Capítulo tres

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La Selección [2/2]

—Ahhhh. ¿Por qué tenemos que estar aquí tan temprano?

—Date prisa, Ji Sung. Aún tenemos que arreglar tu traje.

La selección estaba a la vuelta de la esquina teniendo a cada Alfa y Omega loco por prepararse para el gran evento. Los seleccionados mandaban a hacer trajes de gala o sacaban de los armarios sus mejores vestiduras, se detallaban el maquillaje y se cuestionaban cuáles de sus joyas los haría resaltar más.

Tan pronto como les hicieron recordar el tradicional desfile de Alfas y Omegas, la señora Han hizo incapié en que tenían que conseguir un traje para Ji Sung. Afortunadamente, una de sus más cercanas amigas era costurera por lo que les echó la mano confeccionando un traje para el Omega.

—Levanta los brazos —Hizo lo que le pidieron.

Su cuerpo estaba siendo rodeado por telas de diversos colores, cintas métricas, alfileres. Se sentía un poco abrumado.

—¡Ah! ¡Está apretada!

—¡Eres muy quejoso!

—Hye, déjamelo a mí —sugirió la costurera en un tono amable. Hye Sung dejó la manta que estaba envolviendo alrededor de su hermano y lo dejó en las manos de la experta—. Ji Sungie, tienes una cintura envidiable que deberías aprovechar —dijo la señorita tirando de la manta con una fuerza no tan suave como su tono de voz, Ji Sung sentía que no le llegaba el aire—. Ya está.

—Mira hacia abajo.

—¡Wow! ¿Para qué es eso? —cuestionó sobresaltado. Habían terminado de colocarle y arreglar su traje y le colocaron una banda para el cabello después de sentarlo en el suelo.

—Es para los ojos, te dará color —respondió su hermana embadurnando una brocha con sombra para los ojos.

—Ah-ah —tarareó negando con la cabeza.

—Sólo poquito.

—¡No quiero!

—¡Mamá, orabeoni está siendo un bebé!

Sabe que no debió confiar en su hermana cuando le dijo que sabía de maquillaje y que era profesional en eso. Cuando hubo terminado con su obra maestra le entregaron un espejo de mano y observó su rostro. No le parecía muy divertida la idea de lucir como una geisha en pleno desfile.

—¡Hye!

Más tarde fue turno de su cabello de ser delicadamente peinado y perfeccionado, si es que de eso se trataba manipularlo con calor y ceras.

—Unnie, déjame ayudarte con el flequillo —pidió Hye Sung a la costurera, que a final de cuentas se convirtió en su estilista personal.

—¡Aleja tus cochinas manos de mí!

La, ahora estilista, le tironeaba el cabello haciendo que Ji Sung reprimiera sus gemidos de dolor pero era difícil ocultar su sufrimiento cuando sus ojos lagrimeaban.

—Sin dolor no hay ganancia —canturreó la señorita.

Después de algo así como dos horas de tortura desde que madrugó, baños en tinas de agua helada y perfume, picoteos en los brazos, remedios contra imperfecciones que quemaban como el ácido, maquillaje de payaso y tironeos en el cabello, el sufrimiento de Ji Sung dio por terminado así como su alusivo traje y presentación.

—¿Estás listo? —Las mujeres que lo acompañaron en esa tortuosa y dolorosa travesía le cubrieron los ojos y lo plantaron frente a un espejo de cuerpo completo- Uno, dos, y... —Y le descubrieron los ojos.

La MigraciónWhere stories live. Discover now