?
- ¿Y ahora quieres desayunar? ¿Es que el final del mundo está llegando?
Sherlock rodó los ojos, John sabía que la mayor parte del tiempo acostumbraba desayunar, ¿o de verdad no lo hacía? Sin embargo, John comenzó a limpiar su asiento y la mesa llena de libros, periódicos y sobras de experimentos y lo que temió que se tratara de algún miembro humano.
Crowley y Aziraphale se miraron alarmados cuando escucharon la parte de "el final del mundo", sin embargo, coincidieron que era un poco del humor mordaz del hombre.
Sherlock y John se habían sentado frente a frente y comían algo que la señora Hudson les había preparado temprano, sabía que John iría y que Sherlock no estaba muy preocupado por sus hábitos alimenticios así que había preparado un desayuno ligero para ambos qué consistía en huevos, tocino y café, algo muy inglés. En ese momento al fin Crowley y Aziraphale pudieron hablar con tranquilidad.
- ¿A qué te referías con solucionar?
Aziraphale tragó saliva y comenzó a sonreír con nerviosismo.
- No podemos irnos, abandonar a estos humanos sin que haya causa natural.
- Explicate- El demonio comenzaba a impacientarse.

- Entonces, ¿me llevarás a algún sitio a tomar clases de baile?- John sonrió, cuando hubo terminado su café.
- Mejor que eso- Sherlock se llevó los trastes al fregadero para que la señora Hudson se hiciera cargo de ellos más tarde y no entorpecieran su vista, después de todo, había sido su idea el que desayunaran.

- Es decir, que ellos mueran... O que nos pierdan por causas mayores.
- ¿Qué?- Crowley tuvo que quitarse las gafas de sol para ver con intensidad a Aziraphale con sus ojos de reptil.

Sherlock puso su MP3 y un suave vals comenzó a sonar. Se acercó a John, quien miraba atónito.
-¿Tú? ¿Sherlock Holmes? Señor odio la vida humana y la convivencia, soy demasiado inteligente para este mundo ¿sabes bailar?- y rompió en una carcajada.

-¿Y cuáles son esas fuerzas mayores?- Crowley comenzaba a enfurecer.
- Que hagan algo malo. Que le quiten la vida a otro de su especie o algo por el estilo. - Crowley hizo el intento de tomarlo por el cuello, Aziraphale se escondió detrás del cuello de John.

John finalmente se había levantado y ahora seguía lo que Sherlock hacia. Fue extraño cuando Sherlock le mostró la forma en que tenía que tomar a Mary en sí mismo, y los dos comenzaron a bailar ligeramente en una forma que conmovió a Aziraphale, quien veía que los ojos del hombre frente a él, estaban tristes, quizás afrontando alguna especie de duelo, como si aquel momento estuviera experimentando una despedida.
- John, tu amigo esta triste- Aziraphale había susurrado, esperando que aquello funcionara sin el apellido.
- ¿Que crees que haces?- Crowley lo miraba como si el ángel hubiera perdido la poca cordura que le quedaba.

- Escucha, Sherlock- John había comenzado, interrumpiendo el baile- esto no va a cambiar nada de lo que tenemos hasta ahora, lo sabes, ¿no es cierto?
Sherlock continuaba corrigiendo la postura de John.
- ¿Sherlock?
- Escuché la primera vez, John.
- Eso no significa que lo comprendas.
Sherlock lo había mirado inquisitivo, porque él era Sherlock Holmes, el hombre más inteligente del planeta, podía comprenderlo, aunque muy dentro de él, sabía a lo que John se refería y que estaba en lo cierto.
La melodía finalizó y Sherlock fue a apagar el aparato de música.
- Creo que será suficiente para Mary, no puedo hacer más con un pupilo con tan poca gracia. - le dirigió una sonrisa a John, quien sonrió también.
-¿Algún caso en que pueda ser útil el día de hoy? Creo que necesitas distraerte.
Sherlock se había quitado el batín y ahora se ponía su largo abrigo y una bufanda que hacía juego con el intenso color de sus ojos.
- En realidad- dijo a su amigo, mientras colocaba su último accesorio: unos guantes de piel, que le ayudaban con el frío de la ciudad- necesito dar una vuelta por ahí.
Y ambos salieron por la puerta en silencio.

Nota:
Si llegamos a 43 comentarios subo otro capítulo en honor al cumpleaños de Benedict. Gracias por leer.

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