Epílogo

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Bajé del escenario envuelto en una gruesa capa de sudor. Fuera, los gritos continuaban y se hacían cada vez más y más fuertes; la multitud gritaba mi nombre, me juraba amor eterno y pedía que volviera. 

Dándome un bote de agua, mi manager me apresuró: 

ㅡArréglate. En media hora empieza el meet and greet. 

Siete años después, aún no lograba acostumbrarme a quedarme parado mientras un par de chicas lloraban de emoción, o  que gritaran apenas me veían; es una sensación parecida a cuando no sabes qué cara poner mientras te cantan la canción de cumpleaños. Me costó mucho esforzarme para abrazarlas, actuar normal y decir "hola". Y qué decir de que todos quieran tomarse una foto contigo en la calle. Para ser honesto, a veces añoraba los viejos tiempos, cuando era un simple mesero que iba en bicicleta.

Este era el final de mi gira en Europa, y ya estaba ansioso por volver a casa y mostrarle a Paris la boina que le llevaba, esa que tanto insistió en que le comprara en París. Nadie lo sabía, pero cada vez que compraba algo para ella, también lo hacía para su mejor amiga. Era algo tonto, pues todo se quedaba almacenado en un cajón que rara vez abría, y tal vez ni siquiera se lo diría si alguna vez la veía nuevamente, pero era algo que simplemente no podía evitar, como si con cada cosa le agradeciera por llevarme a donde estaba. 

Como cada vez que volvía de una gira, mis padres aguardaban por mí en el aeropuerto. Los saludé con un abrazo y nos apuramos a llegar al carro. Moría de hambre. Me esforzaba por normalizar mi vida en la medida de lo posible: me llevaban a su casa, donde mamá ya tenía lista la comida, y Hunter, Derek, Andrew y Nicol me daban la bienvenida. Yo les repartía todos los obsequios que había comprado para ellos y luego hablábamos de cosas vanas. Estaba prohibido hablar de mi trabajo a la hora de la comida. 

Pero ese día una molesta llamada interrumpió. El nombre de Max Max abarcaba la pantalla de mi teléfono. Pedí un minuto a mi familia y fui a mi antigua habitación para tomar la llamada. 

Felicidades, me enteré de que fuiste un éxito en Europa ㅡ habló ㅡ. Debes estar con tu familia. 

ㅡSí, mi madre hizo tarta. 

Qué linda. Trata de no acomodarte demasiado, chico. ¿Conoces a Gerard Stevens? Es un director de teatro, debes  haber oído de él. Acabamos de colgar, quiere que actúes en su nueva obra, Poison, en Broadway... 

Por un momento mi corazón dejó de latir y sentí un extraño arranque de ansiedad. 

ㅡ¿Cuándo? ㅡ pregunté. 

Tienes que salir pasado mañana. Estoy por enviarte todos los detalles. Saludos a tu gente. 

ㅡClaro... 

Traté de sacudir la idea de mi mente, y es que Peige se había convertido en una sombra que me seguía a todas partes; varias veces le hablé a desconocidas pensando que su cabellera negra y el andar alegre le pertenecían, hasta que, tras varias decepciones, olvidé el tema y dejé de buscarla en la calle o en mis conciertos, reduciéndose únicamente a los ocasionales regalos que le compraba. 

Y aún así, igual que lo había hecho durante mucho tiempo, llevé la mirada a mi muñeca, sólo para descubrir que la vieja pulsera de hilos rojos ya no estaba. 

¡Ella me acosa!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora