F1: El libro y los muñecos

0 0 0
                                    

Luego de entrar a trabajar comencé mi colección de caras figuras de acción, al principio dolía gastar en ellas, pero tienen algo que te va envolviendo y termina por consumirte.

Caí a la oscuridad que de igual manera me consumió.

El cielo estaba gris, de alguna extraña forma, eran como las diez de la noche y el cielo no era totalmente obscuro, sino claro con marcadas nubes, después vino la lluvia.

Con el gorro puesto sin voltear la mirada hacia los lados pasé por la lodosa calle hasta llegar a mi puerta y abrir con las resbalosas llaves.

Siempre limpiaba mi habitación antes de salir, y luego de lo que pasó con mis dos primeras figuras, en especial la heroína, comencé a acomodarlos y limpiarlos todos siempre que tomara uno, me encantaba ponerlos en diferentes poses, esta vez los puse en posición de pelea sobre el estante que estaba arriba de la cabecera y a los otros en la vitrina.

Entré a mi cuarto con el agua de la ropa goteando hasta el suelo, y de manera rápida me quité la sudadera negra.

Tenía un hermano un año menor que yo que a veces tomaba las figuras para ponerlas e poses extrañas, torcidos y ese tipo de cosas.

Todas las figuras y muñecos estaban caídos, algunos en el suelo, pero faltaban los más importantes, los dioses, y mis favoritos.

Revisé bajo la cama luego de acomodar los demás en la vitrina y estantería. Ahí estaban, pero la cosa rara era que estaban torcidos de igual manera, y alguien se había encargado de cambiar sus piezas, engaño tenía cabeza de bruja, el diablo tenía la cabeza de engaño, y el extraterrestre tenía la de la capitana.

Todos tenían un líquido rojo y pegajoso, por lo que obviamente me enfurecí, por lo que fui a gritarle a mi hermano de todo lo que se me ocurrió, el nunca limpiaba, sólo hacía desorden en la habitación, llevaba tierra o lodo en los tenis luego de ir a jugar, subía comida y dejaba los vasos o las envolturas tiradas por todas partes.

Luego de limpiarlos y acomodarlos en la estantería, y de que mi madre no hiciera nada con él, decidí acostarme para dormir,. Las contemplé por un segundo, eran bastante imponentes todas juntas.

Tuve un destello, todas las figuras raspadas de la cara, y derritiéndose, lo quité de mi mente para dormir tranquilo, y una vez más me entregué a esa reconfortante penumbra que llama al cerrar los ojos.

Desperté antes de que amaneciera totalmente, pues un escalofrío se metió en mis sabanas como una víbora que recorría mi cuerpo.

Me senté en la orilla viendo el suelo, se escuchaba el silencio a esa hora, algunos grillos.

Entonces vi algo de reojo, en el estante...

Todas las figuras tenían cabezas rojas con ojos amarillos y cuernos, algunos más grandes que otros.

Me levanté para ver mejor, y tomarlos, quién haría algo así, sólo una persona, si, mi hermano. Salí con tres de mi habitación para enjuagarlos y cambiarles la cabeza. Afuera las muñecas de porcelana se veían igual, con cabezas extrañas, rostros retorcidos, algunas ya quebradas.

Se escuchó algo en mi cuarto, la vitrina y luego un correteo, las figuras de adentro se habían estrellado contra el vidrio, del que salía el mismo líquido color mermelada.

Enfurecido corrí a la cama de mi hermano, levanté la sabana y sólo tuve otro destello, unos ojos amillos grandes viéndome, pertenecientes a un delgado, y arrugado cuerpo que se perdía en la oscuridad. Volví a la realidad y al dar la vuelta todo se movía, la estantería temblaba, las figuras en la vitrina se estrellaban una y otra vez, de pronto todas empezaron a mover la cabeza en círculos y la pintura de la pared se despegaba con la fuerza de aquel torbellino, la cama se volteó, las paredes quedaron blancas como rasguñadas, me sentía sofocado, era como si esa habitación estuviera volando y girando sin detenerse.

Sentí que me desmayaría, sólo cerré los ojos uno o dos segundos mientras me tapaba los oídos con las manos de rodillas en medio del caos.

Abrí los ojos cuando empezaron a caer al suelo las figuras, traté de salir del cuarto, y llegue al mismo cuarto, donde mi madre esta boquiabierta en el centro de todo, el vidrio de la vitrina estalló, las estanterías se zafaron y todo se detuvo, como si cayera exageradamente lento o se hubiera quedado todo flotando. Sólo veía a mi mamá del otro lado con su bata de dormir y los ojos muy abiertos.

El tiempo continuó y permitió que los vidrios y todas las cosas volaran en mil pedazos en todas las direcciones.

La cama luego de temblar tanto se volteó y mientras mi madre gritaba llena de lágrimas un montón de papeles, cartas, hojas y libros volaron en círculos por todo el cuarto como una explosión de papel.

Ella decía algo que no entendí, como balbuceos, y de un momento a otro ahí estaba mi hermano también buscando algo en el suelo mientras otras cosas seguían volando y los muñecos se retorcían.

Algo me hizo voltear al suelo como un extraño instinto o deseo, algo que te atrae de forma indescriptible, pero que te obliga a mirar.

En el lugar donde había estado la cama, empujados por aquel aire las hojas y algunos libritos delgados habían hecho un bulto, me acerqué por aquella atracción, y tomé los delgados libros de la primaria, de leyendas, eras como un poder, algo que susurraba que decía que yo lo deseaba, que lo tomara, que era la causa, que yo lo tenía.

Se detuvo todo por un segundo, y el deseo de ver que era, y la decepción de saber que solo era un libro sin importancia hicieron que yo o el poder, el viento, o aquella cosa movieran las hojas, como si alguien me lo arrebatara, y al caer pude ver el verdadero deseo y poder que te dicen que hagas lo inimaginable porque debes, que te invita a sumergirte en él, que te desea y lo deseas con una curiosidad insana, quieres sentirlo sin importar si duele o lastima.

En el piso estaba la verdad: Un viejo, gastado y grueso libro de pasta verde de piel, con letras doradas en latín y símbolos.

Uno central, el circulo con figuras en el centro, no era un pentagrama, se parecía pero no lo era ean más bien figuras algo conocidas que perdían la forma entre las otras. Transmitía tanto, más que las palabras... haciendo recordar mucho y quedando en shock... la sombra, la muñeca, el carrito, la puerta que se azotaba, la bruja....

Mi madre solo me vio con miedo, y yo con el poder metido en los ojos... mientras la habitación se detuvo, y empezaba ya el amanecer.

Susurros de la lunaWhere stories live. Discover now