LXII.

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—¡Hola, cuñi!

Los brazos de Marina me rodean por el cuello y me inclino levemente —la altura de las hermanas Reche no es que sea muy diferente— para que mis brazos envuelvan su cintura, apretándola fuerte, dejando un fuerte beso en su mejilla que luego ella me devuelve. 

—¿Todo bien?— me aseguro mirándola fijamente. 

—Sí, todo perfecto. Ya he terminado y estoy lista. ¿Vamos? 

—Vamos.

Queda poco para Navidad lo que significa que queda mucho menos para el cumpleaños de Alba. 

Y voy a admitir una cosa; soy malísima haciendo regalos. Así que, estuve meditando y tras mucho meditar —y cuando digo mucho, es muchísimo— he decidido sacar mi vieja libreta de cuando tenía quince y dieciséis años donde apuntaba todas mis idas de cabeza. Todas esas ideas de canciones; y canciones que creí descartar. De ahí, terminé por recuperar ciertas partes de una parte de mi que seguía representándome en cuanto a Alba se refería.

Y sí, he compuesto una canción.

Una canción que quiero que sea para ella.

Tengo mi Alba Reche, 

yo quiero regalarme la canción de Natalia Lacunza que me pidió aquel día, cuando todo era oscuro y no sabíamos qué iba a ser de nuestro futuro.

Tampoco lo sabemos ahora; pero tenemos la luz que nos brindamos, el apoyo y nuestros brazos para refugiarnos.

Llegamos a casa de Marina y dejamos todo en la entrada, adentrándonos en el interior. Yo saco un usb que le entrego de inmediato. Abre el portátil que descansaba en la mesa del salón y tan pronto lo enciende, lo abre. 

—Ay, que emoción— me dice con sus ojos azulados más brillantes de lo que hubiese visto antes. —Si no te pide que te cases con ella, te lo pido yo.

Me río por el comentario y me quedo a su espalda, con las manos apoyadas en el respaldo del sofá e inclinada levemente hacia adelante. Apoyo mi mentón muy leve sobre la cabellera larga de la menor de las Reche que enseguida reproduce el único archivo que hay ahí en formato mp3. 

Me muerdo el labio y sube el volumen para que ambas podamos escucharlo a la vez. 

Marina levanta su cabeza para mirarme y yo bajo mis ojos hacia ella, conectando con la ilusión en sus ojos. Reconociendo el cariño y la admiración en sus claros iris que me golpean con fuerza en el pecho haciendo que no me quede otra que esconder la sonrisa y besar su frente, agradecida por el amor que me tiene, aún a pesar de todo.

—Es preciosa, Natalia...— me dice susurrando.

—¿Tú crees que le guste?

—Creo que le va a encantar— me asegura convencida.

Guarda silencio para continuar escuchando la canción a la que le he dedicado bastante tiempo por mi propia cuenta pero con el detalle de que ahora tengo un poco más de conocimientos gracias a estar trabajando en un estudio; así que la producción es bastante buena.

El silencio reina tras la canción y la escucho suspirar. 

—¿Qué pasa?— me preocupo sentándome a su lado. 

La veo cerrar el archivo, darle a un par de opciones antes de devolverme el pen en la mano.

—No sé si debería... ¿Qué coño? Claro que debo, eres mi cuñada y seguro que tú sabes algo y si no, pues necesito que me ayudes— comienza a decir apresurada, casi en un intento de no echarse para atrás por querer compartir lo que fuese que tuviera en esa cabecita conmigo.

never really over | albalia.Where stories live. Discover now