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TITULO: Don't you cry

PERSONAJE: Jason Todd y Dick Grayson

ADVERTENCIAS: Puede tener contenido subido de tono para personas sensibles, no estoy incitando ningún tipo de morbo y este capitulo tiene como única finalidad la reflexión de temas y situaciones que pasan día con día lamentablemente y de los cuales no todos son conscientes. Si no te parece adecuada la forma en como trato el tema pido una disculpa, no es necesario que lo termines de leer.

Pd. si es que prefieres, recomiendo leerlo mientras se escucha la canción que está en multimedia, ya que es la canción que aparece hasta el final.

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No podía evitar mirar la lluvia caer por toda Gotham. Los rayos que iluminaban los callejones más solitarios y los truenos que resonaban por todos los rincones.

Odiaba la lluvia, odiaba la nieve, odiaba el frío. La odiaba con todo su ser. La lluvia le recordaba una época antes de tener un techo, antes de poder comer cuando su estomago se lo exigía, antes de tener con que taparse, con que protegerse en esas frías noches cuando la lluvia mojaba su improvisado techo de cartón en ese callejón mal oliente.

Cuando tenía suerte, podía encontrar un buen contenedor de basura sin hoyos dónde meterse. Uno sin tantas ratas y con un olor no tan repugnante. Los refugios eran mejores, con algo de calor y la suficiente comida como para engañar el hambre que sentía cada día, pero eran escasos y peligrosos para niños como él.

Tenía recuerdos, recuerdos que lo atormentaban a veces, recuerdos de manos, muchas manos y algunos labios por todo su cuerpo. Manos y Labios, caricias qué dolían y saliva que escurría. Sentirse un objeto. Sentirse sucio.

Era un refugio de la iglesia, en su pequeña mente pensó que estaría bien. Las personas de la iglesia eran buenos con él. Solo que esa noche el padre no pudo quedarse con él, estaba enfermo y en el hospital. Era la primera vez que estaba solo y ese fue su error.

Solo quería una manta, una maldita manta.

Era invierno y una tormenta de nieve caía. Su ropa no era apta para esa temperatura y el cartón no le calentaba lo suficiente, la poca sopa que pudo comer esa noche no le ayudó tampoco a entrar en calor. El frío carcomía sus pequeños huesos y los pocos encargados que estaban no les importaba si alguien moría.

El único bueno era el padre, incluso se aseguraba de darle una pequeña habitación a parte para él solo, no fue hasta después de que le sucedió que su mente razonó el porque siempre intentaba tenerlo junto a él sin que nadie más se le acercara.

Solo quería una manta y esas personas le habían prometido darle una si era un buen chico y jugaba con ellos a Simón Dice, incluso le prometieron ropa más abrigadora.

Quitarse la ropa era necesario para ponerse otra, eso lo sabía. Era incomodo que tantos ojos le miraran, ¿Pero solo era parte del juego no?

Luego el terror cuando sintió que alguien le tocaba, el paralizarse cuando más manos le siguieron y el llanto silencioso cuando los fluidos escurrían por su pequeño cuerpo. Un pequeño ángel siendo manchado en la casa de Dios.

Pero a pesar de todo se quedó con la manta y la ropa nueva, ya no sentía frío pero a decir verdad tardaría un tiempo en sentir algo de nuevo.

Nunca más volvió a ir a ese lugar, de todos modos el padre había muerto de pulmonía.

-De nuevo lo estás haciendo- susurró una dulce voz para sacarlo de su pesadilla.

Giró su rostro para toparse con esos grandes ojos azules, esos ojos que le miraban con preocupación mientras sus manos acariciaban sus brazos llenos de pequeños pero profundos rasguños pintados de un rojo que escurría.

-Dejarás muchas cicatrices si lo sigues haciendo Jay- le reprendió con dulzura mientras limpiaba su piel con un pañuelo.

-Dick- pronunció su nombre como un mantra para tranquilizarse -No importa-

-¿Me dirás él porque?- preguntó con angustia su hermano mayor, no era la primera vez que lo veía haciéndose daño.

Era como un trance, a veces Jay entraba a un trance donde miraba a la nada y se aferraba a sus brazos con las uñas sin notar que se hacía daño en el proceso. Ya no era tan recurrente como antes, pero aun se aterraba como la primera vez cuando pasaba.

-Porque te importa una mierda- sonrió intentando sonar como si fuera una broma.

Dick tuvo una familia amorosa, unos buenos padres, una infancia. Si le decía no iba a conseguir nada, no después de tantos años. Ni siquiera le entendería, nadie más que las personas que lo han sufrido saben lo que es sentirse manchado.

<<Te sientes manchado porque fue tu culpa y lo sabes>>

No, eso no era cierto, nada de eso fue mi culpa.

<<Nunca dijiste que no, no les dijiste que se detuvieran>>

Era joven, estaba asustado, no fue mi culpa, el terror no me dejó actuar.

<<Eres un cobarde>>

No lo soy

<<Eres un cobarde, por eso nunca se lo confesaste a nadie, por ser un cobarde, porque fue tu culpa, porque si los demás se enteran que estás manchado te rechazarán>>

No es cierto

-Jay, reacciona- unas leves caricias en su espalda lo hicieron reaccionar -De nuevo lo ibas a hacer-

Pero ya no estaba en la ventana mirando las gotas de lluvia caer del cielo, estaba en la habitación de su hermano.

-Yo no soy un cobarde- aclaró con una angustia desconcertante para el mayor.

-Claro que no Jay Jay- le aseguró mientras acariciaba sus manos -Eres valiente-

Le siguió susurrando palabras dulces y reconfortantes durante toda la noche. Él era su hermanito, nada era más importante que él en ese momento. Sabía que las voces a veces le susurraban cosas malas, cosas que le herían de tantas formas posibles.

Pero las voces desaparecerían con el tiempo, de eso se había convencido y por eso no fue capaz de decirle a nadie el secreto de Jason. Era solo por el Pozo de Lázaro, un efecto secundario seguramente. Hace apenas unas semanas se había enterado que había vuelto a la vida su hermanito, y volver de la muerte debía ser algo difícil.

Aunque la verdad era que las voces habían estado desde antes, no tan fuertes pero estaban desde que tenía 7 años. El regresar de la muerte solo las había hecho más difíciles de ignorar. Las voces le recordaban cosas que intentaba olvidar, le hacían sentirse como un niño asustadizo de nuevo.

Baby mine, don't you cry.

Baby mine, dry your eyes.

Rest your head close to my heart,

Never to part, baby of mine.

La dulce melodía le ayudó a dormir esa noche, Tim podría ayudar a Bruce esa noche con el patrullaje. Lo único que le importaba era esa dulce melodía que le ayudaba a su hermano al aferrarse al ahora.

-No fue mi culpa- susurraba entre sueños -No quería-

-Nada es tu culpa- susurraba Dick pensando que se refería a morir.

Pero morir no fue el problema, el morir le había quitado todo el peso de encima. El verdadero problema era vivir, volver a vivir cuando había experimentado lo liberador de la muerte, lo liberador de la nada. Morir fue sencillo, lo difícil sería volver a vivir. 

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Gracias por leer, sé que este escrito en especial puede no ser del agrado de todos y no estás obligado a que te guste. Fue difícil para mi escribirlo ya que es tema fuerte que intenté tocarlo con mucho tacto y sin tantos detalles. 

Lamento no haber actualizado antes pero estuve algo deprimida y necesitaba un momento para reflexionar sobre mi vida y las malas decisiones que he tomado a lo largo de ella. 

Los amo. 

Robin's One ShotsWhere stories live. Discover now