VII

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No hay nada más difícil de superar que la muerte de la persona que consideras tu mundo entero. Por quien te desvives, a quien sonríes todas las mañanas al despertar, a quien le preparas (o te prepara) el desayuno y a quien impacientemente deseas ver luego de un largo día laborioso para contarle como ha ido y sobre ese anécdota tan divertido que durante un rato te ha mantenido tan entretenido. Simplemente, la persona por la que vives.

Dos años atrás, a Wade se le fue diagnosticado un cáncer a avanzada fase cuatro, lo que significaba que era terminal y nada se podía hacer ya. Debido a eso, había tirado la toalla. Sabía que iba a morir y, aunque enfadado con el mundo, lo había aceptado relativamente rápido.

El azar del destino había sido cruel. Cuando empezó a sentir que su vida valía la pena (por Vanessa, siempre por Vanessa) Boom. Cáncer. Metástasis e inmediatamente hubo de aceptar que tenía un pie dentro de la tumba.

No hablaba con Vanessa del tema. O más bien, él nunca era el que lo sacaba a flote ya que era inevitable rozarlo. No lloraba frente a ella. Todo lo contrario, seguía bromeando después de ese fatídico día y sonriendo (de forma algo forzada), únicamente por ella, porque ver ese brillo de esperanza y positivismo en sus ojos lo hacían enamorarse más y más, y es que ella no se rendía. Había hecho planes de la A a la Z, buscado doctores por varios países e incluso arrastró el culo de Wade a México en busca de una posibilidad de cura.

Enterarse del cáncer fue jodido. Asimilar su propia muerte, también. Al igual que la tortura psicológica y física que vino después gracias a Francis.

¿Pero perderla a ella? Perderla a ella fue el más duro golpe de su vida.

No sabía cuando tiempo llevaba de pie leyendo el nombre tallado sobre la lápida del cementerio. Minutos, tal vez horas. Sabía que estaba muerta. Joder, él mismo la había visto morir en sus propios brazos (por su culpa) y, aún a pesar de eso, su subconsciente más profundo no asimilaba el concepto de no volver a verla y su cabeza era un hervidero de interrogantes sin respuesta. ¿Cómo demonios iba a pasar el resto de su maldita vida inmortal sin ella si para empezar, ella era la única razón por la que había decidido meterse en el programa Arma X para buscar una solución a su cáncer?

Esto no era lo que había planeado. No podía estar bien. Ella era la persona más buena del universo y no se merecía nada de eso.

Simplemente...

No podía imaginarse un futuro sin ella.

No.

No volvería a aquellos días en los que el enorme vacío de su existencia, la depresión, la ansiedad y la jodida soledad junto a todos los problemas que arrastraba lo llevaran al borde del precipicio. No se quedaría viviendo en el borde, a sabiendas que no podría retroceder para salvarse. No había salvación para alguien para él si Vanessa ya no estaba. Había tenido más de lo que se merecía con ella, pero ahora, esa felicidad se había acabado.

Las flores en la lápida no estaban marchitas, pero Wade las reemplazó igualmente con ojos rojos y un sollozo atorado en su garganta. Se sentó detrás de estas con los pies cruzados sobre la arena.

— Weasel ha hecho que me saquen a patadas del bar. — Explicó, como si Vanessa pudiera oírlo de alguna forma. Y vaya estupidez para hacer, honestamente...
Pero empezaba a entender por qué la gente solía hacer con sus seres queridos eso de hablar a sabiendas que nadie respondería. Necesitaba tener una última conversación con ella. — Literalmente. Ha ofrecido copas gratis durante una semana a aquel que consiguiera sacarme por fin de allí. — En su mente, pudo visualizar la sonrisa de Vanessa al escucharle decir eso, y cabizbajo, sonrió un poco, melancólico. Vio entonces una mancha en el inicio de la manga de su camisa y trazó el dibujo con un dedo—. Dijo que llevaba ahí dos putas semanas y que necesitaba una ducha y ayuda urgente. Por el bien de todos, primero la ducha. No puedo creerme que ya haya pasado tanto tiempo. Parece que fue ayer cuando... — Tragó saliva y sacudió levemente la cabeza. Durante unos largos segundos, no existió nada aparte del más absoluto silencio.

— Fue mi puta culpa. Debí haber previsto que en algún momento te verías envuelta en la violencia que me rodea. Que algún día se me escaparía un capullo, o el hermano de alguien que maté querría cobrarse venganza y vendría a por mi a través de la chimenea o ventana con sacos llenos de armas como un Santa Claus en versión darks con ganas de repartir hostias. No sé como coño pude pensar que podría ser feliz contigo y formar una familia cuando en cualquier momento podría poneros en peligro tanto a ti como a nuestro... cachorro. — Se secó una nueva lágrima que cayó al decir la última palabra. Pensar en el hijo que podrían haber tenido hacía que una intrusión invisible y agresiva en su interior atacara los pequeños trocitos que quedaban de su corazón.

— Ojalá pudieras darme un rodillazo en las pelotas ahora mismo. Bien fuerte. — Suspiró y tragó saliva para intentar deshacer el nudo en su garganta que amenazaba con hacerlo sollozar de un momento a otro. — Estoy hasta arriba de coca y voy a hacer una puta locura, Ness. Si no puedes estar aquí entonces iré yo hacia ti y podremos montarnos un buen trío con Freddie Mercury. Follar en las nubes debe ser toda una experiencia. — A estas alturas, estaba ya tan mal que comenzó a reírse. — A quién quiero mentir. Si volvemos a follar será en el trono de Satán cuando no mire... O quizá sí, ¿Crees que será un travieso voyeurista de esos? ¿Que nos sonreirá perversamente mirándonos por encima de su tridente? Quizá aprenda nuevas cosas...

Se levantó y resistió el impulso de acariciar la lápida. Junto a las flores había un pequeño peluche de un osito con los colores de su traje. Wade lo había cosido y regalado un día a Vanessa para hacer la gracia y ella se había reído y abrazado al oso, haciendo un pucherito y diciendo posteriormente «Lo llevaré conmigo a todas partes», como hizo días después con la ficha de Skeevall que le dio en su aniversario. Wade se rió a carcajadas al descubrir un día el peluche en el bolso de Ness.

— Nos veremos pronto, cariño. — Se despidió justo antes de girar sobre sus talones e irse. Caminó con dificultad, porque se había metido de todo en grandes cantidades y ni teniendo su factor curativo podría recuperarse rápido. Ya todo le estaba dando vueltas y le había parecido que un árbol le sonreía y le guiñaba un ojo.

Joder.

— Adoro el mágico mundo de la droga.

Seis minutos después estaba en el piso que compartía con Vanessa, (que había compartido) con Cher cantado de fondo "I'm so out of love", el gas abierto y varios bidones de gasolina. Él estaba encima de ellos, tumbado con las piernas cruzadas y sus cómodos crocs azules puestos. En su mano, una cerilla prendida y su cabeza totalmente llena de imágenes de una sonriente Vanessa.

Dejaría caer la cerilla de un momento a otro. No quería tardar en volver a ver su sonrisa real.

Wade esbozó una esperanzadora sonrisa por su parte.

— Tick, tick, tick...

Boom.

Anchor. [Cablepool]Where stories live. Discover now