XXVI.

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—Albaaaa...

Parece una niña pequeña tratando de llamar mi atención. Sonrío y asomo mi cabeza por el caballete, viendo a mi hermana llegar arrastrando los pies, con el cabello suelto y completamente desaliñado. Se frota un ojo como cuando era pequeña. Me recuerda, por momentos, a cuando se quería meter en la cama conmigo cuando no levantaba dos palmos del suelo.

—¿Te duele la cabeza? Te he dejado el desayuno hecho con una pastilla que te sentará bien.

—Gracias. Te amo mucho.

Podría haber dado media vuelta pero no. Se aproxima hacia mi cruzando la habitación y me abraza por la espalda, dejando un beso en mi mejilla y acomodándose en mi hombro pudiendo ver en lo que llevo un rato trabajando. O medio trabajando, en realidad. Porque no puedo concentrarme del todo estando hablando por whatsapp.

—Y por cuidarme. No recuerdo mucho de lo que pasó anoche pero... Espero no haber estropeado nada.

—A parte del jarrón tan feo que tenías y que está en el cubo de la basura, todo sigue en su sitio— me divierto con esa situación, no voy a esconderme.

—¿¡Qué!?— abre los ojos como platos y se aparta de mi casi de un golpe.

Me echo a reír cuando echa a correr de la habitación hacia el pasillo, encontrándose con la mesa donde se mantenía su jarrón favorito, completamente vacío.

—No. No, no, no. ¡Alba! ¡Que me lo regaló papá y me gustaba un montón!

—En algún momento tenía que pasar. Que lo lanzaras tú o lo lanzara yo, es lo de menos.

Es que a ver, muy bonito no es que fuese...

Mi padre eligiendo jarrones de decoración no era el mejor y mi hermana se encariñaba con cualquier cosa que viniera de él.

Un pequeño accidente lo podía tener cualquiera. Confieso que podría haberlo tenido yo en cualquier momento sin ser tan accidente como trataría de hacer ver pero tenía que disimular y darle un poco de tregua, que prácticamente, acababa de meterme en el piso y ponerme a romper cosas no era lo propio. Me había facilitado el trabajo. E inventarme una excusa para no herir su corazón. Ahora sólo quedaba que se le pasara el drama por ese jarrón y conseguir reponerlo por uno más decente, o por cualquier otra cosa; una figura estaría bastante bien para ese sitio en particular.

—Espera un momento, ¿lanzarlo? ¿Cómo que lanzarlo?

—Ajá— asiento, divertida. —Se lo lanzaste a Carlos. ¿Qué te hizo?

—Ay, madre. Nada. Me enfadé con él por una tontería...

Me resulta demasiado cómico como se lleva una mano a la frente con la cara de incredulidad. Es imposible no reírme.

—¡No te rías! ¡Quién me manda a mi beberme esas últimas cervezas!

Fue Famous y su habilidad para picarla. Pero no iba a decírselo porque seguro me iba a fulminar con la mirada y trataría de hacerme sentir culpable por no haberla detenido cuando ella ya es lo suficiente mayor como para saber cuando parar aunque realmente no estaba allí para entonces.

—Acabo de ponerlo a cargar. Estabas sin batería.

Le informo cuando la veo buscar su móvil con la mirada.

—Déjame el tuyo.

Corre hasta la misma habitación en la que estaba pintando en un lienzo. Y voy detrás porque no quiero que, si hay una notificación de Natalia, la pueda ver de casualidad. Pero la alcanzo tarde. Tiene el móvil entre las manos.

—¿NatiNat? ¿Te... te estás hablando con Natalia, otra vez?— me pregunta sorprendida y mirándome tratando de entender en qué punto de mi vida he vuelto a establecer el contacto directo con la que fue mi mejor amiga, mi primer amor y...

—Sí, bueno... Anoche... La chica...

—¿La chica? ¿Qué chica?— no alcanzo a decir nada porque la veo abrir los ojos y agitar la mano de arriba abajo, frenética. —¡No me lo puedo creer! ¿¡Era la morena del karaoke!? ¿La del séptum? ¿La de los tatuajes? ¡Me tomas el pelo!

—Joder, Marina. Parece que la escanearas tú más que yo, tía— me río, nerviosa.

—¡Es que como para no mirarla! ¿Pero has visto que rollazo tiene? Bueno, claro que la has visto. Estoy flipando, Alba. Es que está guapísima. ¡Es un pibón! Me resultó familiar cuando me acerque pero no esperaba que... ¡wow!

—Sí, ya. Ha cambiado un poquito...

Me muerdo los labios y bajo mi mirada al suelo, sin tener muy claro qué puedo decirle o qué no. El encuentro aún me tiene en una nube y el hecho de que llevemos una hora hablando por whatsapp, no me hace bajar a tierra, la verdad.

—Y veo que ha ido bien porque estáis hablando... Y no parece ser una conversación de cómo te va la vida. Eso ya lo habéis hablado, ¿estáis en otro nivel?— veo el juego de cejas y frunzo el ceño intentando coger mi teléfono de entre sus manos.

—Marina...

—Vale, vale. Voy a llamar a Carlos y hablamos, ¿vale? Tienes cara de querer hablar, yo lo sé. No voy a negarme. Soy tu hermana y tengo mi puesto de pepito grillo, de consejera y de lo que necesites.

Se le está yendo otra vez. Menos mal que tiene resaca. Llega a no tenerla y me está casando con Natalia aún sin saber nada.

—Vale. Pero deja que le responda antes y le diga que hablamos luego, por fi— le pido haciendo un puchero y extendiendo mi mano a la espera de que se ablande y me lo devuelva. —Que quiero ponerme a darle forma a esto y luego he quedado con Sabela para merendar.

La sonrisa pilla que me lanza antes de devolverme el teléfono me augura una conversación profunda e intensa con ella. No sé si estoy preparada. O si le quiero contar todo. Pero, sea como sea, tengo el teléfono que es lo que me importa ahora.

 Pero, sea como sea, tengo el teléfono que es lo que me importa ahora

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never really over | albalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora