Prólogo

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Era una noche de verano, el cielo estaba despejado y las estrellas podían verse con claridad, aquella era una ventaja de vivir fuera de una ciudad. Aoi Shiroyama vivía una vida muy sencilla, tenía un trabajo en una escuela primaria como profesor de educación física, tenía un pequeño departamento que había heredado de su madre y una novia maravillosa que lo había acompañado durante dos años de su vida, quien trabajaba en la misma escuela.

Aoi incluso había planeado proponerle matrimonio próximamente, se sentía feliz a su lado y estaba casi seguro que no había otra persona en el mundo que entendiera su carácter, su extraño sentido del humor o su personalidad introvertida como lo hacía Ayu. La maestra siempre le mostraba una sonrisa cuando él estaba a punto de estallar en ira por alguna cuestión, su paciencia era tan infinita como la que tenía cuando enseñaba a los niños.

Se podría decir que Aoi era feliz con esa vida sencilla, aunque a veces sintiera que tenía una doble vida. Cargaba con un secreto que jamás se había atrevido a revelarle a Ayu, ¿qué pensaría la bonita chica si supiera que su novio era capaz de matar a una persona usando solo las manos? No que lo hubiera hecho, pero podía si era necesario. Tampoco era que fuera un psicópata, sólo que Aoi tenía una responsabilidad que se negaba a cargar a cuestas y que sólo cumplía por una promesa a su madre, aún si solo lo hacía superficialmente y sin el afán de continuar con un legado del que se rehusaba a formar parte.

Era una historia muy larga para contarle a Ayu, una historia que le dolía por mucho que quisiera negarlo y en algunas ocasiones lo asustaba, le asustaba la manera en la que su cuerpo se movía a gran velocidad cuando entrenaba o la manera en la que sus ojos parecían leer a su oponente como un libro para niños. Aunque practicara, entrenara y tratara de mantenerse en forma, jamás libraría un combate que fuera en serio.

Por eso en esa noche, cuando sintió que alguien los seguía al salir del cine decidió ignorarlo, si se trataba de un asaltante podría lidiar con él con facilidad. Ayu y él entraron a una calle desierta camino a su departamento, caminaban agarrados de la mano, sonriendo y charlando como cualquier viernes después de una cita. Aoi había decidido que ese fin de semana sería el gran momento para preguntarle a su novia si quería pasar el resto de sus días con él, tenía todo perfectamente planeado.

—Que mala película —se quejó Aoi como por cuarta vez mas entretenido que enojado.

Ella rió—. Lo que pasa es que como te crees muy macho, esas películas son muy cursis para ti —se burló acomodando su cabello castaño detrás de su oreja.

—No me creo muy macho, soy muy macho —respondió con seguridad. Sin embargo la presencia que había sentido con anterioridad se hizo más fuerte, estaba seguro que había alguien detrás de ellos. Volteó disimuladamente pero no vio a nadie.

Ayu soltó una carcajada distrayéndolo—. Te amo por eso —aseguró.

El agarre de sus manos se hizo más fuerte—. Yo también te amo —Aoi le dio un beso en la mejilla.

Su instinto lo alertó en el segundo que una persona que parecía haber salido de la nada se encontró frente a ellos, para Aoi había sido más que obvio que el chico había saltado del techo para interceptarlos. El pelinegro se colocó frente a su novia para protegerla, se habían detenido en el momento en que el otro había aparecido.

El chico sonreía de lado, tenía los brazos cruzados sobre su pecho, vestía completamente de negro pero su camisa sin mangas revelaba sus brazos marcados por ejercicio, su cabello rubio estaba peinado despreocupadamente y como un gran distintivo, tenía una banda que le cruzaba a mitad de la cara y cubría su nariz por completo. Miraba a Aoi con recelo e incluso un poco de burla.

The True Murderous Intent [The Gazette]Where stories live. Discover now