Capítulo 32

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Me quedé petrificada leyendo la frase mil veces dentro de mi pequeña cabeza cubierta de lisos cabellos despeinados por las manos de Justin, cuyo pecho subía y bajaba de furia. Me quería morir. Ahora sí que pudiera matarme y yo no haría ni el más mínimo esfuerzo por rechistar.

Nuestras miradas tensas se encontraron en el imperioso silencio de mi baño, y mi respiración se hacía tan superficial que apenas podía sentir subir mi pecho, al tiempo que mis piernas flaqueaban y mi cuerpo entero temblaba. No me había sentido tan cerca de un posible final –en todos los sentidos – como aquel momento lo estaba.

-Ha estado aquí –mi voz se quebró, y tapé mi boca torpemente con la mano, mientras las lágrimas salían silenciosamente por mis ojos. Justin apartó sus ojos de los míos y pasó por mi lado como un rayo furioso, cruzando la puerta y dirigiéndose hacia mi habitación, mientras yo intentaba salir de mi estado de estupor zombi.

Escuché nada más que el soplido del viento y los latidos desbocados de mi corazón mientras observaba el espejo pintoreteado, poniéndome una mano en el pecho mientras intentaba recuperarme a mí misma. “Bueno, ____, tranquila. Sólo hay un asesino en ropa interior dentro de tu casa intentando buscar al autor de algunas notas homicidas que, probablemente, esté dentro de la casa. Nada con gravedad”. Sí. De nuevo estaba tratando con la parte chiflada de mi cerebro.

En cuanto recuperé mi cordura y mis cinco sentidos volvieron a mí de sopetón, como cuando despiertas al soñar que vas a estamparte contra el suelo en caída libre, aparté la mano que había subido hasta mi garganta y corrí hacia mi habitación, donde sólo quedaba un desastre y el silencio reinando en vivo y directo.

Lo busqué con la mirada, pero él no estaba ahí.

-Quédate aquí –murmuró en mi oído, lo que conllevó a que me volteara apresuradamente y apoyara mis manos en sus hombros, mientras sentía las lágrimas correr por mis mejillas.

-¿A dónde vas? –lo interrogué, con la voz agitada.

-¡Ese maldito está por aquí! –gruñó; tan fuerte que sentí las vibraciones de sus cuerdas vocales en mis manos, que descansaban en él. Las aletas de su nariz estaban muy abiertas, su pecho subía y bajaba, elevando mis manos también -. Y voy a matarlo.

Con rapidez, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta a zancadas. Di pasitos largos hasta alcanzarlo y lo agarré de la mano con todas mis fuerzas, esperándome lo peor.

-¡¿Qué?! ¡¿Estás demente?! ¿Cómo piensas dejarme sola aquí? –chillé, con la boca entreabierta temblorosa, mientras su pulso acelerado hacía que lentamente yo retirase mi mano.

-¿En qué momento pudo haber entrado ese cabrón, o quien sea el maldito que esté haciendo toda esta mierda? –gruñó, frotándose las sienes mientras gritaba -. ¡En el espejo! ¡Vaya mente de niño!

-Pudo haber dejado las notas, como siempre –sugerí, en un hilo de voz.

-Sí. Con un regalo dentro, también –rodó los ojos, irónico, mientras seguía frotándose las sienes y apretando los párpados, quizá devanándose los sesos en busca de alguna señal que diera una explicación lógica de toda esta situación.

-Bueno, yo soy la que he estado soportando esta mierda desde que comenzó –espeté, con la voz desquebrajada.

-Y yo soy el que ha estado buscando al autor –arqueó una ceja. Me detuve, y lo miré con los ojos bien abiertos.

-¿Perdón? –arqueé las cejas.

-Por una sola vez, tu despiste ha traído consecuencias buenas, y me ha dado la primera nota que envió el tal amigo tuyo.

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúOnde as histórias ganham vida. Descobre agora