Capítulo uno

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Evaluación semestral

La saliva que escapaba de su boca le abrillantaba sus labios abiertos. Dormía tan plácida y perezosamente. Su torso se inflaba con cada respiración, su cabello revoltoso sobresalía del edredón como una mata castaña de pelo, su cuerpo estaba... extrañamente retorcido bajo las sábanas. Los pájaros cantaban y volaban fuera de su ventana cubierta por las cortinas, dándole una penumbra oscuridad a la habitación, la habitación era un desastre desde el día anterior. O días anteriores.

Fuertes pisotones y graznidos resonaban desde lo más lejano de sus sueños. En sus sueños, era arrullado por el oleaje de un lago mientras descansaba sobre una canoa, la caña de pescar a sus pies esperaba por picotear algún pescado que pudiera cenar, el baño de sol que le calentaba la piel se vio interrumpido por una monstruosa criatura que emergió del agua. Algo así como una mujer, una mujer pájaro, de gran pico y despeinadas plumas. Ruidoso. Muy ruidoso. Su graznido volcó su canoa sacándolo de su sueño.

—¡Han Ji Sung! —La puerta de su habitación fue deslizada dando acceso a una enfurecida mujer. Repentinamente sus ojos se abrieron, parpadeó un par de veces para ahuyentar el ardor— Ah... En serio. Son casi las dos de la tarde, ¿cómo puedes seguir dormido? ¡Hye Sung-ah! ¡Te dije que lo despertaras!

—¿Crees que no lo intenté? Orabeoni me pateó dos veces —exclamó una voz más joven y aguda aproximándose a la habitación.

Aquellas voces se escuchaban como eco, tan molesto.

—Ya se te hizo muy tarde para tu evaluación médica semestral, sabes que a esta hora las filas con el médico son enormes —siguió quejándose esa mujer pájaro abriendo las cortinas, inmediatamente se cubrió hasta la cabeza con el edredón—. ¡Levanta tu perezoso trasero o te llevaré yo misma a rastras, Han Ji Sung! —La mujer retiró su edredón de un jalonazo dejándolo expuesto a la luz del sol que entraba por la ventana lo que lo hizo quejarse y encogerse en su futón.

—¡Omo! —gritó la menor— Orabeoni, ¿por qué tienes que dormir desnudo? —dramatizó girando su cara mientras la cubría con sus manos pataleando.

No estaba completamente desnudo, aún conservaba sus calzoncillos.

—Ya no seas llorona, Hye —le replicó su madre— ¡Sung-ah! Te pedí una sola cosa a cambio de no llevar la carretilla con canastas al mercado y esa fue levantarte temprano en la mañana para que fueras a tu evaluación médica. ¡Y sigues aquí aplastado como si te pagaran por ello!

—¡Levántate, escuálido intento fallido de Omega! —le gritó su hermana.

—¡Te voy a patear otra vez, nariz de puerco no planeado! —amenazó el chico reincorporándose de la cama.

—¡Tú tampoco fuiste planeado, imbécil!

—¡Ya, ya, ya! —la señora Han paró el bullicio entre sus hijos colocándose en medio— Ambos fueron planeados, cuando me di cuenta que estaba embarazada de ustedes —Esa respuesta hizo que ambos hermanos arquearan las cejas en una mueca—. Tú —empezó a decir señalando a Ji Sung—, vístete y sal a hacerte tu evaluación médica. Y tú —Señaló a Hye Sung— empaca la comida, comeremos en el mercado —Ambos hijos asintieron bajando la cabeza en señal de obediencia a su madre, sin embargo no se movieron de su lugar—. ¡Rápido!

•••

Su flequillo oscuro, ligeramente empapado de sudor, se pegaba en su frente pero no le estorbaba en los ojos. Su respiración acompasada no se comparaba a la hiperventilación que sufría momentos atrás después de una rutina de treinta minutos de cardio, su acelerado corazón ahora estaba más tranquilo.

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