Baila, Habibi

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Practicamos todos los días la coreografía por tres horas hasta que salió perfecta, habíamos elegido un lindo tema movido y que servía para combinar ambos tipos de bailes, era una versión remixada de El Allem Allah de Amr Diab que había bailado cua...

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Practicamos todos los días la coreografía por tres horas hasta que salió perfecta, habíamos elegido un lindo tema movido y que servía para combinar ambos tipos de bailes, era una versión remixada de El Allem Allah de Amr Diab que había bailado cuando hacía danza.

Al mismo tiempo que practicabamos la danza, mamá estaba cosiendo los trajes para los varones, Asagi y yo ya teníamos los nuestros pues ambas teníamos la misma talla y habíamos acordado en usar los que me habían quedado de mis épocas de bailarina con ligeras modificaciones pues nos quedaban algo chicos en el busto. Siguiendo el consejo de Nathaniel (y para enorme alivio mío pues Adbel y su familia iban a estar entre el público) mamá le puso un cuello americano a los sostenes cubriendo el área comprometida dejando solo un pequeño huequito, pero según Armin "eso lo hacía aún más excitante".

Finalmente, había llegado el día del festival, armamos nuestro puesto de Egipto y preparamos la comida; mientras los chicos se cambiaban en un pequeño probador improvisado las chicas poníamos todo a punto, luego cambiamos de puestos, hasta habíamos comprado pelucas negras para que todo quede salido de una máquina del tiempo, de casa había traído el horno eléctrico para mantener las empanadas calientes y muchos limones. Kentin había tenido la precaución de comprar varios platos y vasos descartables y Nathaniel se lució comprando las bebidas pues no habíamos pensado en eso.

Luciendo sus trajes nuestro grupo brilló por su producción: Armin era el faraón más autoritario que había visto en mi vida, le habíamos pegado una barba falsa a la barbilla, una hermosa toga del blanco más inmaculado que conseguimos con bordes y adornos dorados y piedras de fantasía, el cetro y el látigo del alto mando egipcio y la doble corona. Yo llevaba un sencillo vestido blanco largo hasta los tobillos, una peluca negra y lacia con flequillo recto pero un enorme tocado dorado con piedras de fantasía que Alexy había creado con mucho cuidado, incluso había hecho un escarabajo con las alas abiertas con papel metalizado dorado y pintura verde y azul, tenía unos pendientes de plumas azules y mis viejas alas de Isis. Alexy vestía como un auténtico sumo sacerdote de Horus y el collar que habíamos armado con piedras de fantasía y papel dorado metalizado le daba un aspecto muy importante y respetado. Kentin, por su lado, era un auténtico medjay, luciendo su cuerpo entrenado en una ajustada toga (y sus piernas peludas que no quiso depilar), intimidando a todos con su khopesh y su neme tal cual habíamos diseñado. Asagi era la faraona más hermosa que la mitología egipcia haya visto y Nathaniel era Horus en persona; todos nos habíamos aplicado khol en los ojos, estábamos listos para el show.

Dejamos nuestro puesto al cuidado de nuestros vecinos nigerianos y fuimos a dar una vuelta para ver el resto de las exposiciones. Los que más me gustaron fueron los de Argentina, el de Sudáfrica, Brasil y Perú pero los de China y Japón fueron los más pintorescos aunque el premio se lo llevó sin duda el puesto mexicano de Ámber y sus amigas, pues Li estaba vestida como un luchador de lucha libre, Charlotte de mariachi y hasta tenía un bigote falso y Ámber tenía un vestido típico mexicano.

Corazón de Melón (libro #1)Where stories live. Discover now