-Capítulo 25-

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-Narra Escritora-

Se encontraba acostada en la cama de metales oxidados que habían puesto en su celda mirando el techo y la luz que vagamente alumbraba el lugar sucio. Recordó todo lo que le importaba y sobre todo a su amado. Se preguntó cómo estaría él y se puso de pie en cuanto una lágrima traicionera humedeció su mejilla, miró su atuendo naranja y las marcas que las esposas le habían dejado. Odiaba el naranja.

La joven se paseaba de un lado para otro en su celda, por primera vez en su vida sentía miedo. Miedo a morir, ella no creía que esto pasaría, ella no pensaba que esa sería su sentencia final. Pero sin embargo, el juez LaRusso así lo había dictado y ya nadie podría hacer nada, actualmente sus hombres se habían instalado en Medio Oriente y no había marcha atrás.

Golpeó la pared con la palma de su mano y luego apoyó su frente en la pared de la sucia celda, ya no pudo contener sus lágrimas y luego perdió la cabeza. Se descontroló por completo y ahora golpeaba con furia las paredes con patadas y golpes, gritó y gritó desesperada y llena de ira. Se aferró a los barrotes de la pequeña ventana de la puerta y los sacudió con fuerza intentando romperlos mientras sus gritos retumbaban en la prisión vacía.

En los alrededores los oficiales se miraban serios, escuchando aquellos gritos de desesperación y sintieron pena. Pena por la pobre niña que se encontraba en aquella celda, sola y con un enorme peso sobre sus hombros. Se sintieron tristes, pensando en que esa chica podría estar en la universidad en estos momentos. Todos ellos tenían hijos y compararon con tristeza a todos ellos con Anna... y los hizo amarlos más de lo que ya lo hacían.

Sus gritos silenciaron a todos los que se encontraban hablando y entonces pensaron que no era más que una niña asustada, no mayor que cualquiera de sus hijos. Se retiraron, dejándola sola con su dolor y sólo uno se quedó a escuchar su lamento, Miller.

Anna se sentó en el piso y haló su cabello con frustración mientras largaba otro grito y de sus ojos brotaban lágrimas de desesperación, y entonces se recostó en el piso mirando el techo y cerró los ojos, pensó en él y lo amo todo lo que su corazón se lo permitió.

[...]

Archie se paró frente a la puerta blanca, dos hombres grandes y fuertes se encontraban custodiándola. Él ya no sabía qué hacer para contener al joven dentro que tenía el corazón desesperado.

No podía ocultárselo tenía que decírselo aunque supiera que el chico luego, quisiera morir.

Quitó el seguro y giró la manecilla, lo encontró sentado en la cama mirando a la nada. Otra vez, se había quedado despierto toda la noche recordando a su amor. En cuanto lo vio se puso de pie rápidamente pensando que por fin podría ir a buscarle. A su alrededor todo se encontraba destrozado, Archie lo tenía retenido con mucha seguridad evitando que fuera a hacer una locura.

Su pecho se hundió en cuanto escuchó aquellas palabras a través de la televisión. Se controló para decírselo calmado porque no sabía cuál sería su reacción. Su amigo tenía que saberlo...

Mateo: Hoy era su juicio... y yo no estuve ahí... -dijo con dolor-

Archie: Es por tu bien, amigo mío. Ella no quiere que la veas de esa forma ¿comprendes?

Mateo: Sólo déjame salir e ir por ella, es lo único que te pido -suplicó-

Archie: Lo siento, eso no es posible. Siéntate -le indicó-

Mateo se quedó parado dónde estaba y pudo ver el dolor en los ojos del que había sido su amigo en el último tiempo, su estómago calló pero permaneció en silencio esperando las noticias del chico rubio.

Hijos de la Mafia -Mateo Palacios y Anna Parker (2da temporada)- FanfictionWhere stories live. Discover now