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—Es para mí un placer volveros a ver, príncipe Inuyasha.

—¿Lo es? —respondió Inuyasha, arqueando una ceja al mirar al bigotudo francés.

—Por supuesto —contestó el duque de Sassari— Nunca escojo mis palabras a la ligera. —El duque echó un vistazo a la estancia y agregó—: Vaya multitud.

Inuyasha recorrió con la mirada la sala privada de Akbar, el mercader de esclavos. Los hombres más importantes de Estambul atiborraban la lujosa estancia. En un extremo de la sala se encontraba el estrado donde subastarían a Kagome.

El duque de Sassari tenía, a sus treinta años, una presencia imponente. Era alto y bien fornido, de cabello y ojos negros, y esbozaba una sonrisa de falsa simpatía. A Inuyasha no le agradaba aquel hombre y tampoco se fiaba de él.

—¿Cómo le va a mi hermana? —inquino el duque, rompiendo el silencio.

—¿Vuestra hermana?

—Mi hermanastra Lyndar es una de las concubinas del sultán Selim.

—Lyndar ya no es su concubina —dijo Inuyasha— Acaba de dar a luz al hijo de Selim.

—Excelente. —Esta vez la sonrisa del duque pareció sincera.

Inuyasha volvió a recorrer la estancia con la mirada pero no logró divisar a la persona que buscaba.

—¿Entregasteis el mensaje a Naraku? —preguntó.

—Mi primo es un cobarde —reconoció el duque— No lo veréis aquí hoy.

—¿A Naraku no le importa su hermosa prometida? —repuso Inuyasha, sorprendido. Un hombre capaz de sacrificar a una mujer tan magnífica para salvar su propio pellejo no era en absoluto un hombre ¿Convendría cancelar la subasta y quedarse él con Kagome?

—En esta subasta está prohibido pujar en nombre de otro —advirtió Inuyasha.

—Naraku jamás aceptaría a una novia mancillada —le aseguro el duque—. No le preocupa nada una inglesa a la que nunca ha visto.

—Sólo se acepta oro en pago y al contado antes de exigir la propiedad -dijo Inuyasha, ignorando la rabia que empezaba a embargarle. Pero ¿era rabia por ver desbaratados sus planes, o por Kagome?

—Llevo suficiente oro —replicó el duque—. Pero ¿por qué no os quedáis vos con la mujer?

Inuyasha no contestó. Desvió la mirada hacia la sala y se fijo en los demás hombres, que hablaban en voz baja ¿Quien sería el mejor postor que acabaría quedándose con su flor silvestre¿Tendría ese hombre la paciencia para manejar a aquella mujer tan terca, o la azotaría¿Y quien la acogería en sus brazos cuando gritara por la noche?

Miroku cruzó el portal arqueado y entró en la sala con aire fanfarrón. Inuyasha giró sobre sus talones y se dirigió hacia él.

—Me alegro de verte —le dijo a su amigo.

Miroku asintió con la cabeza.

—¿Se sabe algo de Naraku?

—El duque de Sassari ha venido a pujar —respondió Inuyasha haciendo un gesto en su dirección—. Me gustaría saber en nombre de quién.

—Ya te dije que la comadreja se quedaría en su madriguera —recordó Miroku—. ¿Dónde está tu flor silvestre?

Inuyasha se encogió de hombros.

—Supongo que Akbar la tiene en un lugar seguro.

—¿Un lugar en el que no pueda oír lo que sucede aquí dentro? —preguntó Miroku—. Oh, olvidaba que a veces Akbar administra drogas a la mercancía.

Esclavizada +18 ιηυуαѕнαWhere stories live. Discover now