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—¿Qué la aflige? Dímelo —ordenó Inuyasha.

—No entiendo a qué se refiere —repuso Sango.

—¿Con qué sueña? —insistió Inuyasha, acosando a la nerviosa joven. Su voz sonaba endurecida por la frustración.

Aterrada por su imponente figura, Sango palideció y retrocedió un paso. «Ésta es la bestia que tiene cautiva a Kagome», pensó. ¿Cómo habría sobrevivido esos dos días su prima? Sango sabía que ella se habría muerto de miedo.

Inuyasha se alzó sobre ella con gesto amenazador. Los nudillos de sus puños apretados se habían vuelto blancos como la cicatriz que tenía en el rostro, pálidos de rabia.

—¡Dímelo ahora mismo! —rugió Inuyasha.

Aterrorizada, Sango se sintió desmayar.

—La has asustado —dijo Miroku al ver que la chica se desmayaba para escapar de aquella amenaza insoportable.

Miroku alcanzó a coger a Sango antes de que cayera al suelo y la llevó al otro lado de la alcoba. La dejó con delicadeza sobre los enormes almohadones y luego miró a su amigo.

—No tenía intención de hacerle daño —arguyó Inuyasha.

—Ve a traer una copa de agua de rosas —pidió Miroku, sentándose junto a Sango y mirándola fijamente.

El semblante de la chica reflejaba su pánico. ¿Es que Inuyasha no aprendería nunca a mostrar una actitud menos arrogante? A veces la amabilidad funcionaba mejor que el temor y las amenazas.

—No se parece en nada a su prima —observó Inuyasha, entregando la copa de agua a su amigo.

Los ojos de Sango se abrieron con un aleteo de las pestañas, y Miroku le sonrió con aire tranquilizador, ayudándola a incorporarse.

—Bebe esto —le dijo.

Sango lo hizo.

—Gracias, mi señor —sonrió—. Ahora me siento mejor. —Lanzó una mirada nerviosa al captor de su prima.

Inuyasha se arrodilló junto a ella e hizo un esfuerzo por mirarla con una sonrisa.

—Siento haberte asustado —se disculpó.

—Dile al príncipe lo que quiere saber —le ordenó Miroku con amabilidad.

—No sé nada —mintió Sango—. ¿Cómo voy a conocer sus sueños¿Por qué no se lo pregunta a ella?

—Se niega a compartir sus pensamientos conmigo —admitió Inuyasha.

—Entonces dejadla en paz —espetó Sango, recuperando su valor porque Miroku le sostenía la mano—. Lo que ella sueñe no es asunto vuestro.

—Sus pesadillas perturban mi sueño —explicó Inuyasha, pensando que la prima poseía una pizca del espíritu rebelde de su cautiva—. Si conozco la causa podré ayudarla a descansar en paz por las noches.

—Si queréis darle paz, enviadla a su casa —replicó Sango.

—Eso es algo que no puedo hacer.

—¿Que no podéis o que no queréis? —pregunto Sango.

—Kagome repite el nombre de su padre muerto -reveló Inuyasha, ignorando su pregunta-. ¿Que sabes de él¿Por qué la atormenta su padre en sus sueños?

Sango se inquietó por la revelación de Inuyasha, pero hizo un esfuerzo por conservar una expresión impasible. Lo miró imperturbable y se encogió de hombro.

Esclavizada +18 ιηυуαѕнαOn viuen les histories. Descobreix ara