Capítulo 1

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— ¡Amber! ¡Bequi! Vengan ya a comer. — gritaba nuestra abuelita desde su ventana.

Nosotras nos divertíamos jugando en nuestra casita del árbol que construyó el papá de Bequi. Ahí contábamos historias y de vez en cuando dormíamos en épocas de verano.

Cada fin de semana, nos reuníamos toda la familia en casa de la abuelita Jana. Entonces mi misión secreta se daba comienzo. Primero debíamos ir a la casa del árbol a planear nuestra escapada al bosque prohibido, luego ocultándonos en los arbustos huíamos dirigiéndonos a la mansión Castelnou. El miedo y la adrenalina se apoderaban de nosotras, mientras emprendíamos nuestra aventura.

Cerca de la mansión Castelnou había un árbol grueso del cual trepábamos lo suficientemente alto, para que cuando apareciera un lobo feroz, no nos comiera. Papá me había regalado unos binoculares, el cual eran perfectos para investigar la mansión. De pronto, un silbido muy peculiar nos estremeció. Era mamá llamándonos, estábamos muy lejos de casa y de seguro ya se había dado cuenta de nuestra ausencia.

El lio que tendríamos.

Bajamos desesperadas del árbol y aunque nuestra expedición no nos dio ninguna pista hoy, sabíamos que debíamos continuarla la semana próxima.

—Al menos esta vez llegamos más lejos que las anteriores veces, ¿No es así Bequi? —dije casi suspirando del cansancio de bajar un árbol demasiado alto para mi estatura de 6 años.

Bequi sonrió.

— ¿Ahora qué les diremos?, nuestra familia debe estar muy preocupada. —añadió Bequi.

—Primero, apresurémonos a llegar rápido a casa y luego nos inventaremos algo ¿vale?.—respondí

Bequi asintió.

Llegamos exhaustas de correr hasta la casa de nuestra abuelita. Mamá, como era de esperarse preguntó: ¿Dónde estuvieron niñas?

Bequi y yo nos miramos cómplices para no decir nada, pero mamá fue más astuta.

—Amber tu abuelita ha estado muy preocupada por ustedes, ¿Quieres que enferme por preocuparse por ustedes? No estén huyendo así sin decir nada ¿eh?.—nos lanzó una mirada fría

¿Enfermarse por nuestra culpa?

¡Oh no!.

Estaba segura que ni Bequi, ni yo queríamos que eso pasara. Así que prometimos ser más cuidadosas con nuestras expediciones.

—Estábamos cerca del rio tratando de cazar un sapo, ya saben lo que dicen los cuentos. —hablaba mientras le movía con el codo a Bequi para que añadiera algo más.

—Ah, sí dicen que si besas un sapo este se convierte en príncipe. —dijo Bequi.

Mamá movió la cabeza de un lado a otro y suspiro. —Espero que no hayan encontrado a ese sapo. Es hora de la cena y no quiero más sorpresas. Desde ahora solo se les tendrá permitido estar en la casita del árbol si deseáis salir de la casa.

Bequi y yo asentimos

Después de la típica cena familiar de la semana, nos quedamos en la sala a jugando con nuestras muñecas, puesto que la hora era avanzada no teníamos otra opción. Mientras jugábamos con nuestras muñecas creábamos la historia que casi todas las niñas inventan en la niñez: "La princesa se casa con el príncipe y viven felices por siempre".

Yo no quería un príncipe yo quería un sapo, es decir, una mascota. De pronto, se nos acercó Marie, la hermana menor de Bequi. Marie aún es muy pequeña, por esa razón nunca la llevábamos a la casita del árbol por temor de que se pueda hacer daño al subir, pero, abuelita Jana insistió en que la tomáramos en cuenta en nuestros juegos y no la dejemos sola.

Caperucita en el Bosque Prohibido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora