8.OCÉANO

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12 de noviembre de 2019, Barcelona
Era un día soleado, pero un viento helado, proveniente del norte, cortaba el aire. En las playas, la arena se veía constantemente tragada y escupida por las olas. Mientras tanto, en la ciudad, todo el mundo iba tapado hasta las orejas.
En el centro, cerca de la plaza mayor, Miki andaba. Le tiritaba el cuerpo y le costaba andar pero tenía que llegar a la oficina central del periódico dónde trabajaba.
Al pasar por la fuerza giratoria una ráfaga de aire caliente lo embistió, viéndose obligado a quitarse todas esas fundas que llevaba de más.
Decidido se dirigió al ascensor, para luego subir hasta el tercer piso. Ya allí, se detuvo ante una puerta y tocó.
Un chico de cara redonda y paliducha abrió y dijo:
—¡Señor Nunyez!¡El señor Merino lo está esperando!
—Lo sé—respondió con frialdad.
Sin ni siquiera mirar a la cara del chico que le había abierto la puerta entró, dirigiéndose como un alma en pena al despacho del señor. En cuanto llegó, aporreó la puerta con fuerza.
Esta se abrió, con el señor Merino detrás. Fue a decirle algo, pero antes Miki ya había entrado, hecho una furia, en el despacho de Merino.
Se sentó en frente de su escritorio y esperó a que Merino se sentara.
—Quiero la financiación para un viaje a esa maldita isla. Ya.
Merino miró a Miki y se quedó callado, sopesando su respuesta.
—Me temo que eso no es posible. Después de los hechos ocurridos allí, todo el equipo volverá en barco a la península, para un posterior viaje a Atenas y luego a sus respectivos países.
—¿¡Acaso no lo entiende?! ¡Mi mejor amiga ha muerto allí! Necesito saber algo, aunque sea la mínima parte de lo sucedido.
—De acuerdo. Por lo que me ha llegado de allí, fue un accidente. La señorita Martínez se despeñó y cayó al agua. Había tormenta y el mar se la tragó.
A Miki le entró un escalofrío, al oir a Merino pronunciar esas palabras de una manera tan fría.
—¿Y ya está?¿No hay nadie que tenga la culpa ni nadie que pueda saber más sobre el asunto?
—No creo que sea de su incumbencia, pero como tenían una relación tan estrecha le voy a dar está información.
Merino tecleó rápidamente en el ordenador. Después, con un par de clics, pareció haber descubierto lo que le interesaba.
—Quien condució a la señorita Martínez al lugar del accidente fue un historiador alemán, el señor Frost, Damien Frost. Allí se se encontraba también con la periodista Natalia Lacunza.
—¡Española!-exclamó, sorprendido—¿De qué ciudad es?
—Eso no es de su incumbencia.
—De acuerdo-musitó—¿Sobre lo del viaje que dice?
—Legalmente no podemos darle financiación. Lo siento mucho, de verdad.
—Lo sé. Adiós, Merino.
Sin decir ninguna palabra más salió de allí y  después del edificio. La visita había terminado antes de tiempo así que tenía un rato libre hasta la hora de comer.
Todos sus amigos y amigas estaban en la universidad o trabajando, así que no podía quedar con ellos.
No tenía ganas de volver todavía a casa, así que caminó, dando vueltas por la ciudad sin parar.
Callejeando llegó hasta la playa. Desde lo alto del paseo marítimo se veían las fuertes olas, que por momentos parecía que iban a tragarse la playa entera. A lo lejos, en la caseta del socorrista, una bandera roja parecía que iba a ser arrancada por el viento en cualquier momento. En medio de ese caos de arena y sal Miki oyó una voz.
—Miki...—cesó un momento—Miki, soy yo, Alba. ¿Me escuchas?
Asustado por lo que acababa de oír sacudió la cabeza e intentó borrar aquella voz. "No puede ser real. Me estoy volviendo loco". Esa era la única explicación lógica a lo que acababa de escuchar.
Pero de pronto, recordó algo, una nota que había escrito en su cuaderno de viaje hacia ya mucho tiempo.
Cogió el metro y al cabo de un rato llegó a casa. Al entrar se dirigió directamente a su habitación y cogió un pequeño libro de tapas ajadas en cuya portada se leía: "Miguel Nunyez Pozo"
Salió al comedor y se sentó en el sofá. Abrió el libro y buscó una página en concreto.
3 de julio de 2016
Hace unos días que he vuelto de mi primer viaje. La chica con la que me habían puesto también acababa de terminar la carrera. Es muy guapa. Tiene el pelo rubio y corto y los ojos marrones. También es muy simpática. En estos días nos hemos muy amigos. Eso es curioso porque no soy precisamente sociable.
Hemos ido a Islandia. Es un país precioso y de una belleza muy particular. Hay algo entre sus volcanes y los geisers que te atrapa.
No sé si será la calidez de su gente o la inmensidad de sus campos volcánicos, pero allí hay algo.
El último día, apenas unas horas antes de irnos Alba encontró algo. Columnas, de orden jónico. Tan pronto como las vio (yo iba con ella) volvimos corriendo al pueblo donde estábamos alojados y avisamos a los demás.
En grupo fuimos al lugar de las columnas, una playa abierta al mar, en el sur de la isla, pero no encontramos el lugar. Era como si nunca hubiese existido. Esa noche escuché una voz. Alba me llamaba, pero cuando me gire al ver que quería me dí cuenta de que estaba profundamente dormida. La voz estaba en el interior de mi cabeza. Esto es muy raro, pero necesitaba escribirlo.
Esto se comienza a poner turbio. Que os ha parecido?

ℚ𝕌𝕀𝕄𝔼ℝ𝔸//𝕆𝕋Where stories live. Discover now