-Capítulo 27-

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-Narra Anna-

Es la hora, los oficiales me bajan de la camioneta negra custodiada por hombres de la DEA con el rostro tapado. La prensa enfoca mi rostro en silencio mientras me conducen dentro de las instalaciones, miró al cielo por última vez antes de cruzar la puerta. Es un día soleado a pesar del frío y no logro ver ni una nube que manche el cielo azul

-Lindo día para morir– me repitó en mi interior

Algún día, todos tus errores vuelven azotándote con fuerza y derribándote. Hoy, pagaré por todos ellos.

X: Adentro Parker –dice uno mientras me empuja-

Dentro, una sala llena de espectadores me espera. Al final de mi camino se encuentra una recamara con paredes de cristal dónde se puede ver del otro lado una camilla de metal, a su lado tres tubos con líquidos de colores aguardan pacientemente a su siguiente victíma. Será inyección letal, cada uno de esos tubos se vaciaran en tu cuerpo por vez y cuando la última gota del último tubo de suero llega a tu sangre tus ojos se empiezan a cerrar como si tuvieras sueño y luego... simplemente, mueres.

Un oficial se hace a un lado y ahora dos son los que me escoltan por el pasillo, observo a un lado para ver una simple silla vacía en primera fila ¿de quién será el lugar? Y cuando menos me lo espero, nos detenemos frente a ella.

Anna: ¿Por qué nos detenemos? –pregunto-

X: Siéntate –responde uno de ellos-

Confundida hago lo que ellos me dicen que haga, miro a los lados confundida y nadie se encuentra observándome, todos parecen zombies mirando la terrorífica cama metálica en dónde se colocan los presos que serán inyectados.

Miller aparece allá dentro, con una sonrisa de victoria de oreja a oreja se para en medio de la recamara con la vista hacía el público.

Andre: Ingresen al condenado... –dice enseguida-

Intento ponerme de pie porque sé que a quien llama es a mí pero sin embargo, la mano de uno de los hombres de la DEA que me ha dejado a mí me detiene y me empuja bruscamente de vuelta a la silla. Miró confundida al centro de la recamara, las puertas se abren y la peor de las imágenes aparece ante mi vista.

Lleva un traje naranja igual al mío, sus manos y pies van encadenas y sus hermosos ojos apagados y tristes. Mi corazón se detiene al verlo, Mateo, mi Mateo allí...

Instintivamente me pongo de pie en cuanto lo veo caminar hacía la horrible cama metálica, los oficiales no me detienen y no puedo dejar de mirar su rostro. Parece que el aire no entra en mis pulmones, mi cuerpo choca contra el cristal y lo golpeo con fuerza

Anna: ¡Mateo! –gritó- ¡Mateo sal de ahí!

Él tan solo levanta el rostro y sonríe, se sienta en la camilla y sus manos y pies son liberadas. No, no lo permitiré.

Corro hasta uno de los agentes de la DEA y arrebato su arma, el hombre no hace nada por detenerme y entonces disparó al vidrio apuntándo a Miller. Una, dos, tres, cuatro veces hasta que lo veo hacerse añicos. Escucho a Mateo gritar mi nombre y luego de eso estruendos acompañan un dolor intenso.

Giro mi rostro para ver a un hombre de la DEA disparándome, una, otra vez y otra vez... suelto el arma y caigo de rodillas para luego ver cómo le disparan a Mateo y el cae haciendo un charco de sangre.

Me despierto de golpe llevando todo mi cuerpo hacía adelante, mi cuerpo está todo sudado y una tenue luz me ilumina el rostro proveniente de entre los barrotes de la ventana de la puerta. Un mal sueño, eso ha sido todo...

Siento que mi corazón se saldrá pronto de mi pecho e intento respirar hondo para calmarme, me pongo de pie y estiro un poco las piernas. Mis últimos dos días de vida ¿cómo debería sentirme?. ¿Qué hora serán?, seguramente ya es la mañana ya hace varias horas que el oficial avisó que las luces se apagarán.

