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El día de la tormenta que cubrió de llamas el firmamento, se habían tomado muchas decisiones y se habían hecho muchos cambios, porque siempre habría cambios, nada era absoluto, nada definido ni perpetuo, el cambio es necesario. Uno de esos cambios estaba relacionado con la libertad. 

Dios estuvo días y días (o una fracción de segundo) en suma concentración analizando los símbolos. Era muy pronto para tomar la decisión adecuada, era muy temprano (algo así como las seis de la mañana), y no tenía experiencia (la perfección no nace de la nada), tenía muchas que considerar. 

La ecuación detonante estaba bien, las siguientes también, supuso entonces que debía olvidarlas todas y crear una nueva. Ahí a su lado, en su escritorio estaba una masa traslúcida blanca que en realidad carecía de materia todavía, quizás era otro estado de la misma que aún no había nombrado, quizás no era materia y era una onda electromagnética, o quizás era una onda electromagnética cuando estaba en el vacío, pero una vez que se cruzaba con otra forma de masa se convertía en particular, nada es absoluto. 

Antes de comenzar su experimento reflexionó, ¿era el momento adecuado? Frente de si, pasó una serie de imágenes de épocas distintas, en aquel rincón del tiempo, pasaban todos los sucesos a la vez, como si no tuvieran una conexión, como si uno no fuera la consecuencia de otro. La época de la civilización parecía ser una buena idea, sonaba arriesgado, podía echar a perder una vida, (¡todo sea por la ciencia!), al moldear la figura con la radiación como si de arcilla se tratara decidió que no era necesario hacer un experimento porque la hipótesis era bastante lógica (95.4% (al diablo Gauss)). 

Libre albedrío. 

Era un pésima idea. 

De verdad, lo sabía. Pero era la única opción. 

Era equilibrio, era curso natural. 

Su experimento se quedó guardado en el cajón izquierdo de su escritorio, que lástima, había quedado tan bien. Pero era arriesgar demasiado, si algo salía mal... A menos que así debiera ser. No podía saberlo (si podía, se basaba en una serie de predicciones matemáticas casi infalibles (inefables para el ser humano promedio que goza de su propia ignorancia y se regocija en ella), pero prefería no hacerlo muy a menudo porque eso le quitaba diversión a las cosas, siendo tan perfecta, tenía que buscarse su propia diversión). 

- ¿Y entonces como llegó ahí? - la pregunta fue severa- no necesitas mentir, por supuesto. ¿Fuiste tú quien se lo dijo? 

El arcángel jamás levanto la mirada y se cuestionó cuál era el punto de que su madre quisiera escuchar la respuesta de su propia boca si ella con seguridad ya la conocía. ¿Por qué la humillación? 

Gabriel había de casualidad encontrado aquello, y reconoció la frecuencia, el color de la onda la delataba, y sabía también que solo había conocido alguna vez a alguien con esa frecuencia que variaba de rojo a violeta en solo segundos, algo demasiado peculiar, y peligroso debido a esa alta volatilidad (ni el agua en la bolsa de valores en 2030, alcanzaría tanta). 

No era que quisiera ser un rebelde y desobedecer, pero había escuchado algunas reflexiones en voz alta de su madre (jefa). Si era toda perfección, ¿por qué diría algo que no quería ser escuchado? Esto era demasiado inefable. Demasiado difícil de entender, demasiadas decisiones aleatorias que tomar. Además, un anticristo requería de un progenitor, y si bien no era humano, si requería ciertas características humanas. Fue ahí donde tomó la decisión, llegaría a un arreglo con Lucifer. Él ayudaría a traer al anticristo al mundo. 

- No sabía que estuviera mal. Usted lo dijo. 

- No escuchaste la reflexión final. 

Gabriel levantó una ceja. 

Deducciones Y PresagiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora