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Es el año de 1957:

Mi vida era perfecta—bueno, aún lo es—, solamente hay dificultades; la razón número uno de mi infelicidad, celos y tristeza es: Mikasa Ackerman, mi exnovia de casi toda la vida. Ella lo tiene todo, pues es hermosa e inteligente. Y, sin embargo, creo que era demasiado bueno para ser verdad. 

   Nos conocimos en la secundaria, ella era todo lo contrario de mí: sociable, agradable, buena en deportes y lista en Matemáticas; aquella pelinegra fue mi tutora en los cursos de verano, ahí comenzó un atracón de sentimientos, ya qué platicábamos siempre, e íbamos al cine. Comprábamos helado, mientras bailábamos In the mood de Glenn Miller—, ella siempre me guiaba, yo era un asco—. Fue hasta después qué declaré mi amor con una canción que le escribí, era tan tímido, y ella me aceptó, ¡mi mejor amiga, siendo mi novia! Esas cosas casi nunca suceden en la vida real. No había nada que no hiciéramos juntos... Hasta las vacaciones de invierno, ya que habían sido realmente tranquilas, le comenté a mi novia (por aquel entonces Mikasa) qué iría a las afueras del pueblo de Blackpool, puesto que ahí vivía mi abuelo George. Ella siempre era muy gentil y compresiva conmigo, pero, sin embargo, aquel día se molestó «quería verme todos los días», según ella.

   Sin más que decir, volví a principios de agosto a Liverpool, para entrar al fin a la Universidad. Mikasa —al igual que yo—, nos habíamos quedado en el Instituto Woltoon, especializado en las Artes. Me disculpé por no poder verla por ese mes, pero ella parecía ida, no estaba escuchándome. Se cortó el pelo, y comenzó a vestirse extrañamente, como una de esas imitadoras de Marilyn Monroe. Aun así, seguimos juntos dos días en el Instituto, hasta qué en descanso del tercer día me dijo las peores palabras del mundo entero:—Necesitamos un tiempo. 

   Al principio quería reírme, sabía lo fría de la relación desde qué volví, pero, nunca creí que llegará a pasar algo así.

    —¿Tiempo?—Pregunté iluso sin razón.

    —Armin—dijo mi nombre suspirando, —yo estuve pensando mucho en las vacaciones y comprendí lo inexperta qué soy acerca de todo—se llevó una mano a su hombro.—Lo que quiero dar a entender es... Necesitamos un tiempo para convivir con otras cosas. Llevamos juntos desde los 13 años, y nunca hemos o sabremos lo que es estar con...—Pausó.

    —¿Otras personas?—pregunté y terminé la frase.

   No podía creer sus palabras, eran como cuchillos en mis oídos, no quería seguir escuchando, sólo recordar esa barrera qué ella hacía ante nosotros.

     —Armin, no me mires así—musitó.—Estoy completamente confundida, quiero pasar tiempo conmigo a solas.

    —¿A solas?—Cuestioné molestó de nuevo.

     —No sólo pienso en mí, también en ti. Sal y conoce a otras chicas—me tomó la mano.

   Su caricia en mi mano derecha, la tenía sobre la mesa, mientras que todos seguían con sus vidas tranquilas a mi alrededor, sin darme cuenta, mi propia vida estaba yéndose al vacío. Ella ya no quería estar a mi lado, y todo fue por no pasar las malditas vacaciones con ella.

     —¿Esto es por no pasar ese mes a tu lado?—Arqueé una ceja.

    Ella bajó la mirada:—No, esto es... Ya no estamos funcionando. Lo mejor es pausarlo y continuar cuando tenga todo claro.

   Nos quedamos en silencio, las clases volvían a la vida, y yo tenía eso, esas palabras... El corazón roto.

   Después de esa conversación mi vida cambió, ya no tenía a Mikasa, ya no íbamos juntos a la caverna de Liverpool, ya tomábamos autobuses distintos, ya no leíamos juntos, ya no había nada para poder tocar su hermosa piel. Decidí ser optimista y concentrarme fuertemente en la música. Al menos podía escribirle canciones.

Él soñador y la chica de la mirada vacía.Where stories live. Discover now