Capítulo 1: Cómo matar a alguien

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Esto es realmente aburrido. Esta clase... esta clase de matemáticas es peor que el infierno. He estado en funerales más animados que esto, sinceramente.

Cierto grupo de chicas se encontraba ignorando completamente a la profesora, quien estaba vuelta de espaldas y escribiendo problemas en la pizarra para que sus alumnos los resolvieran. El chismoso grupo estaba claramente hablando de cierta persona. Y la verdad, ¿quién no lo haría?

Esa cierta chica, tema del debate, no era otra que Lucía Cotte. Ella tiene un hermoso rostro, complementado por una bella figura y cualificaciones excelentes; además, es buena en los deportes. Una chica perfecta. Una chica diez. Pero ella no es la delegada.

Lucía, "Lucy" para los amigos, se podría decir que no solo por su aire de madurez pertenecía a otro mundo, estaba en una escala diferente a la del resto.

Es una chica de diez, sobresaliente en todos los aspectos; calmada y cuya personalidad la había vuelto alguien popular al nivel de ser la "princesa" de la clase, puede que incluso de la escuela entera.

Pero como todo genio, hay algo en lo que fallan estrepitosamente y sin remedio alguno, y ella...

¡¡¡No tiene sentido común!!!

Ella se encontraba tecleando algo en su pequeño portátil que se trae a clases. Estaba escuchando algo con sus cascos negros, totalmente desconectada de sus alrededores y del mundo. Sobre su pupitre se puede divisar una picante novela erótica de bolsillo de esas que puedes comprar en algunas papelerías, y masticaba ruidosamente una manzana.

¡Chak!

La tiza se rompió por la enorme tensión que se acumulaba en los dedos de la maestra.

Era obvio que de un momento a otro iba a estallar. Entre el sonido de las teclas, y ella comiendo y pasando de los profesores, pues como que muy normal es.

La maestra se volvió, la vena en su frente estaba tan hinchada que parecía que fuese a explotar en cualquier momento. Cualquiera diría que tendría serios problemas de hipertensión (o de control de la ira).

- Lucía Cotte. Si tan aburrida le parece mi clase, ¿por qué no se va fuera al pasillo a dar una vuelta?

Y mientras Lucía seguía a lo suyo, contestó calmadamente a la furiosa maestra de matemáticas.

- No puedo. Según las normas del instituto que vosotros los maestros pusieron, los alumnos no pueden estar en el pasillo sin autorización previa salvo para ir al baño en caso de emergencia o sacar fotocopias en conserjería, con nota firmada por el maestro que las solicita.

- ¡Se acabó! - la maestra realizó aspamientos con los brazos, estaba harta. - ¡Fuera de mi clase!

- Como usted diga.

Cotte se levantó del pupitre como un robot, y se dirigió a la puerta.

- ¡Espera, alto ahí! - ordenó la maestra. - ¡Deja los cascos sobre mi mesa, y la manzana igual!

Lucía inclinó levemente la cabeza unos grados a la derecha.

- ¿Por qué? Tengo hambre.

Esa era mismamente la razón por la que ella, pese a su popularidad y perfectas notas, no podría ser la delegada de clase: no entiende de sentido común. Si el sentido común se define por "el pensamiento de las masas", entonces ella evidentemente era la excepción a la regla.

Al dejar Lucía los cascos encima de su pupitre, un post-it fue lanzado por los aires debido a la pequeña ráfaga de viento que levantó, realizó un tirabuzón y aterrizó en el suelo, cerca de la silla de Alex. Él vio cómo el papelito voló.

¿Qué es esto?

Y lo cogió.

- ¡Dije sobre mi mesa! - repitió la docente. - Sobre mi mesa. ¿No entendiste?

- Pero son míos. No me los puede quitar.

Alex se quedó impactado al ver lo que estaba escrito con una pluma en el post-it amarillo.

Escrito con una preciosa caligrafía cursiva y en grande venía lo siguiente:

Cómo matar a alguien:

Cortar frenos

Emborrachar conductor

Carretera paso montaña

Era una nota demasiado ambigua. ¿Realmente ella planeaba matar a alguien? ¿O más bien estaba escribiendo el planteamiento para una novela de misterio? Después de todo, nunca deja que nadie se acerque a su móvil o portátil, oculta la pantalla con mucho recelo; un escritor haría precisamente eso, para que nadie se enterara sobre qué nueva entrega está trabajando.

- Realmente te gusta Lucía, ¿eh, Alex?

- Calla, Lily. Estoy intentando prestar atención a la clase. Este examen es jodido y no quiero suspender.

La chica de pequeña complexión seguía golpeando al joven con el portaminas en el costado, y llegó cierto punto que la mina atravesó la tela y tocó piel.

- ¡Hey! Eso duele.

- Pues entonces hazme caso. No me ignores.

Una chica albina parecida a un chico soltó el libro de matemáticas, cerró la libreta, guardó los materiales dentro de su estuche magenta y negro, y los metió en la mochila; sacó una libretita de notas de la rejilla de la mesa y se puso a garabatear con un boli que tenía guardado en el bolsillo.

Su nombre era Sylvia Connor. Una estudiante de intercambio llegada de Estados Unidos a principios de curso, y que rápidamente se hizo amigo de todos y todas en la clase. Ella prefiere vestirse de chico simplemente porque le gusta, lo malo es que realmente la confunden con un chico por su comportamiento poco femenino.

- Terminé los ejercicios de hoy y los deberes que iba a mandar, que corregiremos mañana. Si queréis os lo paso por WhatsApp. - Sylvia se metió el capuchón del bolígrafo en la boca y lo mordisqueó. - ¿Alguien me da alguna idea para dibujar? Me aburro.

- Tengo una, Silvi. - le dijo Lily. - Dibuja a Lucy en una postura erótica, llevando solo una camiseta blanca como pijama, sin ropa interior y con las piernas abiertas en forma de M. Seguro que a Alex le encantará. ¡Podrías venderlas a buen precio entre sus fans y hacerte de oro!

- ¡Te digo que no!

- Mmm... No es mala idea. Pero esa parte de vender este arte es un poco... ilegal, ¿no?

Y los tres amigos fueron abatidos de un solo tiro. Un proyectil blanco de yeso fue arrojado a alta velocidad, impactando primero en la frente de Alex, después en la de la cabeza anaranjada de Lily y finalmente en la de la albina.

Ese proyectil fue ni más ni menos que una tiza lanzada como una bala, propulsada por los dedos índice y pulgar de la maestra; igual que como quien dispara un railgun empleando la regla de la mano derecha de Flemming.

- ¿Queréis salir a la pizarra a resolverlos, chicos? Porque si estáis hablando debe ser muy fácil la clase para vosotros, ¿no? Adelante, enseñad a vuestros compañeros cómo se resuelve el problema.

- Silvi, tú primero, porfa. - dijo Lily.

- Ah, ah. No, de eso nada. Tú, Lily, que terminaste primero el problema. Aunque Alex te lo corrigió.

¡No me pases el muerto, hija de puta!

- ¡Qué va, qué va! - negó Alex con las manos. - ¡Que yo aún no lo tengo, mamá!

¡Mierda, se me escapó!

LucyWhere stories live. Discover now