16.CRONOS

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Natalia tenía mucho miedo, pero al ver Miki así de seguro confió.
—Miriam. Llevanos a Cesos.
La mujer simplemente asintió.
Sim necesidad de comunicar nada ambos cogieron su equipaje y se acercaron a Miriam.
—¿Cómo nos vamos?-preguntó Natalia, muy seria.
La rubia extendió los brazos.
—Dadme las manos.
Ambos jóvenes aceptaron sin rechistar y en un torbellino de humo y viento desaparecieron.
Cuando se quisieron dar cuenta, la lluvia y el viento les azotaban el rostro. Estaba en Cesos. Natalia reconoció la isla con facilidad. Aquello le asustaba un poco, pues la opción más factible que se le ocurría era que la magia literalmente existía.
—Acompañadme—ordenó Miriam.
El viento hacia volar su túnica, pero no parecía molesta. Más bien le gustaba. Natalia quiso seguirla, pero antes cayó en la cuenta de un detalle.
—¿¡Y Miki?! ¿¡Dónde está?!
—Sigueme y lo encontrarás.
A Natalia todo lo que estaba pasando le resultaba realmente extraño, pero lo ignoró. Al fin y al cabo esa era la opción más lógica. Hacerle caso a Miriam.
La mujer comenzó a andar por un camino de tierra, que subía a lo alto de la montaña.
Al momento Natalia comprendió que era el mismo por el que Damion las había acompañado a Alba y a ella la primera vez, lo cual le hizo sentir miedo.
Al cabo de un rato ambas mujeres llegaron a lo alto de la montaña. Allí Miki se resguardaba de la lluvia y el viento como podía.
Sus lágrimas se mezclaban con la lluvia y sus sollozos con el lamento del viento, pero Natalia lo sintió igual.
Quiso ir a abrazarlo, pero Miriam la freno.
Sin decir nada tomó fuertemente a Natalia de la mano y la acompañó hasta el borde del precipicio.
El viento la hacia llorar y el miedo latir su corazón demasiado rápido. Se ahogaba y ni siquiera había tocado el agua. ¿Qué hacia allí? Para ella Alba no era nadie, pero estaba a un paso de la muerte. ¿O tal vez no? La única manera de saberlo era saltar.
Como si hubiera leído sus pensamientos Miriam le ordenó que saltara. Y sin saber ni como lo hizo.
Saltó.
Mientras caía pudo ver su vida pasar, el lamentó del viento sonar, y los gritos de Miki escuchar. Se perdía. Se perdía. Era el final. ¿O no? Las olas del mar la recibieron como a una vieja amiga y su cuerpo se perdió, en aquel caos de agua y sal.
Al mismo tiempo, en lo alto de la atalaya Miki zarandeaba a Miriam y la amenazaba con tirarla al agua.
—¿¡Por qué?!¿¡Por qué?! ¡La has matado!
—¡No la he matado!
Miki de pronto la soltó. Tenía que confiar. Tenía que confiar, porque aquello era sobrenatural. Aquella mujer era sobrenatural.
—Tengo que saltar, ¿verdad?
Miriam asintió.
Y Miki armándose de valor, saltó.
Las olas lo recibieron de forma diferente a Natalia. El no dejo de sentir al momento, sino que el vaivén de las olas lo hirieron y lo hicieron sentir miedo.
Tenía que confiar y no confiaba. Por su cabeza comenzaron a pasar imágenes como el día en el que conoció a Alba.
Y fue consciente. Había acabado entre las olas del mar, apunto de morir, por alguien que quizás ni siquiera vivía. Era doloroso, intenso. ¿De verdad la quería tanto? La respuesta era sí.
Dejó de sentir miedo y sin saber cómo desapareció, entre las brumas del viento.
En lo alto de la atalaya tan sólo quedaba Mimi.
—Es hora de volver—se dijo a si misma.
Ella no saltó, sino que su cuerpo desapareció en un torbellino sin tiempo.
()/\()/\()
Era un día soleado en Valencia y por el serpenteante camino entre los campos Marina caminaba tranquila. No sabía todavía de la desaparición de su hermana.
Su madre había intentado ocultarselo y al final le había salido muy bien.
La joven bajo por el camino hasta la playa y se dejó azotar por la fuerza del viento. Amaba aquel lugar y le inspiraba a la hora de escribir poemas. Porque eso era a lo que aspiraba ser. Una poétisa.
Estaba en su último año de carrera y cuando la terminará pensaba viajar alrededor del mundo, para inspirarse todavía más y expresar la belleza del mundo en sus poemas. Eso era lo que era. Un alma libre.
Pero no podía ser así siempre. Al menos no durante un tiempo. Pasó la mañana allí, escribiendo y paseando, para luego volver a casa.
Era un día cálido para ser noviembre y bajo el sol hacia bastante calor, así que con una chaquetilla fina era suficiente como para no pasar frío.
Justo antes de entrar a Elche capital había una gran casa de principios del siglo XIX, abandonada desde hacía mucho tiempo.
De el interior de la casa comenzó a hablar una voz, que le decía que entrara.
Marina. Marina. Escúchame. Entra en la casa.
La joven se paró en seco y se giró hacia la casa.
Muy bien. Lo estás haciendo muy bien Marina. Ahora entra.
Sin ser consciente de sus actos entró.
Sigues haciéndolo muy bien, Marina.
Ahora sube las escaleras.
Llevada por una fuerza invisible subió las escaleras.
Allí un viento suave comenzó a soplar y Marina volvió a la realidad. Quiso volver pero el viento se hizo cada vez más y más fuerte. Las escaleras estaban a apenas dos pasos y no era capaz ni de andar ni de moverse. No era capaz de... Desapareció, perdida entre las brumas del tiempo. Ella no lo había elegido así, pero junto con su hermana era la única ninfa del tiempo y Cronos necesitaba su vida para conservar la suya.
Ya había fallado con Alba, pero con ella no fallaría. No... fallaría...
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