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Estoy enfermo de nostalgia, siempre lo he sabido. Tal vez la mejor prueba de ello es este diario, o crónica, o como sea que se le pueda llamar, puesto que, aunque habla de mi vida, he de dejar claro que no de la presente.

Pensándolo con detalle, podría tomarme la libertad de nombrarle terapia, pues me la paso nadando en un pasado que ahora solo existe en mi cabeza, y espero que al trasladarlo a estas palabras pueda materializarse. Si toma forma puedo quemarlo y deshacerme de él.

Lo he meditado dos veces ahora y creo que lo llamaré martirio, porque me muero de miedo apenas imaginar en los ojos que puedan escudriñar sus líneas y letras. ¿Qué tal si son los suyos? Ni siquiera puedo decir si me asusta más pensar en que pueda leer lo que hay aquí o que exista la posibilidad de que no lo haga nunca.

Buscando respuestas tropecé con la definición de tortura en el diccionario, y este me ha contado que se trata de un sufrimiento muy intenso y extendido. Indagué también en su etimología, nos llegó del latín, y sin darle muchas vueltas diré que viene del verbo 'torquere', del cual se derivan también palabras como torcer, distorsión y tormenta. De pronto lo tengo, no es un diario, crónica o martirio; lo bautizaré tortura y te enviaré una copia dedicada a la puerta de tu casa con la esperanza de que podamos compartirla.

Acomódate, he jurado silencio tanto tiempo que esta vez no pretendo ser breve con la tortura de los hechos.

Acomódate, he jurado silencio tanto tiempo que esta vez no pretendo ser breve con la tortura de los hechos

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