XVIII

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Su idea de ayuda no era exactamente Gabriel. Gabriel era de hecho la última figura que vendría a su mente al escuchar la palabra ayudar. Pero a estas alturas, casi cualquier cosa era mejor que nada, casi cualquiera; era lo único que había podido conseguir. Su segundo intento por comunicarse con el ser superior había sido refutado de nuevo. 

- ¿Y?- el arcángel movió la cabeza en todas direcciones y solo pudo percibir al hombre de pose militar y cabello rubio con mirada desorbitada, boca abierta a causa del shock que le había causado que un hombre apareciera de la absoluta nada frente a sus ojos, y que ese mismo hombre ahora se paseara por su habitación con aire autoritario demandando la presencia del "traidor".- ¿Dónde está?

John había vivido tanto tiempo con Sherlock que sus ideas sobre la razón y escepticismo estaban bien claras, o habían estado, hasta ahora. 

- Disculpe pero...- comenzó John

- ¿Dónde está Aziraphale?- interrumpió el arcángel- se nos está prohibido tratar con ustedes, a menos que sea una orden.

- Sobre mi hombro - dijo John mirando a su hombro y viendo nada más que la puerta detrás de sí. - sé que está ahí

El ente celestial de traje gris, se acercó a John y entrecerró los ojos, en efecto, podía percibir energía sobrenatural proveniente del hombro del ex-militar. 

- ¡Claro! Tú eres el hombre en el que huyó, junto con el otro traidor, la serpiente. - rió- Aziraphale, tarde o temprano tendrías que rendirte. Ahora, ¿por qué vas a entregarte? ¿No pudiste más estar distanciado de tu novio?

Aziraphale enrojeció aunque Gabriel no pudo verlo. 

- Dice que una vez que le ayude con un problema, él se entregará... El problema es mi amigo. Está en el bosque, en medio de esa gran tormenta. - declaró John señalando la ventana.

- Está bien, vamos a solucionarlo... 

***

Está vez, Sherlock fue el último en darse cuenta. Y a ninguno de los dos le agradaba eso. Toda su vida, se había encargado de exponer la ignorancia de los demás, y darse cuenta de que había sido tan ignorante como el resto, lo hacia sentir como todas las humillaciones que había hecho juntas. 

Eso no significaba que lo entendiera o puediera detenerlo. 

- Basta - lo que en un principio eran gritos y paralela ahora eran súplicas susurrantes como cuando sabes que tus súplicas no tendrán efecto pero no puedes rendirte. 

El detective no entendía que pasaba por su cabeza, el por que la rabia y por que no había podido contenerse y había golpeado a Adam de esa manera, su mano se había marcado en colores púrpuras en el antebrazo del jovencito.  Y siendo sincero consigo mismo, tampoco hacía mucho más esfuerzo para entenderlo. No sabía a dónde iban, la lluvia seguía azotando y llevaba al chico casi a rastras con la ropa mojada y el cabello revuelto, mismo estado en que el se encontraba solo que sin los golpes que comenzaban a hincharse. 


***

Si John y Gabriel hubieran llegado más pronto al lugar, probablemente hubieran visto el camino mediante el cual ambos se habían ido. 

- Estaban aquí... 

- Pues no lo están, John- dijo Gabriel tras echarle una mirada por encima al ex-soldado. Intenté ayudar, ahora quiero a Aziraphale. 

-¡Pero no nos ha ayudado! - John estaba algo desesperado y se culpaba por haber dejado al chico solo con Sherlock, tenía un muy mal presentimiento que el ángel había alimentado. - Deben estar cerca 

Gabriel lo siguió de mala manera, como agotado de la situación, en realidad sólo le importaba que Aziraphale recibiera el castigo que se merecía por traidor. 

***

- Van a juzgarte, Adam. No soy el único molesto contigo, aunque si el que puede hacerte ms daño- la voz de Sherlock se hacía grave y más fría que el agua de la tormenta. - Y a ti también, Crowley. Por traidor e inepto. Pequeña serpiente adorable. Pudiste burlarte de ellos pero no de mi. 

- ¿Crowley? - Adam frunció el ceño. Estaban cerca de ese lugar en el centro del bosque, una de las entradas, aquella que durante las noches parecía ser solo un poco más de oscuridad de la noche. 

Crowley suspiró. No estaba seguro si lo veía, o solo lo sentía. 

- Te veo, te siento y sé lo que piensas- dijo Sherlock como respuesta, sonriendo, se sentía tan pleno como no lo hacía desde hacía años. - Y si, puedo sacarte de ahí. Aunque no te gustará la manera. No, no me mires así. Yo no te puse de ángel guardian, lo que realmente me sorprende es que no sirvas ni de demonio ni de ángel. Eres un caso perdido. 

- ¿Cómo es posible que tú seas su padre? 

Sherlock iba a responder pero John se había avalanzado sobre él, haciendo que Adam cayera al suelo de sentón. Gabriel lo seguía a paso tranquilo y cruzó los brazos cuando John estuvo sobre el detective.  

- Al parecer no necesitabas mucha ayuda. - dijo el arcángel.- ¿Puedo tener al traidor ahora? 

Sherlock sonrió al verlos a ambos. 

- ¿John? ¿Qué demonios está pasando y quién es ese sujeto? 

- No, no, Sherlock, el que me dará las explicaciones eres tú. ¿Qué le hiciste a este niño? - John se quitó de encima del detective y se acercó a auxiliar a Adam, al ver que Sherlock actuaba casi tan inofensivo como siempre.  

- Si, mientras tienen su pelea matrimonial- Gabriel movió la mano sobre John y el médico no lo supo, pero un hombre robusto de vestimentas blancas salió de algún sitio chocando con el suelo. 

- Oh, dios mío.... Yo no sabía que podías hacer eso... Yo... Gabriel, qué gusto me da verte pero creo que debemos encargarnos de algo antes - la voz que tanto tiempo John había escuchado habló ante la mirada estupefacta de John Watson, el hombre que solo quería vivir una vida normal y siempre se encontraba rodeado de fenómenos. 

Gabriel suspiró. Sherlock se levantó y aprovecho el shock de aquel que había sido su mejor amigo para hacer que la rama de un árbol lo tomara y sujetara con fuerza. 

- Gabriel, tenemos que hacer algo para detenerlo, por favor. - suplico Aziraphale, y el arcángel solo mantuvo la sonrisa. - Por favor, Sherlock yo sé que eres un buen hombre. 

- ángel, no - advirtió Crowley,  pero Aziraphale había dejado de verlo. 

- Eso es lo que querías, Gabriel. Llévatelo. Qué ya estoy harto de intromisiones. 

- Si, señor. - Gabriel tenía control sobre los angeles, pero por si acaso saco de su bolsillo la pequeña cadena que había obtenido del ahí presente y que marcó la piel del ángel como si de fuego se tratase cuando la pasó por sus muñecas y comenzó a tirar de ella. 

Deducciones Y PresagiosWhere stories live. Discover now