Minutos más tarde las luces se encienden, un nuevo día, un día menos en mi cuenta regresiva. Como todas las mañanas, exactamente a las ocho mi celda es abierta y los policías me llevan a tomar una ducha. El agua está congelada y te hiela hasta los huesos, tienes que apretar fuerte los dientes y ser valiente para tomar una maldita ducha.

Como siempre, los oficiales aguardan fuera de mi duchero a que termine, ninguna otra reclusa se encuentra allí para la hora en que yo voy. Hoy es otro día de rutina como desde hace una semana. Tomo aire profundamente, aprieto los dientes y cierro los ojos al sentir el agua helada chocar contra mi cuerpo.

En segundos mis manos empiezan a temblar y presiono los puños para que dejen de hacerlo, dejo salir un suspiro que hace que el frío deje de sentirse un poco. Una vez término salgo del pequeño duchero, me sorprendo al ver que los oficiales ya no se encuentran dónde custodian siempre la puerta, justo a mi lado, apenas separados por una puerta de madera vieja.

Observo a mis lados pero no hay nadie, la reja se encuentra abierta y al parecer nadie se ha percatado de que he terminado con mi baño. Mis manos siguen temblando y las meto dentro de los bolsillos vacíos del atuendo naranja, siento un ruidos he inmediatamente volteo.

No hay nada detrás de mí, pero ahora, se siente como si alguien raspase algo de metal contra la pared. Doy un paso más adelante y entonces le veo salir desde el final del pasillo con dos más. Su tamaño es enorme y en su mano lleva una navaja bastante grande, retrocedo y mis talones tocan contra algo, en cuanto volteo puedo ver los pies de los oficiales sobre salir por debajo de la puerta de una de los ducheros mientras un hilo de sangre llega hasta mis pies mezclado con el agua.

X: ¿Y ahora?, ahora no hay nadie que te salve –dijo la más grande, la portadora de la navaja-

X: Simplemente, aceleremos tu proceso de sentencia –sonrió la otra-

Anna: No quiero problemas, estoy disfrutando bastante bien mis últimos días –hablé-

Mis palabras provocaron la risa de las reclusas, comenzaron a acercarse peligrosamente. Mis ojos sólo veían la navaja en las manos de la chica más grande, si me agarraban, no saldría bien de esta. En cuanto avanzaron más rápidamente, abrí la puerta en dónde se encontraban los oficiales muertos de golpe y esta le dio justo en la boca a una de ellas.

Cerrándola rápidamente, la navaja quedó clavada en la madera de la puerta dejándome ver la filosa punta que traspasaba hacía mi lado. Puse el seguro y miré a los lados buscando una salida pero no había nada, observé a los oficiales muertos, cada uno con un corte en el cuello que hacía que sangraran a mares.

Cuando creí que no encontraría nada, tanteé la espalda de uno de ellos chocando con el frío y mojado metal del arma de uno de ellos. Se la saqué y revisé que estuviera cargada, municiones completas. Cuando sentí como embestían la puerta, me impulsé hacía delante y de un golpe la puerta se abrió, las tres iban a saltar a por mí pero rápidamente elevé el arma y la punta de ella quedó apoyada sobre la nariz de la que manipulaba la navaja.

Anna: No eres tan ruda ahora, ¿eh grandota? –dije quitando el seguro con mi dedo-

En cuanto sintieron como quité el seguro del arma, las tres se alejaron a paso lento

Anna: ¡De rodillas!, ¡Ahora! –grité-

Andre: ¿Como que no contestan? ... –Miller venía llegando con más oficiales- Robi... ¡Parker! –gritó en cuanto me vio-

Desenfundó su arma al igual que lo hicieron los dos oficiales que le acompañaban, sin embargo, me mantuve firme apuntando directo a la cabeza de aquellas tres que querían matarme ahora de rodillas en el suelo mojado.

Andre: ¡Suelta el arma Parker! –gritó en cuanto me vio-

Anna: ¡Querían acabar conmigo!, ¡Yo decido cuando morir! –grité-

Andre: ¡Vamos Parker, estas en una prisión rodeada de policías, te matarán! –gritó él-

Anna: Ya estoy muerta de todas formas...

...

CONTINUARA


Hijos de la Mafia -Mateo Palacios y Anna Parker (2da temporada)- FanfictionOnde histórias criam vida. Descubra agora