Capítulo nueve

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Día 6

Probablemente no pegó ojo en todo la noche por motivo de que su lento cerebro no terminaba de procesar ese inesperado beso que le dio nadie pero Seo Chang Bin. Después de ello, Bin se comportó de forma tan común y cotidiana con él que le parecía insensato ser el único idiota que quedó de piedra por al menos veinte minutos. Y estaba muy ansioso. Emocionado, avergonzado, confundido y embobado, todo eso y más le provocaba un enano que con un golpe te podía romper la cara.

Oh, sí.

Esa mañana les tocó continuar con el trayecto a través de un bosque frondoso, el grupo se formó en una fila para seguir a los guardias por el estrecho espacio que les dejaba los pinos y los árboles, más de una criatura salvaje se les atravesó por el camino y no faltaron quienes se salieron de sus cabales para cazarlo.

—¿Ese cuenta —Felix caminaba frente a Chang Bin tratando de no desviarse de la trayectoria del grupo, además de que Binnie dijo que no quería que se perdiera de su vista otra vez. Qué paranoico. Se giró para ver al mayor sabiendo a qué se refería—, o también fue asqueroso?

Le sonrió travieso sin decir palabra y se giró siguiendo con su camino. No le iba a decir pero, a su parecer, fue por mucho el mejor primer beso de su vida —el de Min Ho no cuenta—.

Hablando de su fiel y viejo amigo cuya ingesta de grillos le dejó con malos recuerdos de su infancia, Min Ho caminaba delante suyo a unos cuantos metros junto con Ji Sung, escuchando otra de las historias de sus alocados sueños con una alegría incomparable. Sus ojos le brillaraban con tan sólo posarle la mirada encima al Omega de cabello castaño. Lo observó tratar de tomarle de la mano con lentitud y discreción. En una de esas, el ligero roce que causó la fricción de sus manos hizo que Ji Sung le volteara a ver repentinamente, provocando al Alfa llevando su mano a rascar su cabeza con disimulo para luego terminar sobre los hombros del chico, siendo abrazado de vuelta. No mucho después, notó la mano del menor colarse por la camisa de su pelinegro amigo, lo que lo hizo sentir las mejillas calientes y alzar las cejas, Min Ho soltó un quejido y su mano salió rápidamente de su camisa, le había pellizcado, lo sabía porque Min Ho intentó regresarle el pellizco pero eso sólo produjo que forcejearan entre ellos. Le alegraba que las cosas fueran mejor a comparación del día anterior, porque ahora quería ser tío y nadie le iba a frustrar su sueño.

Su tren del pensamiento fue interrumpido poco después por un fuerte hombro que le empujó suavemente —que no se sintió así porque seguramente su pareja pesaba el doble que él—, Chang Bin caminó a su lado pasándolo de largo como si no hubiese hecho nada, Lix se sobó su pobre hombro y tomó impulso para empujarle por la espalda huyendo rápidamente con su, ahora sano, tobillo antes de que pudiera atacarle de alguna manera riendo como un niño después de cometer una travesura.

Kilómetros después de salir de ese laberinto de hierba, árboles y rocas, los chicos dieron con el cuerpo de agua más extenso con el que se pudieron topar. En él no contaban con puentes ni botes para poder cruzarlo, entonces tuvieron que hacerle un dobladillo a sus pantalones —que al final terminó siendo inútil— para cruzar por el lago que, por fortuna, era lo suficientemente profundo como para llegar a la cintura de la mayoría. Los chicos se vieron con la necesidad de cargar sus cosas sobre sus cabezas para que no se mojaran mientras atravesaban el lago. Y obviamente, no faltaron quienes se treparon en los hombros del otro empujando a sus compañeros, como Woo Sung y Yang Mi molestando a Min Gyu, y quienes salpicaron a los otros para molestar, como Yong Sun y Min Seok.

—¿Podrían parar? —decía quejoso el líder quien aguantaba a los migrantes como si se tratasen de niños de cinco años.

—¡Quita esa cara larga, Jong In-ah! —le respondió Seok salpicándole de agua con diversión, mientras que Sun a su lado lo hacía con malicia.

La MigraciónWhere stories live. Discover now