Capítulo 36

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Sentí que el aire se esfumaba de mis pulmones y mis puños apretarse a mis costados. Esperé la respuesta con el corazón en la boca.

-Erm, ¿Justin Bieber? –él preguntó. Asentí frenéticamente -. ____ perdió mucha sangre y sus pulmones estuvieron a punto de explotar como globos. Además, posee distintas torceduras y cortaduras a lo largo de su cuerpo. Presenta un problema respiratorio grave y apenas puede moverse –informó. Mi estómago daba vuelcos dolorosos con cada una de sus palabras. Revisó la hoja y volteó la página de su libreta, leyendo a través de sus lentes redondos -. Puede recibir sólo una visita por el día de hoy –levantó la mirada para mirarme, y se quitó los lentes -. Si es que quiere verla así.

-Sí –dije sin pensarlo -. Quiero verla.

-Bien. Después visite de nuevo esta sala. Voy a tener que revisarle esa nariz –apuntó con el dedo, y caminó hacia delante. Lo seguí mientras sentía que los labios me temblaban.

Es increíble cómo, de la noche a la mañana, puedes estar caminando a través de un hospital repleto para ver a alguien que pudo morir en cualquier momento. Y ese alguien es más importante que tu propia vida. Pasé mi mano por mi pelo y humedecí mis labios cuando entré en la pequeña habitación de paredes blancas.

Mi mirada se paseó por todo el cuarto, hasta llegar a la cama. Dios, y creo que eso fue lo peor. Respiré con dificultad, intentando desviar la mirada. Pero apenas pude apartarla unos centímetros, para luego volver a mirarla. Sentí unas palmaditas amistosas en el hombro y luego, nada más.

____, ella estaba… tan… su cuerpo apenas parecía tener vida. Eran más los tubos que atravesaban su nariz, brazos, estómago y boca que lo que podía apenas verse de ella. Me acerqué con lentitud mientras sentía mil retortijones por cada una de sus heridas. Sus párpados azulados estaban cerrados, y no pude besarla porque un grueso tubo atravesaba sus labios. En ese momento me arrepentí de no haber matado a Smith de una vez por todas. Tragué saliva. Los hombres nunca lloran. Y yo no iba a ser un cobarde, nunca más. Si es verdad que yo era tan sólo un niño, entonces ya veía la hora de terminar de crecer. Por ella.

Agarré su mano con cuidado, y acaricié sus dedos, imaginando que ella podía sentirme.

-Tú tienes que ponerte bien, mi fugitiva –le hablé, imaginando también que ella podía escucharme -. Tú tienes que ser muy testaruda esta vez, también. Tú tienes que salir de ésta.

Me humedecí los labios y suspiré.

-Lastimarte es la última cosa que quiero hacer, ___. Yo… Yo no sé vivir sin ti. Lamento haber sido un idiota contigo. Por favor despierta –supliqué, apretando su mano débilmente. Yo no quería lastimarla más. Respiré hondo y observé su rostro pálido. A veces, lo que te mantiene en pie es pensar que todo lo que haces es para hacer feliz a la otra persona. Yo iba a terminar cayendo si me olvidaba de que _____ dependía de mi fuerza.

-Gracias a ti, la mitad del tiempo ni siquiera me doy cuenta de que estoy sonriendo –farfullé torpemente, e hice una pausa corta para respirar -. No sabes cuánto daría por ser yo el que estuviera ahí y no tú. Te prometo… Te juro, que voy a ser fuerte por ti. Pero tienes que despertar por ti sola. Yo no puedo ayudarte en eso, aunque quiero. Escúchame –aparté un mechón de cabello de su rostro -. Te amo. Siempre voy a estar ahí contigo, ¿bien? Te amo, ángel.

Tragué saliva con dificultad y me llevé una mano al cuello, donde jalé con fuerza mi cadena plateada. La envolví en su muñeca para no apartar los tubos de su cuello, y la aseguré, mirando el avión metálico, y luego mirándola a ella.

-La necesitas más que yo –sonreí lánguidamente, y planté un beso en su mano.

-o-

-¿Qué ha pasado? –dijo una voz aguda. Una mujer de cabellos rubios y ojos azules –uno de ellos moreteado – me habló con desesperación, mirando con ojos húmedos la puerta de la que yo acababa de salir.

-¿No la van a dejar entrar? –pregunté.

-Soy su madre, pero no quieren hacerlo –ella lloriqueó -. Dime que mi bebé está bien, por favor.

Tragué saliva.

-Sí, ella… Va a estarlo.

-¿Quién eres tú? –achicó los ojos -. ¿Por qué estás aquí? –preguntó en voz muy alta, lloriqueando -. ¿Megan?

Megan volteó la mirada hacia nosotros, y me miró con una cara de “¿no vas a decirle?”. La vi suspirar y se frotó las sienes, apoyada sobre la pared.

-Es hora de que usted lo sepa –musité -. Cuando ____ esté bien… ambos se lo diremos.

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúWhere stories live. Discover now