capítulo 21

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Me las tuve que arreglar para que mi madre no me viera sacando montones de gasas y botellas de alcohol y agua oxigenada, porque de seguro que entraría al cuarto a ver qué ocurría. Era tan controladora. Cerré la puerta con el pie y encontré a Justin sentado en la cama, mirándose la herida con el seño fruncido. Me dio cierta ternura verlo así, por lo menos me daba indicios de que era humano y no un vil monstro mata-gente.

-Destápate la herida –ordené, mientras volcaba el agua oxigenada encima de un algodón.

-¿____?

-Te va a doler –advertí, con expresión neutra.

-Ya lo sé –admitió entre risitas.

Con cuidado, froté el algodón mojado encima de la gran cortada que bordeaba su brazo derecho, mientras lo observaba de reojo de vez en cuando. No me sorprendió que sus facciones siguieran igual de neutras que al principio a pesar del dolor que esto estaba ocasionándole, pero bueno, ya casi olvidaba que él vivía esto todos los días. Sin embargo, entonces, ¿por qué me había buscado a mí?

-¿Qué me has puesto? –se alarmó, al ver un montón de burbujas pequeñas brotar de su herida abierta.

-El agua oxigenada ocasiona las burbujas, es una reacción de la infección en tu brazo –expliqué con paciencia. Su rostro se normalizó de nuevo, pero sus mejillas se ruborizaron tenuemente, debido a la vergüenza que le ocasionó no haber sabido más que yo esta vez. Y, con sinceridad, el Justin ruborizado era la cosa más hermosa que yo había visto en mi vida. Parecía aún más un ángel.

Me mordí la lengua para no dejar escapar una sonrisa y continué frotando su herida con cuidado. Necesité cambiar de algodón, y así cuatro veces más, debido a que siempre se ensangrentaba por completo, dejándolo chorreando. Cambié al alcohol cuando ya no salían burbujas, y entonces sólo necesité cambiar de algodón dos veces. Seguido a esto, le cubrí la zona afectada con vendas que había adquirido cuando me caí de la bicicleta hacía seis meses.

-Está listo –mascullé, sosteniendo el montón de algodones ensangrentados con ambas manos y acercando la papelera con el pie, para luego depositarlos todos allí.

-Gracias –musitó, y su expresión cabizbaja me dio la impresión de que le costaba mucho agradecer a la gente. “Vaya, tenemos un pequeño rebelde aquí”.

-¿Por qué me buscaste a mí? –inquirí. Se encogió de hombros.

-No lo sé…

“¿No lo sé?” ¿Un simple, no lo sé? Justin, admite que te gusto, por el amor de Dios”.

Asentí, intentando reprimir la oleada de emociones que me invadieron cuando lo escuché decir tal cosa. ¿No lo sabía? Claro que no lo sabía, eso era bueno, ¿verdad? Significaba algo, ¿no?

-Tengo que irme –musitó, con aspecto resignado, mientras se levantaba de la cama y se dirigía hacia el balcón. “¿Lo vas a dejar que se vaya así, ____? ¡No! Detenlo, ¡haz algo, por el amor a Cristo!”

Justin –lo llamé, haciéndole caso a mis impulsos. Se giró hacia mí. Tragué saliva -. Quisiera… hablar contigo… sobre lo que ha pasado.

Se lamió los labios para humedecerlos.

-Creo que olvidé darte las gracias… –musitó.

-Sí lo hiciste –respondí -, y no de eso –resoplé -. No quiero tener que decirlo con todas sus letras.

-Ah… -masculló, mirando hacia otra parte. Suspiré, frotándome las manos húmedas en el pantalón.

-Bueno, es mejor respuesta que la que esperaba –arqueé las cejas con sarcasmo.

-No esperes una ovación –soltó con furia contraída -. No sé qué decirte.

Y la verdad es que yo tampoco. No encontraba las palabras adecuadas para organizar una oración lógica dentro de mi cabeza, me sentía incapaz de hacer eso, e incluso de hablar del tema.

-Deberías –solté, enfocando mi vista en un punto fijo y distante que no existía, para evitar mirarlo a él.

-Ya lo sé –gruñó -, pero no creo que quieras hablar de esto.

-Sí quiero –mentí inmediatamente -. Justin, no sé qué nos ocurrió a ambos esa vez, pero estoy segura de que tienes una explicación para esto.

-Justin-:

¿La tenía? Está claro que la tenía, ¿verdad? Cerebro, responde. Eres capaz de reaccionar en un asesinato múltiple, pero en momentos como éste me dejas a la merced de los pocos sentimientos que me quedan. Vete a la mierda, ¿quieres?

-No me hagas caso y olvídalo. Concéntrate en dar gracias porque pude detenerme… -intenté decirle.

-¿Por qué lo hiciste? –me interrumpió -. Se supone que soy una víctima. No te importa.

“Eso. Exactamente eso es lo que yo debería pensar. Desafortunadamente mi mente es una guerra constante de pensamientos imprudentes”.

-Sólo… lo siento –musité con amargura. No se me daba eso de pedir disculpas -. No debí meterme entre tú y tu novio–articulé la segunda palabra con desprecio.

-Tyler… es… Bueno, sí –balbuceó, ¿ella tampoco sabía qué decir o se estaba burlando de mi torpeza? Asentí con la cabeza. Con que esas teníamos. Bien. La dejaría tranquila. Pondría mi distancia entre ella y yo, que relativamente era un abismo de por medio. Sólo la buscaría en los asuntos de trabajo y cuando fuera necesario la mataría a sangre fría. Quizá fuera pronto.

-Duérmete –ordené, mientras caminaba hacia el balcón con expresión neutra. Oh, como deseaba estamparle un beso que la dejase petrificada. Ni yo mismo comprendía por qué la quería de esa manera. ¿Por qué mierda eres tan bipolar, Justin?

-____-:

“¡Estúpida! No dejes que se vaya, ¿voy a tener que intervenir por ti siempre?”, gritó el lado chiflado de mi cabeza. Apostaría a que Justin tenía algún poder sobrenatural para tratarme como un títere y de manipular mi mente… No estoy loca.

Suspiré. Sí, básicamente estaba dejando que se fuera por esa ventana con una herida en su brazo. Pero no había nada más que yo pudiera hacer, y lo mejor era que yo me alejara; así me sentiría bien conmigo misma al poner el mínimo esfuerzo por mantenerme a salvo el culo. No como ahora, que hacía todo lo posible por terminar con mi vida sin apenas darme cuenta. Era una jodida masoquista de mierda.

-Adiós –apenas susurré, con voz débil y desquebrajada.

Lo observé alejarse mientras bajaba por la ventana hacia el patio, y luego, nada más. Me di la media vuelta, ¿era esto una especie de despedida? ¿Una despedida cursi? ¿Como en las películas?

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúWhere stories live. Discover now