LAHUN

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Sangre

Otra vez fue necesario. Perdonen las molestias.

—No confío en él, ya se tardó demasiado.

—Tranquilo, cariño, bien sabes que tu inseguridad no está fundamentada, el chico es de fiar, lo has visto.

—¿Ahora pones tu confianza en humanos?

—Siempre he puesto mi confianza en humanos.








Equipo 2 en posición, esperando indicaciones del Equipo 1. —se escuchó salir de la radio, con interferencia típica de estar a mucha distancia hablando por medio de un pedazo de chatarra apenas funcional.

—Equipo 2, avance con cuidado —Pacífica devolvió la llamada para luego apagar el dispositivo. Miró a su novio con decisión, recibiendo una sonrisa como respuesta—. ¿Listo?

—Listo.

En silencio entraron a la mansión, adentrándose por los enormes pasillos que parecían agrandarse más con cada paso. Dominic respiraba intranquilo, agitado, no podía negar que estaba asustado, ¿quien no?, Pacífica lo tomó de la mano al notar su estado y continuaron caminando junto al grupo, en silencio y alerta. Dipper cerró los ojos con fuerza debido a un terrible mareo que lo golpeó de repente, deteniéndose y llevando su mano libre a su sien derecha.

—Mierda —murmuró, sabía lo que significaba. Ya no les quedaba tiempo.

—Dipper, ¿estás bien? —su novia lo miró preocupada, tomándolo de las mejillas con cuidado.

—Sí, sí, vamos.

Una puerta, cerrada, otra puerta, cerrada, un pasillo repleto de cuadros que te seguían al pasar frente a ellos y cientos de ventanas, siguieron avanzando hasta llegar a la primera habitación con la puerta abierta: el sótano.

—¿Tú también tienes un mal presentimiento? —susurró la rubia, pero no obtuvo respuesta. Dipper bajó de inmediato, jalándola consigo y siendo seguido por el resto del equipo.

Estaba oscuro y el sonido de cadenas moviéndose daba un ambiente aterrador, ese lugar había sido la habitación de tortura por años, era obvio que sería espeluznante. Sus pisadas provocaban un eco que se esparcía por la habitación que parecía ser más grande de lo que Dominic recordaba, algo andaba mal, terriblemente mal, y debían salir de ahí lo más rápido posible; lástima que ese lugar era el único que conectaba el ala este con el ala oeste de la mansión, lugar al que se dirigían. Siguieron avanzando hasta que un tenebroso llanto los detuvo, el llanto del que parecía ser un niño, un pequeño niño castaño que acababa de perder a sus padres. Dipper se paralizó, abriendo mucho los ojos mientras fijaba la mirada en la aparición, ¿que era eso? ¿Que estaba pasando?

Y el resto ocurrió en un pestañeo, gritos y sangre llenaron el sótano, la gente intentó huir pero fue imposible, las puertas habían desaparecido; el joven de diecisiete años se miró a sí mismo, su ropa estaba manchada de sangre ajena pero él no tenía ningún rasguño, entre los cadáveres no se encontraba Pacífica y el niño había desaparecido, convirtiéndose en un demonio risueño que se chupaba los sangrientos dedos, sonriendo con los labios ensangrentados.

—No me divertía así desde la Segunda Guerra Mundial~ —canturreó, acercándose lentamente al único de los dos sobrevivientes en la mansión, sus zapatos no hacían eco, como si no se encontrara en ese lugar—. Es tu turno, Dominic.

Y desapareció.

Dipper corrió sin mirar atrás, intentando huir de sí mismo, del miedo de cometer una equivocación, intentando encontrar a su novia y volver a la seguridad de la cueva, siguió corriendo hasta quedarse sin aliento, preguntándose dónde estaba ella, dónde estaba William, dónde estaban todos. Se detuvo una vez llegó al gran salón, viendo cómo Pacífica se encontraba inconsciente en el sofá, con la ropa impecable y totalmente ajena a la masacre en el sótano, rápidamente se le acercó y comprobó que estuviera bien, y lo estaba, al fin pudo respirar tranquilo.

—Eres un idiota, eso no era necesario ni parte del plan —con un notorio ceño fruncido soltó la mano de la chica y se giró, encarando al demonio pelirrojo que se encontraba sentado sobre el piano, sonriéndole con malicia—, nadie-tenía-que morir.

—Solo le di un toque divertido, no te enojes, princesa. —se rió, nuevamente limpio y con una falsa mirada de inocencia.

—Sabes que estás bajo amenaza, tienes que obedecerme o tu novio lo pagará, y, créeme, no quieres eso —la sonrisa en el rostro del menor de los Cipher se borró, mostrando miedo en su mirada.

—No se repetirá —murmuró, bajando del instrumento y acercándose a él, sumiso, como un perro con la cola entre las patas—. ¿Que sigue?

—Fase 2.

—De acuerdo.

Dipper volvió junto a su novia, ayudándola a levantarse al verla despierta, el pelirrojo ya no estaba ahí así que no tenía explicaciones que darle, no más que las necesarias. Ella lloró por sus amigos muertos y luego continuó con la misión, siguiendo fuerte y valiente, como siempre lo ha sido, avanzaron por el pasillo del ala oeste, donde se encontraban las habitaciones, la mayoría cerradas con llave a excepción de la última, la más grande de todas, la habitación de Mabel Gleeful.

La chica tenía un gusto refinado y exquisito aún teniendo doce años, y ese cuarto había sido tan bien hecho que aún después de cinco años seguía en perfectas condiciones, como si se hubiera congelado en el tiempo junto a su propietaria. Dominic abrió la puerta y sonrió al ver a su hermana, soltando a Pacífica para acercarse a la chica y sentarse a su lado, acariciando su rostro y susurrando: <<He vuelto, May>>, con un cariño enorme, sin embargo, algo se veía raro, se veía... fingido, como si intentara hacerle creer a su novia que no había visto a la joven desde los 12 años, como si intentara aparentar que era una sorpresa encontrarla ahí y en perfecto estado. Si te ponías a pensar en eso caías en cuenta de lo raro que era que no se hubieran encontrado con nadie en todo el trayecto del salón a la habitación, además, ¿por que la puerta estaba abierta si en ella se encontraba la joven? No tenía ningún sentido y, poco a poco, esas dudas comenzaban a aterrar a la rubia, quien esperaba lo peor.

—Dipper, ¿no crees que es raro haberla encontrado t-tan fácil? —titubeó, maldiciendo mentalmente por delatarse a sí misma.

—¿Fácil? ¿De que hablas? Nuestros amigos murieron allá abajo. —ni siquiera la miró, mantenía la mirada en su dulce melliza.

—¡Lo sé pero...! ¿Por qué nosotros no?

Pacífica se arrepintió de inmediato por haber dicho eso, por haber dudado, por todo, Dipper volteó a verla con una mirada llena de una enorme tristeza, como si ella hubiera hecho algo malo, como si lo hubiera arruinado todo, y lo hizo.

—Si no te dabas cuenta iban a dejarte vivir, Paz, ¿por qué eres tan inteligente?

Prisionero (Willdip)Where stories live. Discover now