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Salí de casa para ir a la de Annie, según la dirección qué me había dado Hitch, no se encontraba muy lejos: únicamente era tomar un autobús por 30 minutos de recorrido. Le preparé algo de comida, quizás le guste. Me siento nervioso, esperó que no se enfade; mientras miro por la ventanilla, y mis manos toman con fuerza los toupperes calentitos, entre mis piernas, de mi lonchera.

  Bajo del autobús, y busco la calle, qué diga: Trost. Miro a mi alrededor, pero ninguno parece tener el nombre. Nunca había venido de este lado de Liverpool, es más pequeño en cuanto a calles.

   Hay una tienda de periódicos, voy a preguntar ahí.

     —Disculpe, señorita—llamé mientras me acercaba—¿dónde se encuentra la calle de Trost?

    Es una anciana con una mirada de molestia:—Todo derecho—su voz es gruesa.

     —Gracias.—Digo intimidado.

  Sigo mi camino como me indicó aquella abuela. Las casas son más pequeñas, y el frío traspasa entre la ropa. Sostengo firmemente la comida para Annie. Solamente debo buscar ahora el número de su hogar: 115. Recorro las casas, cada una tiene los números salteados ¡qué fastidio!, por suerte la encontré después de caminar por 5 minutos. Ahí es, la casa es de un solo piso, es pequeña, y con ventanales pequeños, la puerta es bastante amplia. A decir verdad no es fea, tienen bonitas flores en el pequeño jardín.

  Abro la pequeña cerca de madera, y cruzó entre el pequeño jardín para tocar la puerta principal. Respiro hondo, ahí toco el timbre, esperó por varios segundos, no escucho nada. Vuelvo hacer lo mismo, en ese momento escucho:—Ya voy.

  Es una voz muy masculina.

  La puerta es abierta, un joven muy musculoso está parado enfrente mío: es rubio con cuerpo de jugador de fútbol americano. Su vista muestra poder y dominio, yo soy como un joven debilucho a su lado.

    —Hola—, trate de mantenerme firme.

    —Hola—respondió extrañado.

     —Me lleve mi mano derecha a la nunca para relajarme—¿Aquí vive Annie, Annie Leonhardt?

     —Sí, soy su hermano mayor: Reiner—.  Respondió ahora con una sonrisa.

Ese gesto provocó paz en mí. Me invito a pasar, invitándome una taza de café, al mismo tiempo qué me decía lo sorprendido de mi visita, puesto que Annie, nunca ha tenido amigos, (más que Hitch). Era una sorpresa—qué yo—, un chico la fuese a ver; con mucha amabilidad me indicó donde se encontraba su habitación. A mí me hubiera gustado hablar más con Reiner, pero parecía qué tenía prisa por ir a una junta de su trabajo.

  La casa no tenía fotos familiares, ni retratos, solo pinturas de paisajes y libros, muchos libros. Todo estaba en su lugar. Caminé derecho a su habitación, me sentía aún más nervioso de saber qué nos encontrábamos solos ahora.

  Toque la puerta con delicadeza.

    —Ya no quiero medicamento—era, era su voz de ¿Annie?

  Me quede anonado al escuchar la voz más dulce de mi vida. Era una voz completamente hermosa, cada día me sorprende más esta chica.

   —Soy Armin—dije nervioso.

Pasaron varios segundos, que para mí fueron eternos y no escuche nada. Decidí armarme de valor, y abrir la puerta: en efecto lo hice, ahí con esa mirada calculadoramente sorprendida se encontraba ella sobre su cama.


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Él soñador y la chica de la mirada vacía.Where stories live. Discover now